Opinión Nacional

Socialismo a la venezolana

Recientemente Nicolás Maduro aludió a la expresión «socialismo a la venezolana», atribuyéndosela a este editorialista.

En realidad, ella surgió dentro del contexto del debate teórico y político del cual nació el MAS, que la hizo suya, prácticamente como divisa. El MAS de los años 70 del siglo pasado implantó tal noción, precisamente para contraponerla al término «socialismo real», confiscado por el comunismo soviético, quien lo hizo suyo, desnaturalizándolo con una práctica que lo negaba por completo y de hecho pasó a confundirse con el término «comunismo», que definía el régimen existente en la URSS y su imperio que poco o nada tenía que ver con una concepción democrática y humana del cambio social. «Socialismo a la venezolana» fue la huella que marcó el MAS de entonces, para indicar que, aunque desprendido del PCV, pretendía caminar por un terreno que nada tenía que ver con los millones de kilómetros cuadrados que cubría el mundo soviético.

«Socialismo a la venezolana» significó, simplemente, que el MAS, partido de izquierda, no era comunista, aunque asumía el socialismo como deseable puerto de llegada. Ello comportaba la ímproba tarea de limpiar el concepto de todas las adherencias perversas y mistificadoras que le había adosado el comunismo soviético y que tanto daño hicieron a las causas progresistas y liberadoras mundiales. Se trataba de restituir al socialismo la connotación humanista y democrática que debía serle propia, separándolo de esa siniestra experiencia.

Si Nicolás Maduro pretende definir al chavismo también como una forma de «socialismo a la venezolana» tendría que establecer sin ambages, en teoría y práctica, la naturaleza democrática de aquél.

No pretendemos afirmar que vivimos bajo una dictadura; el chavismo ciertamente no lo es, pero, también, ciertamente, las credenciales democráticas del régimen están bastante averiadas. Esto no es una dictadura monda y lironda pero definir al chavismo como una democracia pura y dura exigiría un esfuerzo de imaginación. El autoritarismo, rasgo prominente y definitorio del chavismo, es ajeno a la democracia, y por ende, al socialismo, que por esencia comporta el libre debate de ideas, sin imposiciones de «autoridades» que «velan» por la «pureza» de un pensamiento que se pretende no sólo único sino EL verdadero. También es ajeno a la democracia (y por tanto al socialismo) el militarismo, rasgo igualmente prominente y definitorio del chavismo. El pensamiento militar, como ideología de la institución armada, es en esencia no-democrático porque la institución no lo es ni puede serlo. No es un defecto sino su virtud. Tal es la concepción que debe serle propia. En una fuerza armada no se debate sino que se obedece, en todas sus instancias propias y, además, por esencia se la supone (aunque en América Latina más bien ha sido no pocas veces al revés) subordinada y obediente al poder político de la nación.

Estas son cosas que el «socialismo a la venezolana» originalmente dejó claras, pero que el «socialismo a la chavista» ha confundido hasta el presente.

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