Opinión Nacional

Tenida parlamentaria

(%=Image(7471051,»L»)%)La nueva Ley Orgánica de Educación está siendo un doloroso y largo parto, que puede empero culminar en un hermoso y saludable bebé. El martes pasado me pasé toda la mañana y alguna buena parte de la tarde en la Asamblea Nacional, como observador de la primera discusión en plenaria de esta ley. Siempre es una experiencia insólita asistir a una ‘tenida parlamentaria’. Se asombra uno de la notable capacidad de desorden de los diputados, de su adicción al chicle, de la manía que tienen algunos de ‘pasillanear’, y nunca falta el que llega tarde con el pelo mojao’ y olor a jaboncito chiquito.

De veras, yo recomiendo a quien pueda acercarse alguna vez a una sesión de la
Asamblea, lo haga. Es una experiencia sociológica. La realidad supera con creces a lo que pueda ofrecernos la televisión.

En fin, «tenida parlamentaria» para revisar el que debería ser el instrumento legal que saque a la Educación de la lamentable situación en la que se encuentra. El proyecto se presenta con bombos y platillos, casi como un producto de exportación. El Diputado Farías toma la palabra y ocupa varios minutos más de los necesarios en los argumentos iniciales. Creo que merecía más aplausos de los que le fueron ofrendados por sus compañeros de bancada. Han debido al menos reconocer que el hombre les hizo buena parte de la tarea. Pero «pasillanear», hablar por teléfono, intercambiar chistes y chismes, era más importante. Y pensar que buenos cobres les pagamos por ello.

Que la sociedad civil haya tomado la palabra para expresar sus opiniones y reparos fue, a juicio de esta escribidora, la parte crucial del asunto. Y a pesar del desaire que los diputados hacían al no prestar la debida atención, muchas cosas trascendentes fueron dichas, y registradas en la bitácora del Capitolio. Las formalidades importan, aun cuando quienes manejan los asuntos parlamentarios lo hagan con displicencia y tan inelegante estilo. Lo dicho, apuntado está.

El proyecto de ley fue aprobado en primera discusión. Algunos de quienes hicieron uso de la palabra en la tribuna de oradores, perdieron la oportunidad de quedarse callados y evitarnos el indeseado regalo de algunas cuantas sandeces. Pero la tentación era grande, las cámaras de televisión estaban encendidas, y no era cuestión de ‘pelar el boche’. Así, al profesor Istúriz, hoy aspirante a la presidencia de la cúpula sindical, más le habría valido limitarse a su «charm», a su natural sonrisa. Lamentablemente, se lanzó en una suerte de prédica reveladora de varios detalles. (Entretanto, Willian Lara comía papitas.) Fue más que evidente que Aristóbulo no se había leído el proyecto de ley, y que alguien, acaso también ignaro, le había hecho el apunte. Eso hizo que no diera méritos a una ley que reivindica laboralmente a los maestros, profesores y trabajadores de la enseñanza, colocándolos a la par de la administración pública. Lamentable e imperdonable error por parte de alguien que desea liderar a los trabajadores.

Mas esa no fue su única torpeza. Desde tempranito empezó a meter la pata, pues sus palabras comenzaron por un ‘saludo a los colegas’, olvidando tal vez que no es diputado porque perdió en las elecciones, que ni el puebloni el Presidente quisieron que ocupara una curul.

Pero allí no se quedó la cosa, y Aristóbulo nos regaló aún tres conceptos. A su juicio, la ley no sirve porque no tiene suficiente preminencia de Papa Estado, que se deja demasiado al arbitrio de los padres y representantes. Faltó que enarbolara una bandera con la frase «!Arriba el Estado Docente! ¡Abajo la sociedad educadora!».

Sin embargo, el asunto no termina ahí, y el caldo se puso bueno y sabroso cuando el Profesor, hablando por la tapa de la barriga, arguyó que esta ley no debe ser producto del consenso; es decir, que no hay que ponerse de acuerdo, vaya pues, echando por tierra el trabajo de meses de la Comisión. La cara del Diputado José Luis Farías, quien lleva meses trabajando como loco para lograr el ansiado consenso, era un verdadero poema. Por poquito no se desmaya. Pero como éramos muchos y parió la abuela, Istúriz, perdiendo el beneficio que otorga el oportuno silencio, declara que lo que debe imperar no debe ser el Estado de Derecho sino el Estado de Justicia. Y a todos los legisladores se les puso la piel de gallina ante semejante aseveración.

Más de uno estuvo al borde de un espasmo, pero Iris Varela corrió a abrazar a Aristóbulo, aun cuando pude observar que sólo prestó atención a un tercio de
su discurso.

De cualquiera manera, y a pesar de la prédica insensata, infeliz, politiquera y tan fuera de lugar de Istúriz, el proyecto fue aprobado en primera discusión. Ahora es cuando hay trabajo pendiente. Que no es cuestión de darle mateo al asunto. Es bueno el proyecto, pero requiere profundo análisis y dedicada revisión.

Menos mal que Aristóbulo no es diputado.

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