Opinión Nacional

Subordinación indignante

Los gobiernos de la era democrática, al igual que lo fue el gobierno de Pérez Jiménez y su programa del Nuevo Ideal Nacional, compartían un programa económico de corte estatista. El estatismo tiene su máxima expresión durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, período durante el cual prácticamente se estatiza la mayor parte de la economía del país, toda la industria básica, petróleo, aluminio, hierro, electricidad. Pero los precios del petróleo ceden y el auge del programa estatista pierde impulso.

El estatismo en Venezuela, que había venido retrocediendo a lo largo de los últimos años más como producto del agotamiento económico de los gobiernos de turno que de la convicción ideológica de un modelo económico anacrónico y fracasado, recibió en estos últimos 10 años un refrescamiento muy importante como consecuencia del prolongado y favorable ciclo alcista en los precios del petróleo, como nunca antes se había registrado en la historia contemporánea. Un tanto similar pero no de la misma magnitud e intensidad ha ocurrido en el área de las materias primas que usualmente exporta nuestro país, como lo serían mineral de hierro y sus derivados primarios, alúmina y aluminio primario, oro y su transformación básica, níquel, productos petroquímicos, sólo para mencionar los más importantes.

Nuevamente, el Estado venezolano se encontró con un elevadísimo superávit fiscal disponible para nuevos ensayos; lamentablemente, los mismos no serían realizados tomando en cuentas las experiencias fallidas, tanto en nuestro país como en otros países.

El modelo escogido a seguir no había sido capaz de mostrar logro alguno salvo el empobrecimiento generalizado de sus habitantes, el retroceso histórico más deplorable.

Sin embargo, ese modelo presenta un éxito como ningún otro modelo en el mundo.

Es el único modelo que le ha permitido a un hombre mantenerse en el poder por el mayor número de años, ejerciendo el mismo en una forma autocrática y despiadada. El modelo cubano es el paradigma de la revolución venezolana e inexplicablemente se demuestra nuevamente que la fuerza de las ideas está muy por encima del dinero, de las armas, de los ejércitos.

Lejos de subordinarse el país pequeño y empobrecido al país grande y mucho más rico, encontramos que es nuestro país por la vía de quienes nos gobiernan el que queda subordinado a los destinos y designios cubanos.

Ahora resulta ser que nuestra gente no sabe de electricidad, de deporte, de salud, de medicina, de siderurgia, de seguridad, de agricultura, de informática, de puertos, de petróleo, de lo que el lector desee escoger. Hasta las fuerzas armadas necesitan el asesoramiento cubano para operar. Los servicios de identificación, notarías, registros, los servicios de salud, la misma Pdvsa, la crisis eléctrica, no es posible recorrer la Administración Pública sin encontrarse en ella la presencia de funcionarios cubanos, cada vez menos veladamente. Como dicen algunos de ellos, con marcado desenfado, vayan acostumbrándose pues este país lo tenían prestado.

El estatismo venezolano, al igual que sus iguales en otros países como México, Perú, Uruguay, presentaba una fuerte dosis nacionalista, casi chauvinista, a diferencia del actual estatismo gubernamental que funde y subordina nuestro país a los intereses cubanos en términos ideológicos y políticos y en términos mercantiles, mas no ideológicos, a los brasileños.

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