Opinión Nacional

Sobre la nueva etapa de la “Revolucion” (I)

Obviamente, la primera decisión del Presidente recién electo fue la designación de los integrantes del Gabinete con el cual iniciará su nueva gestión. Los diferentes medios de comunicación social no oficialistas han dado mucha importancia al hecho de que hubiera unos cuantos relevos y destacaron, en particular, que José Vicente Rangel no haya continuado en el cargo de Vicepresidente Ejecutivo y que Jorge Rodríguez lo reemplace. En realidad, la decisión fue una inevitable consecuencia de la adoptada algún tiempo antes de la campaña electoral en la cual Chávez dio por descontada su victoria: iniciar otra etapa del “proceso revolucionario” que ya ha recorrido ocho años. Desde luego, al jefe de ese proceso no le convenía dar comienzo al nuevo curso con un equipo gobernante básicamente idéntico al precedente. No le convenía, sobre todo, para el consumo de su base social interna, del complejo y problemático aparato político que le sirve de instrumento y del aparato militar-político que lo sostiene en la cúspide del poder; pero también para el consumo externo, en el cual se suman sus aliados cercanos, sus colegas de diversa inclinación ideológica-política en Latinoamérica y los distintos factores de la llamada comunidad internacional, incluidos sus adversarios.

Conforme al razonamiento expuesto, juzgo la sustitución de José Vicente Rangel como algo necesario, según la lógica de su superior. No desestimo, sin embargo, que incidió la motivación de despejarse el camino para actuar con más dureza frente a la oposición partidista democrática y organizada (OPDO) –lo cual Chávez estima necesario a fin de debilitarla y cerrarle posibilidades de consolidarse como alternativa- y frente a la oposición social democrática y organizada (OSDO), a la que también planea reducirle los terrenos y oportunidades de lucha. La flexibilidad de Rangel respecto de esas dos fuerzas, que forma parte de su modo habitual de jugar en la política, terminaron por causar rechazos del Presidente, tanto más cuanto que éste había resuelto imponer, sistemáticamente, serias constricciones a sus adversarios internos y acentuar la pugnacidad con sus oponentes externos.

Los componentes del nuevo Gabinete fueron designados con base en el criterio ya señalado y en otros muy importantes, como el mantenimiento de una cuota significativa para la corriente militar del chavismo y la asignación de puestos para casi todos los anteriores miembros de ella; el premio al Comando Miranda; la absoluta preeminencia del MVR respecto de los otros partidos de la alianza oficialista y el castigo a la Dirección de PPT y a la de Podemos por sus respectivos cuestionamientos a la manera como ha sido procesada la cuestión de la fundación del Partido Unificado del Socialismo venezolano (PSUV).

El nombramiento de Jorge Rodríguez para el cargo de Vicepresidente Ejecutivo nada tiene de sorprendente. Amigo íntimo de Chávez y fiel servidor de él, además de inteligente, eficiente y veterano militante de la izquierda a la cual la terrible historia del “socialismo real” todavía le ha enseñado muy poco, Rodríguez ha de ser para el conductor de la “nueva etapa” un segundón altamente confiable.

En suma, Chávez tendrá otra vez a su disposición un Gabinete ad hoc, con algunos miembros capaces para desempeñar aceptablemente las funciones asignadas, con otros impreparados e ineficientes, y con todos dispuestos a ser sujetos incondicionales del jefe autocrático, ideológicamente atrasado, muy mal preparado para gobernar al país, dirigente de un proceso toscamente orientado hacia metas inalcanzables y un destino imposible.

¿En qué consistirá el nuevo curso? Las respuestas a esa pregunta deben comenzar por aclarar que una cosa es lo imaginado por Chávez, a quien secundan los otros integrantes, a distintos niveles, del aparato militar-civil gobernante, y otra es lo posible. Aun cuando es múltiple y extendida la dominación que ese aparato, dirigido por una reducida cúpula, ejerce en la sociedad, ésta tiene en su seno diversos factores actualmente opuestos y otros parcialmente opuestos. Algunos están organizados y podrían realizar progresivamente una lucha de resistencia democrática, mientras que otros sólo llegarían a hacerla si se radicaliza el proceso de cambios destructivos que Chávez procurará efectuar. Entre esos factores están grupos empresariales, masas populares ahora no dispuestas a intervenir en luchas exigentes y sectores de la Fuerza Armada Nacional (FAN) que ni Chávez ni sus acólitos militares conocen bien, porque los servicios de inteligencia no los han identificado todavía. No es en absoluto descartable que en los partidos componentes de la alianza chavista haya grupos o corrientes que lleguen a estar en desacuerdo con que sean sobrepasados ciertos límites -imprecisos hoy, pero no imperceptibles mañana- después de lo cual el “proceso revolucionario” se convertiría en un aventura que comportaría dar saltos al vacío.

Además, puesto que Chávez, aun cuando sufre de severas anomalías, no es una persona irremediablemente desquiciada, cabe pensar que podría, al considerar las dimensiones de los problemas que confrontaría si excediere sus acciones, atenuar el ritmo de los pasos. En tal caso, las oposiciones democráticas organizadas tendrían posibilidades de intensificar sus luchas en los diversos terrenos a su alcance, a condición de que definan y apliquen una acertada estrategia de lucha, que excluya el inmediatismo y contemple la muy probable necesidad de combatir prolongadamente. Por supuesto, las oposiciones espontáneas, aunque inicialmente tengan poco peso y no sean capaces de elaborar lineamientos estratégicos, no dejarán de manifestarse y adquirir experiencia, organicidad y mayor conciencia.

Durante un tiempo de duración imprevisible, el aspecto político será el principal de la radicalización que Chávez emprenderá en la nueva etapa. El aspecto económico-social irá en paralelo, pero con algún retraso, porque el primero asentará indispensables bases institucionales, para cuyo establecimiento el jefe máximo ya está dando órdenes y deberá vigilar intensamente su cumplimiento.

¿En qué consistirá el comienzo de la radicalización política del “proceso”? Chávez mismo no lo tiene claro todavía. En los discursos de días precedentes ha mezclado un torrente de palabras agresivas y vulgares con algunas decisiones de carácter retaliativo; varias amenazas a sectores específicos de la sociedad civil (en particular a las altas autoridades de la Iglesia Católica); reconocimientos de que al hacerlas cometió excesos; insultos a la OPDO y llamados a que ésta luche democráticamente; duras amenazas a la “oligarquía empresarial”; exhortaciones a que ésta concurra junto al Estado a la expansión de la actividad productiva; y anuncio sobre la estatificación de la CANTV y de la Electricidad de Caracas. Ha bombardeado a los medios de comunicación social y ratificado la previa decisión de no renovar a Radio caracas Televisión la concesión que supuestamente se vencerá el próximo 27 de mayo. Acusa a sus directivos de haber tenido una conducta golpista durante los acontecimientos del 11/04/02, pero borra de su memoria que otros canales privados tuvieron un comportamiento semejante –lo digo ahora sin entrar en consideraciones sobre el carácter político de lo que aquellos hicieron. Su gobierno ha logrado –mediante un enorme gasto publico financiado por los altísimos ingresos de origen predominantemente petrolero- que el Producto Interno Bruto (PIB) haya crecido durante trece trimestres consecutivos, y es prácticamente seguro que tal crecimiento siga durante unos cuantos años más; pero no hay todavía una estrategia racional y coherente de desarrollo y diversificación de la economía, así como no hay una de mejoramiento progresivo de la situación social de las mayorías, aunque la proliferación desordenada de Misiones haya generado beneficios para ellos. Decidido como está a que sea él quien, con la intervención casi incondicional del los Ministros del Área Económica, establezca las magnitudes anuales del gasto fiscal, ha resuelto que en la venidera reforma de la Constitución vigente sea suprimida la norma que instituye la autonomía del Banco Central de Venezuela. Las consecuencias de tal disparate, difícilmente evitables, serán muy graves.

En la próxima entrega continuaré el análisis ahora iniciado.

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