Opinión Nacional

Significado de la decisión popular en pos del revocatorio

Faltando pocos días para la gran consulta convocada para decidir la revocación del mandato conferido al actual Presidente de la República, se afirma –sin temor a equivocarnos- que la mayoría de los sufragantes (en un alto porcentaje) ya está cabalmente decidida. Son muy pocos los llamados indecisos.

En relación con el referéndum revocatorio presidencial, debemos tener claro algunos puntos para la reflexión. Esta no es una elección común, es decir, no tiene las mismas características y finalidad de las anteriores; no se trata de una contienda entre varios candidatos en función de un puesto público de elección popular. En esta oportunidad no solamente se consulta al pueblo sí está o no de acuerdo con dejar que el actual presidente continúe en el ejercicio de su cargo; tal acto también implica una evaluación que versa directamente sobre la naturaleza del desempeño del presidente al frente de sus responsabilidades como funcionario público. En otros términos, se pregunta al pueblo si acepta o rechaza por lo negativa la gestión del presidente durante los últimos seis años. Por primera vez, conforme con un mandato constitucional, el pueblo tiene oportunidad para evaluar el desempeño del presidente: el pueblo, luego de una aguda y consciente reflexión tiene la posibilidad de ratificar al presidente para el resto del período que le corresponde, o bien aplicarle una oportuna y conveniente sanción, esta vez de índole política, en torno a su gestión. Y conste –una vez más- que tal oportunidad por imperio de la Constitución es un derecho que legítimamente le corresponde al pueblo, no es una dádiva ni mucho menos una gracia emanada de las alturas del poder.

En este orden de ideas, se tiene que el referéndum revocatorio presidencial tiene un hondo significado para el destino del país. El pueblo tiene la oportunidad para decidir si está o no conforme con al actual estado de cosas que caracterizan la vida de la Nación. En tal sentido, somos partidarios de la opinión que advierte un notorio descontento al respecto. En efecto, es absurdo negar que durante este último período el país, en todos sus órdenes y aspectos, haya sido afectado palmariamente por una serie de situaciones adversas en cuanto al natural ritmo de avance y progreso social. Si esto no es cierto, entonces ¿dónde colocamos los dos millones y tercio de desempleados que deambulan por las calles en procura de un trabajo digno para sí y sus familias..? Complementariamente, los signos negativos que caracterizan la economía nacional, no son precisamente avales o garantías para ratificar al actual presidente y al “equipo” que lo acompaña. Ahí están, por ejemplo, la carestía de la vida, la inflación incontrolada, la disminución de la capacidad productiva del país, la mengua de las inversiones (nacionales y extranjeras) motivada por la creciente desconfianza originada por la actitud oficial orientada hacia esquemas político-económicos anacrónicos e irrealizables. Con este cuadro, creemos (al igual que la mayoría), que no es factible predecir una victoria del gobierno.

A la par, el pueblo observa –con la sabiduría que sólo él posee como soberano orientador de su destino- la serie de atropellos, desafueros y violaciones a los elementales Derechos Humanos, inferidos a numerosos opositores por el solo hecho de disentir o expresar criterio contrario a la opinión oficial. ¿Acaso no es propio de la democracia criticar la gestión de los funcionarios cuando éstos no cumplen a cabalidad con su cometido? ¿Es delito oponerse al punto de vista oficial y proponer, en contrario, otro parecer o posición aún política? ¿Acaso no está consagrado y reconocido en la Constitución el derecho a asociarse libremente, a manifestar pacíficamente y exponer sin coacción un criterio adverso al del oficialismo? El pueblo sabe, con toda claridad, la diferencia entre una verdadera democracia y un régimen autocrático que sólo propugna la concentración del poder en una sola persona y la eliminación gradual del principio de la conveniente separación e independencia de los poderes públicos. Entonces…, la mayoría de la gente pensante de este país está conteste en creer, afirmar y sostener -con plena evidencia- que ante ese cuadro negativo sea absurdo sustentar un triunfo del gobierno.

No olvidemos que la mayoría del pueblo también ha observado, a lo largo de estos últimos años, cómo han sido atacados sectores respetables de la vida nacional, tales como gremios, universidades, la mayor central sindical, medios de comunicación social y, sobre todo, la Iglesia (a la que pertenece espiritualmente esa mayoría), justamente por exponer criterios u opiniones adversas al sector oficial. Con base en ese aspecto, nos preguntamos: ¿Es factible creer que esa mayoría considere que tales excesos son meras invenciones o falacias? ¿Respaldará esa mayoría la continuidad de tales arbitrariedades..?

El pueblo, en ejercicio de ese derecho, va evaluar la gestión y desempeño del actual presidente al frente de este gobierno. En tal sentido, es viable subrayar que el pueblo está cansado de esta atmósfera de desasosiego e incertidumbre que lo agobia como consecuencia del recurrente empeño para sembrar la división y la discordia en el seno de la familia venezolana; el pueblo está harto de observar el desempleo como causa de tantos desajustes sociales y de sentir (ahora con mayores signos de temor) la pérdida del poder adquisitivo de nuestra moneda, situación que contribuye –sin lugar a dudas- al aumento de la situación de pobreza que afecta a grandes sectores del país; el pueblo está cansado de sentir en carne propia los embates de la delincuencia y la inseguridad creciente; durante este gobierno no se ha observado descenso alguno en los índices de criminalidad ¿o será mentira la ola de secuestros en connivencia con sectores de la guerrilla colombiana, así como el aumento de atracos, asesinatos en plena vía pública, extorsiones y… la aumentada corrupción en la administración pública…? Con tales créditos, ¿es viable pensar en una victoria del oficialismo..?

Además, ¿por qué, en los últimos días, se observa una vehemente actitud de desesperación en el sector oficial? ¿Qué se persigue con los ataques a la empresa Cantv? ¿Por qué se insiste en acusar a la oposición de sabotear o estar en contra de la consulta popular…? cuando precisamente a ella se debe, luego de larga y ardua lucha, la convocatoria del referéndum.

La respuesta a estos interrogantes nos indica –con plena certeza- el sentido de la decisión popular en pos del revocatorio presidencial de este 15 de agosto. Ya la mayoría del pueblo tiene clara su decisión. No hay un alto porcentaje de indecisos. Los estudios y análisis serios en materia de opinión pública nos señalan que habrá una masiva concurrencia a las urnas en este revocatorio. Justamente, no se trata de una elección como las anteriores. En esta oportunidad, la decisión es rápida. Se acudirá en avalancha y del mismo modo se apreciará el resultado esperado. También así lo indica la claridad y disposición de la organización que respalda y orienta esta decisión patriótica y nacionalista.

Es más, el pueblo para enfrentar el empeño orientado hacia la desunión de los venezolanos y el intento de someterlo –ahora con nuevo ropaje- a intereses ajenos a nuestra esencia socio-cultural, está seguro de concurrir el día de la consulta con alegría y entusiasmo, pero con firmeza y coraje: no está dispuesto a tolerar la aventura totalitaria y, por tanto, tiene la oportunidad de apostar por la paz, la libertad y el perfeccionamiento de la democracia. Es hora de cambiar la situación y contribuir a la reconstrucción nacional. El pueblo tiene derecho a decidir su destino.

*Abogado, Politólogo y Profesor universitario
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