Opinión Nacional

Un justo recuerdo para quien mucho dio por una hermosa causa

Es cierto que el acontecimiento de la muerte de Juan Pablo II, ese gran evangelizador moderno, por un lado tan de lamentar por la falta que hará su partida a futuro inmediato, a la vez que por el contento de su partida para una mejor vida en lo espiritual, puede entenderse que opaca muchos otros sucesos, pero no es justo que ello ocurra además de tal forma que se haga desapercibida la obra y acontecimientos que pueden haber ocurrido coetaneamente, patrocinados o que involucran otros sujetos, que por supuestos sin ser tan trascedentes ni importantes, merecen por igual reconocimiento de sus mértios y trayectorias, mas cuando que por motivos semejantes – el de sus lamentables fallecimientos- tanto alboroto insensato han provocado en este país mas tristemente revolucionado que revolucionario.

Me debo referir a la muerte el pasado 2 de un ilustre sacerdote, Jesuita, quien se entrego en esta su patria sustituta por entero a buenas y nobles causas, en lo educacional y en la lucha contra la pobreza, calladamente, como es característica además de los restantes miembros de su familia, que también han entregado su vida al sacerdocio, y por igual nos han acompañado durante muchos años haciendo obras buenas en estas tierras.

Me refiero al Padre Jesús Ma. Baquedano S.J., nacido en España, y entregado a luchar sin descanso por Dios y sus evangelios, en lo espiritual y en lo humano por la educación, la lucha contra la pobreza, y a la protección de los desposeídos.

Cuando se habla de Fe y Alegría, esa grandiosa e inimitable obra iniciada en Venezuela, solemos recordar aislada e inexplicablemente a quien por igual fuera otro gran sacerdote y fulgurante alma forjada para luchar y batallar contra la ignorancia, la pobreza y la tristeza de los humildes, nuestro querido padre Jesús María Vélaz, S.J. y olvidamos involuntariamente ese otro particular incansable brazo de dichos menesteres, que lo fuera el recientemente fallecido padre Baquedano, inveterado y entregado amigo de Vélaz y motor indiscutible de esa obra.

Baqueano, no solo debe ser recordado por su sacrificios y mortificaciones en la promoción y conducción de esa obra, sino por esa alegría y fe que siempre tuvo para con su querida nueva patria y sus problemas, para con sus pobres y los analfabetas sin apoyo ni destino que siempre han cohabitado en esta patria, sino, porque también sobrepaso sus límites y la llevó y aupó en otros varios países donde hoy se cuenta con la presencia de FE Y ALEGRIA.

Baquedano a su vez se inició en nuestra patria como formador de juventudes en el siempre querido y recordado Colegio San José de Mérida, donde compartió justamente con quien entonces era su rector, el padre Vélaz y aquellos aciagos días del tristemente recordado accidente aéreo, donde fallecieron unos cuantos alumnos del Colegio.

Durante esos años tuve ocasión de conocerlos como alumno del Colegio, y donde siempre les admire por sus especiales dotes como educadores y luchadores por la defensa de los que menos tienen.

A Baquedano, adicionalmente, siempre le reconocí por ese otro “don” propio de su familia de origen que tantos hijos buenos le ha entregado a Dios, esto es, por su profunda humildad, su siempre alegre estilo y su cara sonriente, tal como lucen el resto de sus hermanos.

La verdad es que ni pienso ni pretendo comparar acontecimientos, pero no puedo dejar pasar por alto esa sensible pérdida de Baquedano. Es cierto que para todos es muy dolorosa la ida de su Santidad Juan Pablo II, quien por igual todo reconocimiento lo merece, pero ello no justifica ante la partida de mi querido y apreciado Jesús Ma. Baquedano, que podamos permanecer callados y nadie siquiera le dé gracias públicamente por sus obras y quehaceres en esta patria, ni dejemos de reconocer sus méritos, ante sus familiares y en especial del resto de sus hermanos sacerdotes, todavía en actividad y luchando por justas causas en esta Venezuela.

Es justo plasmar en estas o similares líneas los rasgos de su vida y su acontecer humano y pedir a todos los que lo conocieron, y vieron y vivieron su obra, que le recordemos y dediquemos unas cuantas oraciones por todo lo bueno que hizo y nos dejó antes de su partida. Es una vida, cuyo ejemplo debemos seguir.

Tampoco quiero hacer comparaciones desagradables ni desaliñadas, pero si tanto despliegue tuvimos por la des-usual reciente desaparición de un funcionario público, abogado y Fiscal del Ministerio Público, y a quien por supuesto de ninguna manera entro a conjeturar ahora, por sus pretendidos atribuibles desaciertos, no creo entonces tampoco que merezca pasar callada la desaparición de ese buen hombre que tanto hizo y dejo de verdad para nuestro pueblo y su educación, como lo fue Jesús Ma. Baquedano.

Nadie puede desconocer aun cuando fue humilde y callada, esa titánica labor de incansable lucha que tuvo por disminuir los terribles males de la miseria y la pobreza que arremete contra muchos de los que viven en este país sin que pueda existir causa que lo justifique, y menos cuando nos damos el insólito e imperdonable lujo de regalar a extraños, bajo la excusa que se quiera, nuestras riquezas petroleras y financieras, mientras deambulan niños pobres, enfermos y desamparados por doquier. Los buenos ejemplos y misericordia deben comenzar por casa.

Dudo que de alguna manera existan palabras o gestos de reconocimiento suficientes para agradecer esas nobles labores de Vélaz y Baquedano, y de otros muchos que los han seguido a ellos. Fueron además hombres admirados por todos sus compañeros, su comunidad, sus discípulos y quienes les trataron.

Yo no puedo callar, ni ante la injusticia, ni ante el desaliento ni tampoco contra el mal agradecimiento. Eso no fue por cierto lo que me enseñaron ni mis padres ni mis mentores Jesuitas.

Hasta luego y no adiós Jesús Ma., pues a todos los de aquellos hermosos años en que nos conocimos, como que nos está llegando el tiempo de partir. Seguro estoy que me estarás recriminando el no haber omitido estos comentarios, pero no era justo que pasara tan desapercibida tu partida ni se recuerde con gratitud todo lo que hiciste por hacer un poquito mejor esta patria.

Desde allá no abandones a tus pobres, ni a quienes fuimos tus alumnos, ni a tus hermosas causas, ni a este país que hiciste tuyo y que tantos Baquedanos necesita.

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