Opinión Nacional

Si no fuera por las marchas…

En algunos venezolanos hay desaliento. “Marchamos, marchamos y volvemos a marchar –dicen-; no llegamos al sitio al cual nos proponemos llegar y no hay resultados…”

No es que no haya fuerzas para seguir, pero el horizonte se ve, para estos ciudadanos, difuso y confuso. No es derrota sino incertidumbre. Los ciudadanos tienen energía acrecentada pero, unos cuantos, en la intimidad de sus ambientes preguntan “¿hasta cuándo? ¿Cómo vamos a salir de esta pesadilla autoritaria?”. Es indispensable reconocer esta circunstancia para saber la manera adecuada de conducirla.

Tal vez el fragor cotidiano del combate civil impida ver algunos logros portentosos. No se trata sólo de esa extraordinaria e inédita fuerza que se ha construido en forma pacífica y democrática marchando por miles, centenares de miles y millones, sino de otras impresionantes victorias.

Hoy los países de América, de Europa y de otras regiones del mundo tienen su mirada centrada en algunos pocos sitios del planeta entre los cuales está Venezuela. Estados Unidos, dedica una parte importante de sus esfuerzos a esta Tierra de Gracia. Los presidentes latinoamericanos no tienen tema más importante hoy que Venezuela. España, Portugal y otras naciones europeas movilizan a sus cancillerías sobre nuestro país. El Secretario General de las Naciones Unidas, que hoy está lidiando con la posibilidad de una pavorosa guerra en Irak, ahora reparte su atención con Venezuela a la que dedica muchas horas en las últimas semanas. Jimmy Carter viene a pescar con Gustavo Cisneros, en un gesto político indudable de respaldo a su amigo, agredido por la furia incontrolada del Presidente, y además a reforzar a Gaviria. Los mandatarios y delegados que asistieron a Ecuador, a la toma de posesión de Lucio Gutiérrez, opacaron involuntariamente ese acto para darle relevancia a Venezuela y constituir el Grupo de Amigos. El poderoso Brasil, ahora con un presidente afín a Chávez, se mete en una maniobra para respaldar al autócrata venezolano y tiene que batirse en retirada de esa posición para decir que no dijo lo que dijo.

¿A quién se debe todo lo anterior? A cada mujer y a cada hombre que marcha en las calles, que protesta, que defiende la lucha por la democracia y la libertad. Si no existieran esos ciudadanos en estado real de insurrección, ningún país prestaría la menor atención a Venezuela. Así de dura es la realidad del poder internacional. Chávez ha sido desde el comienzo el mismo que es hoy; antes sólo se le consideraba clásico populista, luego pasó a ser un personaje ridículo, una enfermedad tropical, producto de los desaguisados y decisiones de los propios venezolanos. Ahora es distinto. La lucha civil ha permitido poner en evidencia el conflicto, hacer comprender progresivamente el carácter autoritario del régimen y abrir un debate internacional sumamente positivo. En este último sentido, no hay que preocuparse porque existan voces favorables a Chávez. Cierto que hay dinero y el esfuerzo formidable de la experimentada contrainformación cubana en apoyo al teniente coronel, pero también hay quienes tienen esa percepción porque aterrizan por tres días en Venezuela y creen que comprenden uno de los fenómenos latinoamericanos más complejos. También hay solidaridad con una revolución imposible por parte de la izquierda rumiante del mundo.

Ese debate que alcanza páginas y tiempo sólo reservado a los laberintos del poder mundial, también se debe a los ciudadanos que marchan y marchan y vuelven a marchar. Venezuela es centro de atención porque al autócrata le apareció un pueblo respondón e implacable, que él tenía la ilusión de representar. Ahora es evidente que sólo representa a una gavilla que asaltó el poder valiéndose de la democracia y a un número decreciente de venezolanos, progresivamente ajenos a la pasión inicial.

La movilización internacional, junto a una movilización institucional de los militares venezolanos, en el marco de la insurrección ciudadana, puede torcerle el brazo a Chávez para que, en serio, negocie con la oposición. Esto no sería sino un logro de los anónimos ciudadanos que marchan sin clemencia en las calles de Venezuela.

Incluso, una reunión que a algunos ha causado desazón, la sostenida con Chávez por Eduardo Fernández, Teodoro Petkoff, Baltazar Porras y Ovidio Pérez Morales, no puede explicarse sino en el marco de las luchas formidables de los venezolanos. Esa reunión no es censurable. Ellos no fueron allí en nombre de la oposición a negociar –no podrían hacerlo- sino a título personal; si Chávez los llama es porque ya tiene el agua en la papada. El país democrático no puede renunciar a ninguna exploración de vías que, si existen, en algún momento tendrán que ser sometidas a la Coordinadora Democrática y a la Mesa de Negociación. Petkoff y Fernández reunidos con Chávez, no representan una traición sino una oportunidad. Por sus declaraciones, ambos dijeron allí lo que es el planteamiento de la oposición en la calle. Si Chávez tuviera más valor intelectual se reuniría no sólo con ellos sino con otros y no renunciaría a discutir personal y directamente con Carlos Ortega y Carlos Fernández.

Algunos plantean que el conflicto es por el petróleo y que si no fuera por esto ni contaríamos. Es posible, pero en la raíz del petróleo paralizado está la Gente del Petróleo que es una vanguardia esclarecida de esta lucha cívica. Detrás de todos los elementos del conflicto están los ciudadanos, petroleros y no petroleros, que luchan. Es ese combate majestuoso el que ha logrado que se sumen fuerzas a un solo objetivo: obligar a Chávez a negociar. Las fuerzas democráticas nacionales e internacionales coinciden en la procura de la negociación y Chávez no podrá escapar; el cerco internacional lo obligará a negociar. Los desplantes contra Gaviria y contra EEUU son gestos desesperados que evidencian la terrible soledad que significan los inviernos de los autócratas en el poder.

El esfuerzo formidable de los venezolanos, agotador, lleno de coraje y de riesgos, comienza a dar frutos. Las fuerzas de esta batalla se aprestan a emparejarse; la presión internacional sólo puede significar apoyo a la oposición en el sentido de que forzará a Chávez para que opte por un camino de entendimiento que es, precisamente, lo que ha eludido en la Mesa de Negociación.

El que viene será el momento más difícil para Chávez, que tendrá que hacer lo que no quiere; pero también será el más difícil de la oposición porque requerirá especial sabiduría, tacto y destreza para saber cuándo ser inflexible y cuándo ceder. El centro del tema es que Chávez negocie su renuncia o la consulta electoral. Pero que negocie.

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