Opinión Nacional

Un indecoroso escrito de William Izarra.

(%=Link(«http://analitica.com/va/politica/opinion/1503827.asp «,»Entre revolución y espiritualidad»)%) de William Izarra es un escrito nauseabundo. Pretende establecer una relación causa-efecto entre la espiritualidad y el bandidaje chavista que él define como “revolución”. Para Izarra “la revolución es un acto humano de profunda inspiración espiritual. La meta que busca alcanzar la revolución es lograr a plenitud el bien común del pueblo”.

Preguntamos nosotros a Izarra: cuál revolución? La llamada revolución soialista de Hugo Chávez? Ese proceso, que ya dura diez años, ha sido la negación de la espiritualidad y ciertamente no ha estado diigido al logro del bien común. Puede ser espiritual la procacidad, la chabacanería, la patanería, la vulgaridad, el insulto sistemático a los disidentes? Puede pretender lograr el bien común un proceso perverso de corrupción institucional, de siembra de odios, de robo y despilfarro descarado de los bienes de la nación? Izarra no se cansa de insultar al país decente, como cuando fue a Machurucuto a recordar con afecto y nostalgia la invasión castrista de la década de 1960, en la cuál él tuvo participación no muy patriótica.

Argumenta Izarra que “los valores de alto contenido ético y moral..son factores que moldean el marco teórico del revolucionario”.

Es necesario preguntarle que relación puede existir entre los valores éticos y morales y la orgía de corrupción y de abuso de poder que ha caracterizado la montonera chavista de los últimos diez años. No puede existir relación alguna entre la ética y la contínua violación de los principios democráticos más elementales que lleva a cabo Hugo Chávez y su desastroso grupo de seguidores. Se necesita ser muy caradura para hablar de la ética y la moral en conexión con el desastre social, político y económico que ha producido el régimen chavista.

Dice Izarra que “el poder popular, por ejemplo, significa transferir, canalizar u otorgar la potestad de las tomas de decisiones al pueblo organizado”.

Y debemos preguntar: cuál transferencia de poder decisorio al pueblo ha efectuado Hugo Chávez en estos diez años? Al contrario, su historia ha sido una de progresiva concentración de poder, una historia que recuerda a los peores especímenes populistas de América Latina. Se necesita ser muy deshonesto para argumentar que Chávez`ha otorgado poder decisorio al pueblo. Hoy la sociedad venezolana es una sociedad humillada, vejada, ofendida gravemente por un dictador poseído por un impulso patológico de poder.

Termina Izarra su escrito diciendo que “cuando por propia voluntad el revolucionario se iguala a su prójimo…decide conscientemente la transferencia de poder al pueblo”. Esto parecería una crítica a Hugo Chávez, pero es, asombrosamente, un burdo intento de elogiarlo.

Desde Machurucuto hasta nuestros días William Izarra no ha logrado crecer ni un milímetro en estatura democrática, en estatura moral. Este escrito que hoy publica en 64.207.147.4 representa uno de los peores ejemplos de adulación que hayamos visto durante la etapa chavista.

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