Opinión Nacional

¿Un nuevo pacto de Yalta?. No, una nueva ONU. (parte 2)

¿Cómo se encuentra Venezuela para afrontar esta nueva realidad global, en la que los países actuarán sólo por intereses egoístas y basados en la fuerza?
En nuestra opinión, muy mal.

En primer lugar, vivimos en una sociedad profundamente fracturada en tres grandes grupos, situación a la que no deben ser ajenos quienes propugnan este nuevo estado irracional de cosas a nivel mundial.

Por una parte, el chavismo con un piso de apoyo de un 34%, porcentaje que, según la encuesta de Keller realizada en el último trimestre del año pasado, obtuvo cuando estaba en su apogeo la ofensiva de la oposición.

Por la otra, está una oposición con un techo del 66%, de acuerdo al criterio anterior, y un piso que se revelará en las encuestas que se realicen a partir de ahora, pero que calculamos entre un 30% a 40%.

Situaciones similares que no se han sabido manejar en otros países, han desembocado en cruentas guerras civiles. Lo cual, si se diera, sería la mayor estupidez que los venezolanos pudiésemos cometer ante las nuevas legitimadas conductas basadas en el puro interés de las naciones y por los ingentes recursos naturales que poseemos, botín apreciado para cualquier país del globo, incluyendo vecinos.

Se precisa pues, y en forma urgente, retomar el camino de la unidad nacional, sin que esto signifique renunciar a principios, pero logrando la confrontación de propuestas en forma civilizada. De ahí dependerá nuestra supervivencia como pueblo.

Por el lado de la oposición, creemos que esto pasa necesariamente por tomar conciencia de abandonar cualquier acción que se base en el apoyo de potencias extranjeras, y que su acción política se funde en diagnósticos y soluciones nacionales. Cierto que es difícil por los poderosos intere$e$ que se mueven en su alrededor, más no imposible. En este sentido, el papel de su entorno profesional e ideológico es determinante.

Y por el lado gubernamental, si bien algunos de sus planteamientos son innegablemente ciertos, como los intereses usureros, la soberanía alimenticia, la posición ante el ALCA, etc., hay otros que deben ser necesariamente revisados, sobre todo en aquellos influenciados por teorías que hacen tiempo dejaron de tener vigencia.

Por ejemplo, la forma de analizar la actual situación mundial. Algunos de sus teóricos todavía andan explicándola bajo los criterios expuestos por Lenin en su obra “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, sin darse cuenta que los supuestos utilizados por Lenin ya no existen. Ya no hay grandes capitalistas que fatalmente conducirán a sus países a luchas armadas por los mercados.

Asimismo, está la proposición marxista que explica que la súper estructura social está determinada por la infraestructura económica, cuestión que ha llevado a innumerables luchas, en nuestro país y en el mundo entero, entre sectores por adueñarse del “capital” para adueñarse del “poder”. Mucho marxistas y no-marxistas aceptan esta tesis como válida. Si bien, esta proposición pudo ser cierta en el pasado, las realidades actuales la contradicen.

Es así como entendemos que el problema actual no es meramente político, no es de quién o de que clase domine el poder, sino que, realmente, es ideológico. Se trata de definir un camino, que logre la unidad de nación, base de cualquier política de desarrollo y de defensa de nuestra soberanía. El problema fundamental no es la lucha de clases interna, sino nuestro destino como nación. Sin que ello signifique la renuncia a la lucha por principios de justicia social, que necesariamente, pisarán algunos callos.

Y es precisamente aquí, en donde cobra vital importancia la más amplia discusión sobre el futuro del país. Que estamos conscientes, será difícil, porque los escenarios naturales para realizarla, los medios de comunicación y el espectro académico, tienen ya tomadas posiciones a favor o en contra de las consignas, para nosotros muy hormonales, que hoy sacuden a nuestro país.

Pero hay que hacerla, y aquí recordamos la frase que en su artículo póstumo escribió Janet Kelly, “hay que desmontar barricadas”.

El papel de Latinoamérica

Ante la situación de hecho que nos impone las nuevas realidades, es vital potenciar la unidad entre los países de Sudamérica. Incluso crear algún organismo tipo OTAN, que garantice una defensa de nuestras soberanías ante eventuales conflictos, y de alguno tipo Comunidad Económica Europea, para desarrollar y afianzar nuestro progreso.

Asimismo, se debe reflexionar sobre el papel de la OEA en el futuro, y las relaciones intercontinentales. Sobre todo después de la actitud asumida por la mayoría de los países de Centroamérica en apoyo a la invasión a Irak. Eso hay que verlo con sumo cuidado, porque pudiesen ser igualmente utilizados los votos de esos países para lesionar legítimos intereses de algún país de América del Sur.

Pero claro, una unidad de este tipo sólo es posible lograrla si ningún país del sub-continente tiene la más mínima sospecha que la acción de alguna otra nación busque su desestabilización política o económica. Es vital que se cumpla con firmeza el principio de la autodeterminación de los pueblos, tanto como el desarrollo y defensa de la democracia, para lograr la unidad latinoamericana, única garantía de nuestra seguridad.

C.E.Dallmeier es autor del libro Hacia la Sociedad Racional
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