Telarañas

Algunas personas asumen ciertas tesis políticas como supuestas verdades indubitables. Y desde la autosuficiencia de esas presuntas verdades pontifican acerca de las conductas “políticamente correctas”. ¿Por qué no repensar esas premisas? Para calibrar si son consistentes como fundamentos o si no son más que telarañas sobre las cuales no se puede soportar nada. Daré tres ejemplos, a beneficio de inventario.

Hay un pensamiento que desconoce la realidad, ya que supone que la oposición tiene una mayoría muy amplia, pero que no vale la pena acudir a las elecciones porque “el CNE nos hará trampa” o, en cualquier caso, “Chávez no entregará jamás el poder por vía electoral”. En este tinglado mental hay tres creencias concatenadas. No voy a comentar por ahora ni la segunda ni la tercera. Simplemente diré que no es verdad que la oposición sigue siendo mayoría. Lo fuimos hace tres años. Hoy en día no lo somos. El 45 por ciento de los venezolanos se denomina chavista, el 40 por ciento se denomina ni-ni y sólo el 15 se dice de oposición…

Hay otro pensamiento, que podría denominar esotérico, expresado reiteradamente por Alvarez Paz, quien indica que no hay que caer “en la desviación electoralista” porque “el problema no es electoral sino existencial”. Cuando se le pregunta sobre el objetivo de esa batalla “existencial” responde, descubriendo el agua tibia, que es “salir de Chávez cuanto antes”. Pero es incapaz el veterano político de decir una sola palabra inteligible sobre el cómo lograrlo, sobre una estrategia alternativa.

Un tercer modelo lo representa el intento de Súmate de imponer el método de las primarias, porque “así lo quiere el 63 por ciento de los opositores”. Pero ocurre que hasta ahora a los ciudadanos no se les había presentado un serio análisis sobre los pro y los contra de ese método y de otros, tal como acaban de hacer los profesionales y expertos del equilibrado grupo La Colina, a partir del cual se aprecia que las primarias son el peor método. Se estaría repitiendo el mismo error que supuso ir a un paro porque “así lo quería la gente”, sin percatarse que “la gente” había sido inducida previamente por ciertos líderes sobre la conveniencia de ese camino.