UPATA EN LA MEMORIA
Café del día
-Roger Vilain-
Hace pocos días el Fondo Editorial Predios, conjuntamente con la Biblioteca Yocoima, presentó la compilación de los primeros diez números de los “Cuadernos de la Memoria”.
Se trata, aquí, de un libro que intenta unificar los fragmentos de un pasado no por cotidiano menos trascendente. Sí, la historia menuda, sencilla, esa que se edifica a través del día a día para finalmente conformar una especie de gigantesco cedazo atravesado por todos, es la protagonista de este nuevo esfuerzo editorial upatense.
Sin memoria es imposible verse, afirmó tajantemente alguien, y esto ocurre porque quien no guarda un recuerdo de sí mismo, jamás contemplará su reflejo en el espejo. Pues bien, los “Cuadernos…”, en una labor sin parangón relativa a todo cuanto incluye el ámbito de las publicaciones recientes en Venezuela, recoge y muestra la fisonomía que, como grupo humano, la gente de Upata ha labrado bajo el traqueteo de los años. Ahí está nuestro andar, ahí está, hecho tinta y papel, el paso del tiempo transfigurado en palabra, en negro sobre blanco, en conciencia.
Sin memoria no somos. Cosa terrible ésta, de la que nunca permanecemos por completo a la sombra. La amnesia, esa señora de figura carcomida, llena de telarañas y dueña de un “esfumato” digno del mejor Renacimiento, tiene sus encantos, sus poderes abrazadores, y más de una vez ha debido pagarse un alto precio por sólo andar de la mano con ella. Por fortuna, el recuerdo de lo que se fue permite un asomo constante en las aguas del Ser, es decir, del no olvido, a partir del presente, lo que termina lanzando a los cuatro vientos algo así como el rostro difuminado (difuminado, es cierto, pero rostro al fin) de los pasos dados y, lo que es mejor aún, de los que puedan darse.
Porque el pasado ofrece además, (¡ah sorpresa!), la posibilidad de echarle un vistazo nada menos que al futuro y entonces sacar cuentas completas. Permite, digo yo, escudriñar, hincarle el ojo a lo que pudiera llegar porque, estará usted de acuerdo conmigo, eso se construye de alguna manera en el hoy, cuyo nacimiento se dio gracias a lo que ya no está.
La historia, sabrosamente viva en los “Cuadernos…”, nos ofrece el espejo referido al comienzo. O lo tomamos, o lo mandamos al Diablo. En él podríamos mirar, y no de reojo, qué hemos hecho y qué andamos haciendo. De nosotros depende, como siempre.
