Opinión Nacional

Una globalización más justa: difícil pero no imposible

A menudo se atribuye al conjunto de fenómenos conocidos como globalización que -al haber propiciado una mayor interdependencia mundial y una mayor libertad para el intercambio de información, bienes, servicios y capitales- se haya abierto la posibilidad de obtener grandes beneficios económicos a todos aquellos que se inserten en la economía internacional. Sin embargo, cuando se evalúan los efectos de la globalización algunas de sus ventajas teóricas parecen atenuarse. Según el informe de la Comisión Mundial Para la Dimensión Social de la Globalización, presentado en Londres el pasado 24 de febrero, el crecimiento del PIB global fue de apenas un 0,08 por ciento, y en términos per cápita sólo 16 países en desarrollo lograron crecer a una tasa mayor al 3 por ciento entre 1985 y 2000. Lo anterior ha provocado el aumento de la brecha de ingresos entre países, ya que el PIB por persona promedio de los más ricos ha pasado de representar 54 veces el de los más pobres, en 1960, a 121, en 2002. Datos como éstos llevan a dicha Comisión a señalar la necesidad de replantear con urgencia las políticas e instituciones a nivel mundial con el fin de lograr una globalización más justa e integradora.

Las recomendaciones formuladas en el informe “Por una globalización más justa: crear oportunidades para todos”, van dirigidas hacia dos objetivos centrales: conseguir Estados más efectivos (con capacidad para proporcionar una protección social adecuada y responder a objetivos tanto sociales como económicos) y una mejor gobernanza global (con normas más justas que se apliquen equitativamente y organismos internacionales más representativos y democráticos que rindan cuentas ante la gente con mayor coherencia política). Se reconoce que estos objetivos son ambiciosos, pero viables, ya que los recursos y medios necesarios existen y se hace hincapié en que no se proponen soluciones milagrosas ni sencillas porque no existen.

Durante sus dos años de trabajo la Comisión llevó a cabo diálogos y debates en 20 países con el fin de que círculos empresariales, laborales y representantes de la sociedad civil tuvieran la oportunidad de expresar sus puntos de vista. En el informe se señala que, a pesar de la variedad de opiniones, se encontró un común denominador en las preocupaciones acerca del empleo. Dichos temores se corresponden con las últimas cifras publicadas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en las que el porcentaje de desempleo a nivel global del año pasado es el más alto jamás registrado, la “economía informal” sigue aumentando en los países con bajo crecimiento del PIB y el número de “trabajadores pobres” a nivel mundial se mantiene constante.

Con base en esta evidencia, la Comisión señala que el empleo no ha recibido la prioridad debida a nivel mundial y recomienda que el “trabajo decente para todos” se convierta en un objetivo global a conseguir a través de políticas complementarias en los ámbitos nacional e internacional. En el terreno estatal, los gobiernos deberían buscar políticas macroeconómicas con el objetivo de crear empleos en su seno; y en el internacional los organismos competentes -Naciones Unidas, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Organización Mundial del Comercio- deberían trabajar de manera coordinada con la OIT para adoptar “iniciativas de coherencia política”, la primera de las cuales debería abordar la cuestión del crecimiento global, la inversión y la creación de empleo. Partiendo de esa base, se podrían desarrollar iniciativas similares para tratar otros aspectos sociales, como la migración, identificada como otra preocupación recurrente en los sondeos realizados.

Ante una coyuntura internacional en que el debate público sobre la globalización se ha convertido en un diálogo de sordos tras el estancamiento de negociaciones internacionales clave y el frecuente incumplimiento de compromisos internacionales en materia de desarrollo, la Comisión pretende enviar un mensaje crítico, pero positivo, que permita acabar con el actual impasse “centrándose en las preocupaciones y aspiraciones de la gente y en las distintas maneras de aprovechar mejor las posibilidades que brinda la propia globalización”.

La dimensión social de la globalización es aquélla que afecta a la vida diaria de la gente y, si no se atienden los desequilibrios actuales, el mundo se enfrenta a una disyuntiva claramente expresada por la Presidenta de Finlandia, Tarja Halonen, y el Presidente de Tanzania, Benjamin Mkapa, copresidentes de la Comisión: “Podemos intentar solucionar el déficit de gobernanza global que existe en el mundo actual, garantizar la rendición de cuentas y adoptar políticas coherentes que forjen el camino hacia una globalización justa y equitativa, tanto dentro de los países como entre ellos, o podemos dar rodeos y dejar que el mundo se vea sumido en nuevas espirales de inseguridad, problemas políticos, conflictos y guerras”.

Jorge Coarasa
Economista mexicano
Agencia de Información Solidaria

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