Opinión Nacional

¡Tetas nuevas, vida nueva!

Una de las perversidades más evidentes en torno al tema de la cirugía estética es que se trata de dividir en dos bandos a quienes tienen algo qué decir al respecto. Más aún, se trata de llevar el tema a un enfrentamiento del tipo “estás a favor o en contra de la belleza”, como si la belleza fuese un fin en sí mismo, cuando en realidad –a nivel de esta discusión- es simplemente un medio.

Para mí el problema no radica en el hecho en sí, sino en las razones, el móvil de la persona que se somete a una intervención quirúrgica para verse mejor. ¿Qué hay detrás de todo eso? ¿qué hay detrás del concepto estandarizado de belleza en Venezuela? Para mí no es sino un gran negocio que vive de la falta de amor propio.

Si usted se opera para corregir un defecto o para resaltar un atributo, este procedimiento no le va a cambiar la vida, simplemente la va a hacer sentir más cómoda con su cuerpo, entendiendo que el cuerpo no es un objeto sino parte de un todo que es el sujeto, es una porción del individuo integral. No creo que debamos caer en la hipocresía de satanizar todas las acciones que impliquen vernos mejor, porque entonces allí entrarían las operaciones de corrección de las líneas de expresión, la rinoplastia, el uso de cremas, el maquillaje y todo aquello a lo que estamos acostumbradas las mujeres para vernos y, lo más importante, sentirnos bien con nosotras mismas.

Sin embargo, cuando una mujer se somete a una operación para “cambiar su vida”, cuando cree que unos implantes van a modificar radicalmente su futuro, en mi opinión esa mujer tiene un problema serio, y el mal no está en su cuerpo sino en su mente. ¿Qué busca una mujer que convierte su cuerpo en el centro de su vida? ¿Qué tipo de hombre espera encontrar? ¿quiere ser amada o sólo ser deseada?

El asunto es que, en determinados casos, y por lo que he podido observar es la mayoría, la mujer se transforma en un pedazo de carne que –como tal- va a ser consumida. Esto es algo que se puede ver en cualquier calle, en cualquier café, en los bares, las discotecas; una mujer que se pone unos implantes de senos – para no caer en la discusión científica del significado de mayoría prefiero decir la mayoría de las que he visto- no lo hacen sólo para lucírselo a sus parejas, para disfrutarlos en la intimidad. Lo que Yo he visto son hembras que se exhiben para atraer al macho, en la forma más animal y primitiva; muestran al mundo una recién adquirida seguridad en sí mismas que está sostenida en un cuerpo que no es propio.

¿Qué ocurre después? Dado que el ser humano es un ser integral, todos deseamos ser amados por lo que somos, no por lo que parecemos ser. La mujer que conquista a un hombre a través de una imagen netamente sexual, porque este tipo de intervenciones (según mi percepción) tiene un fin sexual, se ve atrapada en un juego perverso que ella misma creó. Después de un breve lapso se da cuenta que ella desea ser amada y respetada como mujer, pero no sabe cómo pasar a ese nivel porque se vendió como hembra. Cuando ya no quiere ser vista como un objeto sexual se enfrenta a la ansiedad de dejar ver lo que hay detrás de la silicona, los tacones y el maquillaje. Pero ¿sabe ella qué hay detrás de eso? Quizá no. Puede que haya estado demasiado ocupada tratando de ser lo que no era como para dedicar tiempo a descubrir qué es lo que ella tiene para ofrecerle al mundo.

Yo he conocido casos de mujeres que piden adelanto de prestaciones sociales, caja de ahorro, incluso se endeudan, para ponerse implantes de senos. Muchas de estas mujeres no tienen casa propia, no han terminado los estudios, nunca tienen dinero para hacer un curso de desarrollo personal, pero se someten a cirugías estéticas. ¿Qué nos dice eso? Al menos Yo lo que leo entre líneas es que su activo es su cuerpo.

Al final del día estas mujeres nunca terminan de sentirse bien consigo mismas, porque esa inseguridad que las llevó al quirófano sigue ahí y no hay cirujano plástico que la extirpe. Cuando se enfrenten a una situación donde aparezca otra mujer que esté “más buena” o –peor aún- cuando su hombre se muestre interesado en la conversación de otra mujer, todos sus fantasmas van a volver y se van a sentir miserables porque no podrán entender qué es eso que a ellas les hace falta para mantener un hombre al lado, y mantenerlo feliz. Después de esto puede que vuelvan al quirófano a corregir algún otro defecto físico al que culpen por no sentirse bien.

La falta de autoestima es el mejor negocio para los cirujanos y todos esos “profesionales” que viven de vender productos que “lo ayudarán a sentirse mejor”. Resulta mucho más económico, mental y financieramente, someterse a una operación de autoconocimiento antes de entrar a un quirófano, preguntarse por qué y para qué hacerlo. Piense que lo que está pagando por verse bien puede invertirlo en su formación como ser integral; piense que corre menos peligro conociéndose a sí misma y descubriendo todo lo valioso que puede ofrecer, antes de someterse a una carnicería que le puede costar incluso la vida. Y no crea que las probabilidades la favorecen, porque apuesto a que lo mismo pensaron todas las mujeres que han muerto a causa de este tipo de intervenciones.

Seguramente después de descubrir que se tienen cosas mucho más valiosas que un buen cuerpo, cosas que seguramente no se pueden introducir en otro ser, porque son propias de cada individuo, desista de la idea de pagar por algo que no necesita, porque habrá descubierto dentro de sí aquello que no tiene precio.

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