Opinión Nacional

Un día de gloria (II)

Pocas veces la historia le ofrece a los mortales una ocasión tan singular de reproducir un evento con medio siglo de diferencia: aquellos de nosotros que no estuvimos hace 44 años en la plaza O’Leary pudimos estar allí con la misma pasión, la misma voluntad y el mismo entusiasmo que movió a aquellos que salieron a brindarnos estos cuarenta y cuatro años de paz y democracia en aquella fecha insigne. Y con los mismos propósitos. Dichosos aquellos que vivieron los dos 23 de enero. Dichosos todos los venezolanos, pues este miércoles 23 de Enero volvió a sellarse una alianza que trasciende vidas personales y generaciones: la alianza – que es un compromiso sacramental – por una Venezuela justa y democrática. La alianza por una Venezuela renovada. La alianza por una Venezuela mejor.

Han cambiado las circunstancias, han cambiado los protagonistas, ha cambiado el contexto internacional y sin embargo se mantiene inalterable el mismo espíritu que animó a ambas masivas expresiones de solidaridad ciudadana. Lo que los nuevos tiempos han querido bautizar como “sociedad civil” y entonces llevaba el más simple y categórico de “pueblo” salió a la calle llevado por el impulso de expresar una inquebrantable voluntad. Traspasa esta voluntad cualquier intento de manipulación autoritaria. Y sobrepasa con mucho los buenos deseos de las organizaciones políticas que se sumaron a este espontáneo deseo popular de decirle basta a los atropellos e ignominias de un gobernante autoritario e incapaz. Pueden todas las organizaciones políticas que se adhirieron al llamado – desde Acción Democrática hasta Primero Justicia – sentirse felices de tan esplendoroso resultado. No se debe a ellos. El valor de nuestras organizaciones partidistas estuvo en saber comprender el sentimiento que anima a la población venezolana, respetar sus iniciativas y sumarse a ellas con grandeza y sabiduría. Este 23 de Enero –exactamente como aquel- perteneció al pueblo venezolano, a su sociedad civil, que salió a la calle por una profunda motivación interior. Y hasta se permitió dar una lección de civismo y responsabilidad histórica.

Esa decisión popular debe ser respetada. Todos los partidos políticos deben comprender que se deben a ese espíritu. El dueño, amo y señor de la historia es el pueblo, la sociedad civil, la mujer y el hombre de la calle. De toda edad y condición. Desde los sectores pudientes hasta los más menesterosos. Pues esta maravillosa voluntad que se expresó este miércoles 23 de enero no sólo desea una Venezuela libre y democrática. También quiere una Venezuela moderna, industriosa, emprendedora y justa. Una Venezuela que vea en los hechos el progreso material de todos sus hijos. Una Venezuela con un envidiable sistema educativo y un excelente sistema hospitalario a la libre y gratuita disposición de todos. Una Venezuela de la que podamos sentirnos orgullosos.

Es la lección que nos deja este hermoso 23 de Enero. Que nuestra clase política –la que existe y la que está naciendo – lo comprenda y sepa serle fiel. Para que los herederos de nuestros partidos mayores no vuelvan a repetir los errores que hundieran en el descrédito a ese primer 23 de Enero. Para que la nueva generación política no corra a apoderarse indebidamente de lo que aún no merece. Para que la unidad de todos los hijos de Venezuela se anteponga a cualquier ambición mezquina: es la hora de la grandeza.

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