Opinión Nacional

Un plan para Caracas

Con conocimiento de causa Jaime Lerner, el alcalde que condujo exito-samente la transformación de Curitiba, la ciudad insignia del nuevo urbanismo latinoamericano, ha afirmado que “Una ciudad sólo puede encontrar soluciones de futuro a partir del momento en que sabe lo que quiere ser”. Nuestra capital, lamentablemente, navega sin rumbo desde 1992, cuando la liquidación de la Oficina Metropolitana de Planeamiento Urbano (OMPU) la privó del cerebro que podía pensarla como un organismo integrado. Algunos de los municipios que la componen han logrado adelantar experiencias sin duda encomiables, pero ellas no bastan para protegerlos de los efectos perversos desatados por la incuria de otros gobiernos locales, por la falta de coordinación intermunicipal y por los exce-sos y ausencias de un gobierno central que oscila entre la intromisión grosera en los asuntos de competencia local y el desentendimento, cuando no el abierto sabotaje cuando le tocaría colaborar. La creación en el año 2000 de la Alcaldía Metropolitana de Caracas creó las condiciones para superar esa situación, pero las administraciones que se sucedieron hasta 2008 las desaprovecharon.

Aunque disminuida en recursos y competencias por la inconstitucional ob-sesión centralista de los poderes nacionales, la gestión actual ha sido capaz de reunir fuerzas, aliados y ánimo para redactar un primer esquema del Plan Estraté-gico Metropolitano, presentado a consideración de la ciudadanía el pasado mar-tes 20 en un concurrido y muy elocuente evento y que será sometido al debate público en los meses venideros.

El interés de esta iniciativa transciende ampliamente la esfera de la capital y sus habitantes para convertirse en un tema de indiscutible significación nacio-nal: más que los recursos naturales, en las sociedades contemporáneas caracteri-zadas por el rol estratégico que juega el conocimiento, el principal recurso con el que se cuenta es una población bien formada, moderna y abierta al cambio, la cual, típicamente, se localiza en las grandes ciudades gracias a la presencia en ellas de instituciones educacionales variadas y de calidad, de fluidas comunica-ciones con el resto del mundo y de un extendido cosmopolitismo que propicia la tolerancia y apertura de miras. Pero ello tiene como prerrequisito una sociedad integrada, no excluyente, algo imposible de lograr entre nosotros mientras preva-lezcan los abismos de desigualdad actuales. Por eso, aunque los enfoques urba-nísticos tradicionales no lo entiendan, una tarea ineludible del plan urbano es contribuir a vencer la pobreza, la material tanto como la espiritual. Lo que deter-mina que las prioridades sean la reestructuración de los barrios populares donde habita la mitad de los caraqueños y dotar a los ciudadanos de servicios públicos de primera calidad. Volveremos sobre el tema, que es extenso y complejo.

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