Opinión Nacional

Socialismo sin brújula

La aventura más arriesgada del presidente no es su confrontación
con el imperio, no. Más temerarias son dos medidas concomitantes, la discusión sobre la índole del socialismo bolivariano y la explosión del poder comunal, tacos de dinamita bajo la suela del zapato. En esta ocasión sólo puedo abordar el primero.

El presidente enciende cinco motores que nos llevarían al neosocialismo, pero el debate apenas se inicia. Nos encaminamos pues hacia algo que aún no existe. Precisamente eso es lo inquietante porque los enfoques presentados por voceros del oficialismo son bien excluyentes, comenzando por los que confunden socialismo con caridad social, o con paternalismo, populismo, igualdad en abstracto u “hombre nuevo”. Son, todos ellos, efectos esperados, pero no socialismo en sí Sin cambiarles una letra, son también los “efectos esperados” por el nazismo, el fascismo y el peronismo. Todos ellos hablaron de hombres y estados nuevos y todos aplicaron medidas sociales que tuvieron algún impacto.

La revista Gumilla hace su aporte a la confusión haciendo creer que socialismo es lo que llama Democracia Popular. Quiere decir: “democracia que se aproxime al pueblo y conviva con él”, tal como siempre han pregonado y a veces aplicado la socialdemocracia y la democracia cristiana. Monseñor Moronta incorpora al debate la doctrina social de la Iglesia, que apunta más bien al corazón humano y no a los sistemas políticos. Dad al César lo que es del César…., enseñó el Mesías, cuyo desinterés por la política y el poder era notorio. ¿Cómo meter el catolicismo social en el debate que un gobierno promueve sobre estrategias para alcanzar sus objetivos político-revolucionarios?.

Cuando se habla sin chapuzas del socialismo, resulta harto difícil ignorar dos versiones: la “a-histórica”, y de allí que se aluda sin rubor al Cristo socialista y luego, sin pestañear, se recomiende al Episcopado leer las obras de Marx. Y la histórica, para la cual el socialismo no es intemporal; no pudo preceder al capitalismo, en cuyo vientre se estaría gestando. No hay hijo sin madre y la del socialismo, según Marx, es el capitalismo. No hubiera escapado de los demoledores sarcasmos del gran pensador alemán quien le viniera con aquello del Jesucristo socialista.

El socialismo entonces no es “limosna para los pobres” ni prometer una abstracta igualdad. Y aunque el comunismo marxista resultó otra quimera inaplicada e inaplicable, fue el que la tercera parte del mundo trató de aplicar sin que en ningún caso sonara la flauta. Lo cual obliga a la humildad, si recordamos tan enorme cantidad de intentos frustrados. Grandes teóricos como Gramsci, Togliatti, Lenin, Trotski, Bujarin, Mao, Kardelj, Luckacs, Bettelheim, Garaudy, Sartre, André Gorz, Baran, Mariátegui ensayaron todas las variantes imaginables y lo hicieron con profundidad. El fracaso fue completo y no obstante, el presidente Chávez espera vencer donde naufragaron tantas luminarias.

¿Pero por qué naufragaron?
Primero, porque según Marx y sus epígonos, en el comunismo desaparecerían paulatinamente y sin pausa la burocracia y toda forma de autoridad, el ejército permanente, el dinero, el mercado y el Estado mismo. ¿Ocurrió eso en algún lugar del mundo? No, fue lo contrario: la burocracia estatal y la economía pública se multiplicaron rápidamente, y de allí que la estatización de la industria, agroindustria y empresas financieras y de comercialización nos esté ofreciendo este Estado adiposo y corrupto que siguen (así no lo crean y juren lo contrario) los aprendices de brujo que lo han disparado. Porque el poder tiende a crecer como río desbordado si no encuentra contrapesos o si éstos han sido reducidos a simples apéndices del jefe revolucionario.

En su Prefacio a la Crítica de la Economía Política, Marx postuló que las fuerzas productivas sociales romperían las relaciones de producción basadas en el derecho burgués. La revolución irrumpiría liberando el volcán productivo hasta ese momento reprimido, de modo que el socialismo dejaría en pañales al capitalismo en producción y tecnología ¿Se conoce un solo caso que lo demuestre?
El Presidente Chávez cree ser original pero carga en el alma esas dos causas de muerte: su burocracia estatal crece exponencialmente, y declina la capacidad productiva venezolana en medio de la abundancia fiscal. Somos ahora una gran economía de puertos, dependiente de un solo renglón de exportación. Ni los 40 años lograron semejante hazaña.

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