Opinión Nacional

Soy loco….

No me siento en capacidad ni me anima la suficiente audacia para explicarle a nadie (ni a mí misma) por qué el castellano o español es quizá el único idioma en el que los verbos Ser y Estar son distintos. Por tal motivo es muy frecuente la confusión en que incurren quienes hablan idiomas de raíz germánica como el inglés y también romances o derivados del latín como el francés, italiano y portugués, cuando quieren decir que alguien es (tal o cual cosa) o que alguien está (en tal o cual sitio). Por ejemplo en vez de decir: yo estoy en Caracas que es lo correcto, suelen decir yo soy en
Caracas. Los pobres se vuelven un ocho al tratar de hablar español
correctamente porque no es lo mismo decirle a alguien tú eres enfermo, lo que significa una continuidad en esa condición de mala salud: eres diabético reumático, pervertido, drogadicto, orate o estreñido; que decirle tú estás enfermo lo que sugiere temporalidad: estás enfermo ahora de gripe o dengue o
indigestión, pero dejarás de estarlo en algún momento, sanarás.

Confieso que jamás me habría ocupado de este tema que es propiedad casi privada (no invadible) de mi admirado amigo el académico Alexis Márquez Rodríguez, sino fuera por el nombre que la escuela de samba Villa Isabel, eligió para concursar en el reciente desfile del carnaval carioca. La inmensa carroza patrocinada por los petrodólares de la industria que los produce y que según reza la cuña institucional ahora es de todos (????) más lo que en brasilero se llama enredo (que parece ser, a diferencia de la acepción castellana, algo así como la letra de una canción) tenía un título ¡Soy loco por ti América! Evidentemente se trató de un título en portuñol, porque en correcto español la enseña debió ser Estoy loco por ti América.

Volviendo al tema del ser y estar, no sabemos si los financistas pedevecos estuvieron conscientes de lo qué hacían; hay rumores, podríamos llamarlos chismes, sobre las difíciles negociaciones entre Wilson Moisés Alves, un tipo que ni canta ni baila pero se ganó el premio por ser el capo de Villa Isabel, y los más altos funcionarios de nuestra industria bandera obligados a cumplir el
mandato del comandante en jefe. Los hermanos brasileros informados de que había mucho billete de por medio, comenzaron por una cifra realmente astronómica hasta para la generosidad oficialista, pero regateando se llegó a una cantidad que aunque permanece en las brumas como casi todas las erogaciones de este gobierno, debe haber sido bastante jugosa para que Wilson Moisés reconociera emocionado la importancia decisiva del aporte de Petróleos de Venezuela.

Pero no nos apartemos del tema que es la diferencia entre ser loco y estar loco. Pareciera que obsesionados por cerrar el negocio, los pedevecos criollos olvidaron las implicaciones semánticas del nombre que llevaría la inmensa carroza con la figura no menos inmensa de El Libertador Simón Bolívar; amén del montón de garotiñas y garotiños meneando el trasero al ritmo de la samba-enredo con el mismo apelativo: ¡Soy loco por ti América!
¿Quién es el loco? Fíjense bien que se trata de ser loco y no de estar, es decir que hay cierta continuidad en el estado de demencia. ¿Acaso Wilson Moisés Alves o la escuela de samba Villa Isabel? Permítanme dudarlo. Los brasileros nunca han estado locos por nada ni por nadie que no sea Brasil.

Hace apenas unos meses visité Porto Alegre, Río de Janeiro y Salvador de Bahía y me llevé la misma sorpresa que en mi primer viaje a esos lares hace casi cuarenta años: los brasileros en general, me refiero a la gente común, son de una ignorancia supina de todo lo que se refiera al mundo en general ya Venezuela en particular, algunos ni siquiera saben que somos países fronterizos.

El loco es decir el que confiesa soy loco, podría ser entonces esa versión libre y poco ortodoxa de la figura de nuestro Libertador. ¡Tamaña irreverencia! Es verdad que todos los grandes hombres tienen su toque de locura, y había que tenerlo para realizar la hazaña que culminó con la independencia de cuatro naciones y la creación de una quinta. Además, a pesar de las dudas sobre su autenticidad, el delirio sobre el Chimborazo fue eso -un delirio- que es una pérdida de la razón aunque momentánea. Pero
llamar loco a Bolívar o hacer que él mismo -a 175 años de su muerte- se autocalifique como loco, me parece un irrespeto inadmisible, sobre todo viniendo de los brasileros que por ser una colonia portuguesa, no recibieron ni un saludito de nuestro Libertador cuyo rollo, sin duda, fue con la corona española.

Seguimos sin saber quién es el que confiesa estar loco o a quienes en su portuñol llamaron loco los sambistas (y sablistas) de Villa Isabel. Lo primero no parece muy lógico porque no es fácil que alguien realmente loco reconozca su estado demencial. Lo segundo, de ser lo que imaginamos, significa morder la mano del amo que te da de comer. Y sin ánimo de intrigar en contra de nadie o instigar retaliaciones, pienso que se ciernen graves responsabilidades sobre los hombros de quienes negociaron con Wilson Moisés.

Ya ni siquiera importa si fueron un millón de dólares o dos o tres. Lo que realmente nos concierne es que alguien que no es cualquiera sino muy alguien ha pagado para que unos abusadores lo llamen loco, y que de eso hayan sido testigos miles de millones de televidentes en la aldea global. Creemos que la Asamblea Nacional debe abrir una investigación y que rueden las cabezas
que tengan que rodar.

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