Opinión Nacional

Sí hay salida: la participación ciudadana.

Los recientes resultados electorales del ámbito municipal evidenciaron la fractura existente entre el liderazgo político venezolano y el resto de la sociedad venezolana. La muy escasa capacidad de movilización y de convencimiento demostrada por las organizaciones políticas del oficialismo y de la oposición en dicho evento, son un claro reflejo de su debilidad institucional. Además nuestra población no parece estar en sintonía con la oferta programática actual de las organizaciones políticas nacionales. Todo esto es muy grave. Y mucho más, si consideramos que el futuro del sistema político venezolano está dirigiéndose hacia una opción cada día más autoritaria. El único antídoto posible frente a ello, es la movilización de la sociedad civil, es la participación ciudadana; pero entendida como un proceso alternativo, plural, democrático e incluyente.

El freno eficiente a las pretensiones totalitarias de cualquier gobierno lo constituye una sociedad organizada y en pie de lucha. Y es que en efecto, una sociedad civil consciente de sus derechos, exigente con sus dirigentes pero colaboradora con ellos, sin resentimientos y con la mirada puesta en el futuro es una fuerza trascendente con verdadera vocación de victoria. Pero para llegar a construir una fuerza social de tal magnitud se requiere del concurso plural y hasta divergente de cada uno de los sectores sociales involucrados.

De allí que, se necesita un sector empresarial responsable. Eficiente y productivo pero respetuoso de los derechos de sus trabajadores. Un empresariado competitivo dispuesto a renunciar a las clásicas prebendas que brindan las relaciones clientelares con el Estado. El empresariado nacional debe terminar de comprender que la mejor defensa de la iniciativa privada es la inclusión dentro de su beneficios del sector laboral sin mezquindades y, de acuerdo al régimen laboral vigente.

En contraposición, el movimiento sindical tendría que ser renovado de manera democrática respetando la diversidad ideológica e incluso impulsando la formación y adiestramiento de los nuevos líderes y dirigentes de los trabajadores. La sociedad civil venezolana requiere de sindicatos fuertes y legitimados frente a sus bases; tanto en el sector público como en el ámbito empresarial privado.

Necesitamos un movimiento estudiantil fuerte y aguerrido. Capaz de combinar las responsabilidades académicas con las exigencias de movilización y participación que va a demandar el país durante los próximos años. Necesitamos un movimiento estudiantil en cada liceo y en cada universidad vinculado sin miedo a la comunidades circunvecinas, a las urbanizaciones y a los barrios de donde provenimos muchos.

Requerimos de unos medios de comunicación, que comuniquen y no que sentencien. Necesitamos de una prensa, radio y televisión que sigan informando; pero sin convertirse en agencias de uno u otro bando. Los demócratas sabemos distinguir la información de la propaganda. De igual manera, los medios deben ser incluyentes, abiertos a todos los sectores sociales. También nos urge contar con opinadores y analistas, que no posean la propiedad privada de la verdad y, que además construyan y propongan planteamientos y no sólo descalifiquen cualquier iniciativa política.

La sociedad civil en pie de lucha necesita de partidos, como canales de participación política. Un sistema sin agrupaciones partidistas, es un modelo social cerrado y totalitarista. En Venezuela, tendríamos todos que revalorizar la actividad política en su justa dimensión; debatiendo democráticamente y sin complejos lo que haya que debatir, pero respetando la diversidad de opiniones y concepciones.

En este contexto, la dirigencia política nacional posee una gran responsabilidad. El gran desprestigio que exhibe la actividad política en la Venezuela de hoy, tiene su origen en el bajísimo rendimiento de muchos de sus exponentes. Si bien en nuestro país, siempre han existido dirigentes probos y honestos, se ha generalizado y consolidado una imagen negativa del operador político y sus organizaciones hasta niveles “irracionales”. De hecho, los partidos fueron excluidos del marco constitucional, les fue eliminado su financiamiento electoral y su presencia fue suprimida del nuevo poder electoral con las consecuencias conocidas por todos.

Superar la desconfianza y crear nuevos vínculos de relación transparente con la sociedad civil es un desafío y una necesidad impostergable a resolver por el liderazgo político venezolano vigente y naciente. Adicionalmente, los sectores de la sociedad civil (desde cualquier enfoque) se encuentran en la obligación de asimilar que para nuestra crisis no hay salidas mágicas, ni milagrosas, ni tampoco soluciones que no sean democráticas. Además la política para progresar en libertad no debe fundamentarse en resentimientos; aunque haya experiencias que nunca podrán olvidarse.

A Venezuela le urge una sociedad en pie de lucha por las libertades democráticas, por la justicia y la inclusión social, por los derechos de la mujer y de la infancia, por el derecho a la salud, a la vida y a la seguridad o por una educación oficial y privada libre y de calidad. Necesitamos vindicar el derecho a la participación del ciudadano o ciudadana de la urbanización, del barrio o del cerro porque la condición de demócrata no es privilegio de una clase o sector social.

Para rescatar nuestra democracia necesitamos el concurso de todos. El hecho de comprar en Mercal o asistir a la Misión Ribas o involucrarse en cualquier otra, no constituye ningún impedimento para participar. Lo peor que nos pudiera pasar es que no podamos confiar el uno en el otro, por ceder a la ideología del odio o de la confrontación de clases; y esto debemos evitarlo a toda costa.

Con la sociedad civil en marcha, sí hay futuro para todos, sí hay futuro para el país. La salida es la participación ciudadana, la participación de todo el pueblo organizado.

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