Opinión Nacional

Un gobierno disociado

En algún recóndito lugar de nuestro ánimo albergamos siempre la prudente esperanza de que, en medio de una declaración, en la escenografía de un ejercicio retórico, Nicolás Maduro tenga un ataque de sensatez, un acceso de sentido común. Aguardo paciente frente al televisor, a ver si de su bigote salta alguna frase del tipo: “Lo siento Profesor Giordani, pero debemos reconocer que nos hemos equivocado”, o tal vez algo así como “El modelo económico que hemos construido ya no es sostenible”, o quizá algo que suene a “convocamos a todos los sectores del país, más allá de sus posiciones políticas, a sentarnos para diseñar un conjunto de medidas económicas que podamos aplicar mediante consensos”. Pero no, en fracciones de segundo de escuchar la cadena, de observar la declaración respectiva, allí está, navegando sobre la descalificación, guindado de una acusación, aludiendo a la guerra económica, y sobre todo, insistiendo, por enésima vez, en el error, en la históricamente comprobada y fallida ruta de los totalitarismos y comunismos, hoy recuerdos nefastos de la pobreza, el sufrimiento y la estupidez humana.

Las recientes “medidas” anunciadas, que no son más que la confesión de una radicalización sospechada, dejan intacta la distorsión cambiaria creada por su fracaso e incapacidad, y apuntan hacia un mayor y más intenso control de la actividad económica, de los precios, sazonado con la estigmatización y criminalización de los comerciantes y empresarios privados, a quienes califica en trance tolerante y respetuoso de “burguesía parasitaria y golpista”. Maduro aprovecha los innegables abusos y conductas reprochables de remarcaje y especulación en las que han incurrido algunos empresarios, para arremeter contra negocios y establecimientos, sin el debido proceso, sin respetar el derecho a la defensa y teniendo en su poder todo el arsenal legal y normativo para adelantar una fiscalización sin necesidad de incitar al “saqueo organizado”, o a vaciar anaqueles.

El problema no es la distorsión terrible del sistema de precios y transacciones de una economía regulada, cerrada, estatizada, en la cual el gobierno se ha encargado de destruir la empresa privada, y a la cual se acostumbró durante años, gracias a la mayor y más despilfarrada bonanza petrolera de nuestra historia, a crecientes niveles de importación y consumo, mientras se hablaba de desarrollo “endógeno” y soberanía “alimentaria”. El problema es cómo culpamos a alguien de un problema creado por la propia irresponsabilidad y soberbia gubernamental.

Maduro preside un gobierno “socialista”, que interviene empresas y allana tiendas para garantizar y facilitar el acceso a las personas de productos tecnológicos emblemáticos de la innovación capitalista. No importa si no consigues leche. No importa si no consigues azúcar, o papel sanitario. La revolución te garantiza tu Televisor a precios rebajados, tu nevera, tu secadora. Es posible que lancen dentro de poco la “Misión Plasma Adentro”.

Por otro lado, los videos que inundan las redes sociales en los cuales se aprecian los saqueos y destrucción de tiendas de equipos electrodomésticos, son evidencia de una profunda crisis no sólo económica, sino moral y socio-cultural que nos desgarra como sociedad, una sociedad sumergida en el caos y la anarquía, con un gobierno que en lugar de ser un factor de cohesión, estabilidad y apego a la Ley, alienta el resentimiento, la intolerancia y sobre todo la irresponsabilidad económica. Un gobierno divorciado de la realidad.

Axel Capriles lo ha dicho recientemente: “todo el discurso revolucionario se construye dentro de un delirio de grandiosidad que exalta los más banales actos, y hasta el fracaso, como si fueran logros extraordinarios. En palabras de López-Pedraza, estos hechos nos hablan de la infinita capacidad del hombre para los juegos estúpidos cuando se encuentra poseído por el poder». (El Universal, 7-11-13).

El gobierno juega al caos, con intensiones inconfesables y a menos de un mes de un proceso electoral municipal. Y más de un venezolano saca a relucir su espíritu de avispada ave de rapiña, captador de la renta devenida artefacto rebajado y semi-saqueado. Mientras tanto, Maduro anuncia la instalación de baterías antiaéreas en los barrios de Caracas. Y habla de Navidad. Y dice que habrá total abastecimiento de todo. Y que la inflación no es real, sino inducida. Y la Felicidad es tanta y tan abundante, que hasta se decreta y tiene Viceministerio. Y el 8-D no es día de elecciones, sin campaña ni proselitismo, ni abuso oficial, no. Es día de Lealtad y Amor a Chávez. Es triste decirlo, pero es innegable. En Venezuela tenemos un gobierno disociado.

@alexeiguerra

 

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