Una de carros

La conformación del partido PSUV marcó un hito significativo respecto al acomodo del panorama político que actualmente domina la escena nacional, luego de que se decidiera desde el poder, la exclusión como entes revolucionarios, de aquellos partidos minoritarios que no renunciaran a su identidad histórica para asumir con decisión la concreción del cuerpo político que propuso el líder rojo como instrumento para acometer en forma unitaria los diversos objetivos del proceso.

No parece casual que, luego de este deslinde, el factor gobernante viera resquebrajada por primera vez en unos ocho años, su saga victoriosa, al sufrir el revés que le reservara la elección del 2 de diciembre de 2007 con miras a la aplicación de reformas a la Constitución de 1999. Aquella ruptura vio emerger nuevos líderes opositores entre los que se cuenta a Ismael García, de Podemos, quien en las primeras de cambio perfiló una especie de tercer polo, con características de fuerza de equilibrio.

Quedó en evidencia tras la irrupción, más abierta, de este tercer polo, la presencia de una conciencia política, claramente delineada, que no se ajustaba al carácter radical de gran parte de los extremos tradicionales en pugna, y que en consecuencia se ha mantenido en una trinchera desde donde proyectarse sin la necesidad de renunciar a sus principios inherentes, pero percibiendo la animadversión que suscita en los combatientes patria o muerte de izquierda y de derecha.

Los radicalismos, de parte y parte, al parecer, sueñan un no se qué del siglo XXI donde puedan vivir a sus anchas sin que las corrientes que actualmente le hacen contrapeso, tengan capacidad alguna de influencia para perturbar la buena marcha de sus particulares concepciones de País; para eso se observa, por un lado el empeño por ejecutar acciones que impidan la difusión de la cultura capitalista en su empuje combativo, como el cierre –o como se llame- de emisoras y televisoras; y la promulgación de leyes que al mismo tiempo afiancen la posibilidad de una realidad socialista a la medida de la revolución a costa de lo que sea (remitirse a slogan “Patria, Socialismo o Muerte”, flagrantemente cuestionador del Artículo 2 de la Constitución venezolana que reza: “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político.”). Y por otro lado, desde facciones opositoras, un soterrado anhelo de “justicia”, observado especialmente en medios de comunicación donde se facilita el anonimato, que involucra igualmente acciones excluyentes, ajenas, por todo el cañón, a preceptos constitucionales y a lineamientos sacrosantos de la Organización de los Derechos Humanos; apelando a una conseja nada cristiana que puede resumirse en el aforismo: “verdugo no puede pedir perdón”.

Tales son, a mi juicio, las premisas que sustentan hoy por hoy las características de nuestra realidad, donde se ponen en relieve metáforas automotrices para las que el país es un carro de tres frentes al que cada cual trata de acelerar en orden contrapuesto, mientras lo que se logra es una especie de inercia a ratos oscilante que impide el avance determinado en cualquiera de los tres sentidos.

Uno se pregunta: ¿A dónde nos quiere llevar cada chofer?
¿Qué pasará si la izquierda gobernante logra sus objetivos?; es decir: si llega como plantea, a democratizar el espectro radioeléctrico; o si cierra como aspiran muchos, Globovisión. Si promulga las leyes que se barajan en la Asamblea Nacional. Si logra el Socialismo del Siglo XXI ¿Qué pasará con la oposición y con los oficialistas que tengan alguna disidencia? ¿Tendrán algún espacio en los medios democratizados que le permitan expresarla, o se mantendrá la tónica VTV-TEVES? ¿Podrá el capitalismo seguir transmitiendo cuñas publicitarias? ¿Podremos seguir comiendo Corn Flake, Mayonesa, Chezze Wizz, perros calientes, pizzas, sushis, hamburguesas, etc.? ¿Podremos vestirnos del color que queramos? ¿Ganarán doctores, barrenderos, costureros, ingenieros, mesoneros, igual sueldo? ¿Se le seguirá vendiendo petróleo a Estados Unidos? ¿Podremos seguir escuchando rock and roll, música clásica, ballenatos, etc., o tendremos que comprar alpargatas nuevas porque lo que viene es joropo?
O ¿Qué pasará si las aspiraciones de permanencia en el poder del movimiento revolucionario sufre un descalabro? ¿Entraremos en un período de Patria, Capitalismo o Muerte? ¿Se descolgará el cuadro de Simón Bolívar del estrado de Miraflores? ¿Volverán las oscuras golondrinas de los “considerando” en el balcón sus plumas a colgar? ¿Se repetirán los desafueros del “carmonazo”? ¿Volverán adecos y copeyanos a reeditar el puntofijismo?
Y el carro del presunto tercer polo ¿A dónde nos lleva? ¿Es la verdadera vía de la libertad, el respeto a la Constitución y la inclusión? ¿Es el sano equilibrio para la diversidad de ideas, la evolución a estadios inéditos de la realidad republicana? ¿Es el respeto a las diferentes culturas que conviven en nuestro suelo, sin discriminación porque se es blanco, gordo, flaco, negro, indio, hombre, mujer, magallanero, caraquista, cardenalista…? ¿Es la garantía de amplitud a un pensamiento no único sino diverso? ¿Es la paz? ¿Es una mentalidad capitalista humanizada, no salvaje como plantean algunos teóricos de derecha, en conjunción con una mentalidad socialista, tampoco salvaje, haciendo esfuerzos por lograr un roce que preludie el abrazo? ¿Es cero robadera y narcotráfico y más estudio, arte, deporte, trabajo…? ¿Es un nuevo lenguaje, y no el palabrerío trillado y altisonante que nos ha dejado la cultura de guerra que nos llegó desde el pasado, pero en un ámbito de libre expresión que incluso lo tolere?
Bueno, como dicen por ahí: Misterios de la ciencia.