Opinión Nacional

Sobre la nueva etapa de la revolución ( y VIII)

El concepto “socialismo del siglo XXI”, muy pobre en el terreno conceptual y muy mal sustentado por quienes están dándole un lugar central en el discurso político oficialista, se ha convertido, sin embargo, en consigna política de primera importancia y objeto permanente de discusión, tanto en el ámbito de los partidos “revolucionarios” como entre éstos y los de oposición. Chávez, en particular, lo manosea casi cada día, lo retoca, lo divulga como conferencista y como agitador, lo adjetiva de cristiano y bolivariano, lo repite hasta el cansancio dentro y fuera de Venezuela. Lo hace objeto de recurrentes añadidos, que poco o nada aclaran, pero le permiten tener y mantener la iniciativa en el debate de ideas que quiere y necesita realizar. Con todo ello procura obtener ganancias políticas internas y externas. A veces las consigue.

Ganancias políticas internas

La primera de las ganancias internas que persigue es la de satisfacer la necesidad de cohesionar el aparato partidista requerido para fundamentar la creación del Partido Unitario Socialista Venezolano (PUSV), instrumento muy necesario a los fines de preservar, e incluso incrementar, la hegemonía indispensable para consolidar el poder y preservarlo durante largo tiempo.

En efecto, a tal fin no basta la autoridad ejercida por el jefe único. Éste solo no puede producir un pensamiento que soporte, cultural y emocionalmente, en el seno de la sociedad, los avances hacia el objetivo “socialista” de este tiempo. La ayuda que le han dado los escritos de Heinz Dieterich es muy importante porque la auctoritas del intelectual –bastante acreditado, entre colegas suyos pertenecientes, como él, a cierta izquierda,a sí como entre dirigentes de alrtidos o correitnes políticas pertenecientes a ese campo- genera, por diversas vías conocidas y transitadas, auctoritas del jefe “revolucionario”; y porque proporciona a éste bagajes culturales de las cuales carece, aun cuando no es un típico ignorante, ni Dieterich un sólido intelectual. Este último juicio ha sido expuesto en varios trabajos anteriores.

Además, la segunda auctoritas mencionada origina mayor prestigio para Chávez entre los intelectuales que lo respaldan y aumentan la inclinación de ellos a esparcir sus convicciones en los ambientes donde actúan.

Ganancias políticas externas

Chávez busca –y puede lograr, en diferentes cuantías, por lo general no considerables- otras ganancias políticas, entre las izquierdas atrasadas de América Latina, algunas fuerzas de izquierda atrasada de Europa y algunas fuerzas socialdemócratas en Latinoamérica y Europa.

Antes de que el concepto “socialismo del siglo XXI” fuera presentado por primera vez, y también antes de que fuera lanzado como consigna articuladora, adhesiones o apoyos a las políticas internas y a la política exterior del Gobierno presidido por Chávez tuvieron lugar en los espacios externos señalados. Después del 3D, las adhesiones o los apoyos están acrecentándose y era obvio que el Presidente reelecto y líder del “proceso” incluiría acentuadamente entre sus búsquedas más importantes la de multiplicar esos hechos que le son favorables. Empero, hoy por hoy, el acercamiento neto a Chávez y su Gobierno está disminuyendo entre sus amigos políticos de izquierda en Brasil; está disminuyendo entre sus amigos políticos populistas de Argentina; no avanza entre sus amigos políticos de izquierda en Chile, y probablemente esté disminuyendo; no avanza entre sus amigos políticos de izquierda en Uruguay; se mantiene, pero con esguinces pragmáticos, en Bolivia y Ecuador; retrocede entre corrientes de la socialdemocracia española; se mantiene entre sus amigos del camaleónico y debilitado partido sandinista de Nicaragua; no existe -y antes no existía- entre las diferentes corrientes del PRD en México; no existe -y antes no existía- en la poderosa izquierda democrática de El Salvador; no existe -y antes no existía- en la muy débil izquierda atrasada de Gran Bretaña; y existe -como antes- en los muy débiles círculos intelectuales de izquierda atrasada en Europa y América Latina.

¿Qué aportarían, entonces, al “proceso” esas ganancias externas? Muy poco, en verdad; pero le vienen bien al político calculador que es Chávez y al político megalómano que hay en él.

No habrá, pues, en la sociedad venezolana –ni en la sociedad civil, ni en la sociedad política- un avance que apunte hacia el socialismo real que aún sobrevive en Cuba, y al que la Dirección del Partido Comunista de ese país todavía intenta salvar. Allí puede durar un tiempo más, de extensión imprevisible; pero ya hay señales indicadoras de que el viejo sistema no va a sostenerse largamente. Ya sea después de la muerte de Fidel Castro, ya sea en vida del anciano dictador comunista, un proceso de transformaciones del añejo régimen revolucionario –semejante al existente en el imperio soviético derrumbado en 1991, en la República Popular China, ya no socialista, y en el Vietnam, ya tampoco socialista- advendrá inevitablemente.

La época de las revoluciones de carácter anticapitalista ha concluido. Las impide, en cuanto atañe a los aspectos económico-sociales y a los político-ideológico-culturales, la ya establecida e indetenible civilización de la globalización en todos los órdenes de la vida de la sociedad. Los cambios en la dirección del progreso multiforme serán los únicos posibles. El fin de la historia, sobre el cual escribió audazmente, hace unos cuantos años, Francis Fujuyama, no ocurrió; y el autor reconoció, en años próximos a nuestro presente, lo erróneo de su tesis. La historia no tiene fin. Esta afirmación ha sido formulada muchas veces, desde hace siglos, por numerosos filósofos, historiadores y pensadores de muchas otras disciplinas científicas. La comparto absolutamente. No es demostrable, a mi entender; pero constituye una verdad que va fortaleciéndose con el decurso del tiempo, a medida que va incrementándose el conocimiento proporcionado por las ciencias que estudian los grandes procesos de las sociedades. La historia no tiene fin, pero no se devuelve, aun cuando aquí y allá ocurran retrocesos.

Los socialismos reales –los únicos que han existido, y cuya existencia fue un fenómeno histórico principal y gravemente dañino, en gran medida terrible- no revivirán en los países donde fueron implantados y se derrumbaron; y no desandarán el camino hacia la inevitable caída en los países donde todavía el derrumbe (caso del imperio soviético) o la reforma fundamental hacia el capitalismo de Estado (caso de China) se han retardado (Cuba y Norcorea).

No es sólo el gran poder –económico, político, militar, ideológico y cultural del stablishment norteamericano y el poder transnacional en la era de la globalización los que impiden e impedirán la ocurrencia de esas revoluciones. Es también el poder de las fuerzas sociales y políticas consecuentemente reformadoras y progresistas que pueblan una parte significativa del mapa planetario. Tales fuerzas tienden a crecer.

El gobierno de la cúpula militar-civil en la cual Chávez ejerce una amplia jefatura va en sentido contrario al de la historia que está transcurriendo. No va hacia el progreso económico-social ni hacia el progreso democrático. No puede ir en la dirección de una revolución anticapitalista porque carece de la fuerza necesaria. La intensa prédica sobre el “socialismo del siglo XXI” con la cual el jefe único, y unos pocos dirigentes relativamente cultos que lo siguen incondicionalmente, buscan ganancias políticas internas y externas es una farsa.

Empero, mientras la farsa ideológica y la política real no sean combatidas eficientemente, en todos los terrenos, el régimen se prolongará.

A este problema central dedicaré la próxima serie de artículos.

NOTA:

El 18/03/07 recibí un e-mail del señor Román José sandía en el cual se critica que haya señalado a Heinz Dieterich como “intelectual acreditado”. Él tiene mucha razón. Corrijo, por lo tanto, la corta línea (último párrafo de la primera página) donde aparece el juicio equivocado.

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