Opinión Nacional

Un rico poderoso solitario

El poder aísla. Un poderoso casi siempre es lo más parecido a un solitario. Quien se ve encumbrado, poco a poco se va alejando de quienes le dieron el poder. Tendría que estar hecho de un material especial para que el halago, la obsecuencia y la mentira de quienes lo rodean no hagan mella en su espíritu.

Si al natural y casi inevitable aislamiento que procuran los jalamecate se suma la paranoia del jefe, éste se ve expelido de la realidad. Lo que ve o lee no tiene relación con lo que de verdad ocurre, porque las frases de quienes lo rodean son lisonjas y los temores de ser asesinado, insultado o solamente recriminado refuerzan su alejamiento del pueblo llano.

No otra cosa le ha sucedido a Chávez desde que ocupa Miraflores. Las fotografías de la última concentración portátil en la avenida Bolívar muestran hasta dónde se encuentra aislado el caudillo boliburgués. Además de la tarima, dos filas de guardaespaldas (llamados eufemísticamente “voluntarios de seguridad” se interpusieron entre Chávez y la asistencia transportada. Al igual que en los estadios de fútbol del Mundial, estos guardianes estaban de espalda al espectáculo (ya deslucido por lo repetitivo y cansón) del locutor para advertir cualquier movimiento de quien quisiera acercársele.

Yo los convoco pero no me toquen, no me hablen, no me exijan que cumpla lo que ofrecí hace ocho años. Ese es el mensaje de Chávez hoy. Quiero oír sólo cantos de sirena. Ya sean las bolserías del moribundo Fidel a cambio de mis regalos o las vivezas de Kirchner para sacarme los petrodólares que compran sus bonos basura. Porque éste poderoso es muy rico, no es precisamente un “pobre poderoso solitario”, como rogaba el ex–presidente Lusinchi que no lo dejaran ser.

En el “Aló, Presidente” del domingo pasado en Boconó un muchacho le gritaba a Chávez que sin buenos caminos rurales no servían de nada los créditos que ofrecía porque no se podrían comerciar los productos. La respuesta del ofuscado hablador fue que lo que pedía no interesaba porque lo importante era la unidad. Ya esa escena se ha repetido en otras ocasiones. El populista que exacerbó la pedigüeñería venezolana, ahora se burla de los papelitos que le mandan (“Tengo un cuarto lleno”) y le replica a cada solicitante que su problema no importa, que lo relevante son los “proyectos colectivos”. En el caso del implorante de Boconó se trataba de un problema colectivo pero parece que resolverlo tampoco es prioridad para Chávez.

Y es que su verdadero carácter (que se mostraba falsamente bonachón: aquí también recuerda a Lusinchi) ha quedado al descubierto después de ocho años en el poder. Así se hizo patente también en el regaño vejatorio que le dio al gordo Ameliach en la reducida reunión de Maracaibo. Ese es su verdadero talante: un hombre intolerante y desleal con sus subalternos. ¿Tenía que ofender al ausentista ex–presidente de la Asamblea en público? ¿No podía reclamarle en privado su ineficiencia o desorden?

Con estos periódicos regaños a sus ministros y colaboradores busca alimentar la idea de que todas las culpas de las fallas, omisiones y robos de su gobierno son de éstos y no de quien los nombró. Pero visto que son pocos los realmente defenestrados, porque todo incapaz sale premiado con una embajada u otra sinecura, Chávez no demuestra, más allá de sus explosiones domingueras, desafección por esa caterva de ineficientes.

Un funcionario que no da ruedas de prensa libres, sino en ciertas circunstancias donde quienes preguntan son periodistas de los medios oficiales, y que cuando se enfrenta a medios independientes no permite repreguntas, las evade o insulta a quien le interroga fuera del libreto, tiene que verse cada vez más fuera de la realidad.

Ningún gobernante había mostrado tanta afición por el secretismo y desprecio por los opositores o por quienes no son “sus” funcionarios. Chávez no asiste en el país a ninguna reunión de algún grupo que no haya sido convocada por su gobierno. La sana tradición que tenían los presidentes de ir a las convenciones de trabajadores, empresarios o gremios fue rota por alguien que sólo va a donde tiene el auditorio totalmente controlado. Nadie sabe de alguna reunión abierta con dirigentes de la oposición, como se estila en cualquier democracia. Su visión de la política -desde el gobierno- hace imposible el diálogo, instrumento indispensable para la solución de los problemas pero también para la mera identificación y evaluación de los mismos.

Las pocas veces que Chávez oye o lee alguna crítica, de inmediato descalifica a quien la hace y se la endosa infantilmente a los “planes desestabilizadores” de George W. Bush. Muy distinta ésta actitud a la que mostraba cuando era candidato en 1998. Aquel caminante que entusiamó a buena parte del electorado y que siendo anti-sistema logró llegar al poder, hoy se muestra irascible, incómodo entre los venezolanos e incapaz de ver la realidad del país.

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