Opinión Nacional

Una Asamblea Nacional ilegítima

¿Dónde están los resultados finales que certifiquen, oficial y democráticamente, la legitimidad de la actual Asamblea Nacional?

¿Debemos respetar una autoridad “democrática” (AN) que no ha concluido su proceso legal de legitimación?

¿Tiene derecho esta actual y “virtual” Asamblea Nacional a dictar normativas que afecten a la no “virtual” totalidad del país (25 millones de habitantes/15 millones de votantes)?

Éstas son preguntas que cada día se van haciendo más perentorias, si es que queremos hablar de una consumada democracia; pero al mismo tiempo, se van quedando en el olvido, relegadas por la ilusoria distracción de posibles candidaturas futuras.

¿No es cierto que sin una Asamblea Nacional legítimamente constituida y un Consejo Nacional Electoral imparcial, no existe una legítima plataforma democrática que permita el ulterior desarrollo de una oposición?

Al margen de si los oficialistas ganaron o no ganaron los escaños de la AN, esta no será válida (esta AN) mientras no se conozcan, al 100 %, resultados con cifras veraces que garanticen la claridad que exige un verdadero proceso democrático.

Hasta ese momento, tan esperado por mi y por muchos, no deberíamos abogar por las figuras del futuro, sino por las figuras del presente, que ante los datos que nos suponemos nos van a ofrecer, quedarán cuestionadas “in situm” permitiéndonos, gracias a esa realidad, a actuar para que ellas desaparezcan del ámbito político nacional (como lo son las figuras de Jorge Rodríguez y Co, para comenzar).

Digamos que no, entonces, al calculado retraso del CNE. No, entonces, a la precipitada organización de grupos opositores en aras de impulsar candidatos para el 2006. No, de nuevo, a esa media verdad de una funcional y bien organizada oposición, que “legitime”, falsamente, un status “democrático” en el país (ya que ese no existe por los momentos).

Digamos más bien sí, al cuestionamiento de una Asamblea Nacional no certificada. Sí, a la tarea de probar que dicha asamblea se hizo posible con sólo el 10 % de la fuerza votante del país. Sí, a un futuro con un nuevo e imparcial CNE que permita respetar los derechos de esta obvia y aplastante mayoría opositora del país.

De lo contrario, está clarísimo que el oficialismo habrá logrado, tanto a nivel nacional como internacional, que Venezuela sea vista como una democracia ejemplar.

Y nosotros, los opositores a un régimen obviamente totalitario, al menos ante nuestros ojos, quedaremos irremediablemente relegados a la condición de gente frustrada, gente que desgraciadamente no entiende el sublime renacimiento histórico que vive el país.

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