Opinión Nacional

¿Un país de resentidos?

El resentimiento nos lleva al abuso de poder y éste a la arbitrariedad y a la violencia

No nos cansamos los venezolanos de exaltar nuestras virtudes. Y la verdad es que las tenemos. Somos abiertos, solidarios y generosos, entre otras cosas. Pero ,tenemos también gruesos defectos que han marcado nuestra existencia. Somos inestables, no aprendemos con la experiencia, la «viveza criolla»nos distingue y, sobre todo, creemos saberlo todo y, por ello, tal vez, tenemos un desafiante resentimiento.

Pretendemos saber de religión, de leyes, de medicina, de política, de deporte, de urbanismo, en una palabra, de todo y ello, avalado,no por la dedicación, el estudio o la experiencia, sino por alguna vaga tradición oral o por una pasantía fortuita en un cargo.

Por lo expresado -a mi parecer- destaca en el venezolano y ahora ha aflorado con gran fuerza la expresión de un profundo resentimiento o la convicción de que nos merecemos algo que no hemos tenido o que nos fue negado y ello nos impulsa a adquirirlo a cualquier costo.

La revancha, la venganza, la negación de lo que tienen otros, parece ser el leiv motiv de muchos.

Salvo de la exaltación de un caudillo, que encarna, en un momento dado, todo lo bueno y valioso, todo aquel que logra destacarse en algo, se hace acreedor de un expreso o velado repudio, en la escala de un tímido reconocimiento seguido de la abierta descalificación que le atribuye hechos concretos contra la propiedad, como el de ladrón; delitos de corrupción a granel; o pretendidos comportamientos sexuales, todo ello producto de frustraciones propias o aprendidas.

Poder a plenitud Tengo el vivo recuerdo de la expresión concreta de lo que significa tener una cuota de poder que se ejerce a plenitud. En una oportunidad, en la Universidad, el vigilante de un puesto de paso, ante mis previos requerimientos y gestiones para que pudiera acudir a la sede de la Facultad ,en su vehículo, un profesor jubilado que no podía trasladarse a pié, me respondió, de manera tajante, que yo podía mandar como decano en mi Facultad, pero que en la cadena mandaba él .

El resentimiento nos lleva al abuso de poder y éste a la arbitrariedad, a la violencia y a la venganza descarnada.

Ante este panorama que retrata uno de los aspectos negativos del venezolano es necesario el recurso al estímulo y a la afirmación de la autoestima, capaz de contrarrestar el resentimiento.

Por lo demás, por cuanto ser resentido es creer que merecemos lo que no nos corresponde, ello solo se remedia estimulando el sentido y la experiencia de una verdadera justicia, que no reparte decisiones favor de los que no merecen lo que reclaman, sino que da a cada quien lo que le toca, independientemente de su condición social, de sus influencias o de sus simpatías políticas.

Dejemos a un lado el inútil y estéril resentimiento y, en su lugar, demos rienda suelta al esfuerzo generoso por hacer una patria grande, para todos los que compartimos esta hermosa tierra.

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