Somos mayoría
Me niego a aceptar esa verdad, por revolucionaria que sea. Creo que el 26S el pueblo venezolano demostrará que de diez venezolanos, por lo muy menos seis merecen ser los herederos legítimos de Simón Bolívar. Y cuatro volverán, una vez más, a comer mierda.
Si bien hoy no creo en las revoluciones – por las que en el fulgor de mi juventud hubiera dado la vida – pues como la demuestra la experiencia de dos siglos de historia universal todas las revoluciones comienzan prometiéndonos el cielo y terminan empujándonos al infierno, pocas definiciones de la verdad me parecen más acertadas que la que diera en su momento un comunista italiano, revolucionario ejemplar – no de los vividores de la revolución tipo Rangel, Diosdado, Izarrita, Isea & Cia. que se llenan la boca con ella para llenarse los bolsillos – llamado Antonio Gramsci, “muerto”, es decir “asesinado” en las mazmorras de Mussolini: “sólo la verdad es revolucionaria”. La conclusión es lapidaria: la mentira no lo es. Muchísimo menos lo son los mentirosos. Todo lo cual viene a significar con una lógica matemática que los ladrones del régimen serán cualquier cosa, menos revolucionarios.
Saco a colación la irrebatible sentencia gramsciana, pues puestos en el brete de definir nuestras vidas, “sólo la verdad es revolucionaria”. Y a juzgar por las encuestas, en esta hora crucial para el destino de la Patria uno de cada tres venezolanos aplaude, comparte y chapotea dichoso en las pantanosas pestilencias del chavismo. No importa cuán grosero, felón, mentiroso, cruento y despótico sea el caudillo. Nada importa que le haya entregado la soberanía del país a los invasores cubanos. Lo aman. Lo cual viene a significar, siempre de acuerdo a las encuestas, que varios millones de venezolanas y venezolanos gozan una barbaridad practicando la coprofagía revolucionaria, son cómplices de los desmanes y atropellos criminales del teniente coronel, aplauden la entrega de nuestra soberanía y no tienen empacho en lamérselo a un teniente coronel golpista con inenarrable orgullo por hacerlo. La verdad, aunque severa, es amiga verdadera. O, si lo prefieren en lenguaje gramsciano, esa es la verdad y “sólo la verdad es revolucionaria”.
De los otros dos venezolanos restantes, siempre de acuerdo a las encuestas, a uno esta revolución y sus desafueros no le da ni frío ni calor. Son NINIs o dicho en venezolano: la muerte de Franklin Brito, los ciento cincuenta mil homicidios y el millón de millones de dólares tirados al pote de la basura, así como los cortes de energía eléctrica, la carestía de la vida, la colosal inseguridad y la traición a la Patria “le sincuida”. Lo cual vendría a significar, según las más reputadas encuestadoras, que a dos tercios del país el actual desastre les sabe a ñoña.
Queda un tercero: es el que carga a sus espaldas con la dignidad nacional. Son los millones y millones de venezolanos conscientes, decentes, que no transan su amor por la libertad por una pechuga de pollo ni está dispuestos a amparar un régimen de asesinos, ladrones, traidores y entreguistas. Esa sería la verdad, según las encuestas.
Me niego a aceptar esa verdad, por revolucionaria que sea. Creo que el 26S el pueblo venezolano demostrará que de diez venezolanos, por lo muy menos seis merecen ser los herederos legítimos de Simón Bolívar. Y cuatro volverán, una vez más, a comer mierda.
Con el perdón de esos cuatro chavistas que se niegan a ver la realidad apabullante que tienen ante sus ojos, sea por ignorancia, por miedo, por conveniencia o por estupidez: la mayoría de los venezolanos no acepta la canalla chavista. Carguen, pues, con las consecuencias. Pues cuando en Venezuela vuelva a brillar el sol de la libertad, los tendremos en cuenta.
