Opinión Nacional

USB: De la experimentalidad a la transitoriedad

«Tongo le dio a Borondongo, Borondongo le dio a Bernabé, Bernabé le pegó a Muchilanga, le dio a Burundanga, le ‘jinchó los pies, ¡Monina!». ¿Recuerdan estas líneas de la musicalia cubana? Es un claro ejemplo de cómo pueden llegar a enredarse las cosas en éstas nuestras tan tropicales latitudes. El sentarme a investigar el truculento asunto de la Universidad Simón Bolívar hizo que evocara esa canción tan divertida que ocupa un lugar privilegiado en mi memoria. Porque mientras más leo, mientras más husmeo, mientras más escudriño, más me convenzo que el chuzo a la Academia está en pleno proceso de planificación. Huele a peqüeco, por decir lo menos, y dejarlo barato.

La Simón, nuestra exitosa casa de estudios, calificada por la Unesco y el Banco Mundial como la tercera universidad pública de América Latina con mayor nivel de excelencia académica en el ámbito latinoamericano (¡una pelusa!), fue fundada en los 70, como un ente universitario experimental. En 1995, luego de 25 años de experiencia acumulada y por decreto presidencial, se le quitaron las coletas, se la graduó de adulta, y dejó de nadar en las aguas de la ‘experimentalidad’. Ah, mas no estaban al cabo sus alumnos, profesores, investigadores, colaboradores y administrativos que por allá a lo lejos, agazapada tras los vapores revolucionarios, se acercaba la señora ‘Transitoriedad’, acaso una de las pestes mayores que le ha caído encima a este país, tu país, mi país. Para contribuir a la comprensión del momento actual, quisiera complementar de manera sucinta con estas líneas la
accidentada historia del reglamento autonómico.

Desde hace casi diez años se ha venido trabajando en un nuevo reglamento que la adaptara a los tiempos de su mayoría de edad. Hace cinco años se redoblaron los esfuerzos, a raíz del decreto que la bautizaba como autonómica. A juicio de varios de sus dolientes (que los tiene y muchos), por razones diversas, las autoridades universitarias no fueron lo suficientemente proactivas. Por ello, luego de varios intentos infructuosos por parte de diversos sectores de la comunidad universitaria para promover la promulgación de un reglamento autonómico de la USB (siempre siguiendo los canales regulares de decisión) hace alrededor de un año los profesores
decidieron tomar las riendas del asunto. Tomando como base de discusión los papeles de trabajo producidos a lo largo de una década, surgió una propuesta de reglamento, la cual cuenta con apoyo mayoritario de los profesores y ha sido aprobada (con mayoría) por el Consejo Directivo. El Consejo Superior, por su parte, ha evitado discutir este nuevo reglamento. Cuando al fin entró en su agenda en julio de 2000, el Ejecutivo cambió intempestivamente sus delegados ante el Consejo Superior, y en forma consuetudinaria y adrede (ah, ese oscuro objeto del deseo), ha abortado la discusión del reglamento en el seno de ese consejo. Con el pretexto de la inminencia de las elecciones rectorales, elementos interesados han sometido a discusión en el Consejo Superior modificaciones ad hoc del reglamento (técnica del madrugonazo), las cuales por un lado no provienen del seno de la comunidad («yo te participo que…»), y por el otro generan retrasos en la discusión del reglamento autonómico de la USB, al tiempo de representar los intereses particulares de quienes someten esas propuestas.

Ahora bien, ¿fueron los miembros del claustro universitario incapaces de anticipar y adelantarse a lo que habría de ocurrir con la llegada de la transitoriedad? Quizás sí, quizás invirtieron demasiado tiempo y neuronas en un debate interno, y eso los condujo a un punto con apariencias de estancamiento. Quizás sufren del percance de ser buenagente y pecaron de ingenuos. Eso suele ocurrir con mentes privilegiadas. Había que ocuparse de política universitaria, pero sin descuidar la resolución de complejas ecuaciones matemáticas, o el estudio de la física del estado sólido y, claro está, el análisis del fusarium oxysporum, sin olvidar el efecto de los
pensamientos aristotélicos sobre el devenir de las sociedades urbanas postmodernistas, o el estudio comparativo de las diferentes repúblicas según Platón. Ah, y eso sin dejar de lado a esos loquitos que, en adición a un exigente pensum, dedican cacumen a estudios de los ciclos de estrellas variables en nuestra galaxia y la búsqueda de novas y supernovas en otras galaxias. La historia de la Academia en el mundo está repleta de situaciones como ésta. Mas no confundamos la gimnasia con la magnesia. Si La Simón hubiese dedicado sus esfuerzos a asuntos políticos, hoy la estaríamos criticando con severidad. Le estaríamos reclamando el desvío de su verdadera visión y misión. En cristiano, si no la agarraba el chingo, la agarraba el sin nariz. Entendamos pues que todo esto que está aconteciendo no es sino paupérrima excusa para un proceso con claros visos de intervención y apabullamiento.

La palabra «experimentalidad» (que no existe en lengua castellana) rima con «intelectualidad». Pero «transitoriedad» (que tampoco la hallamos en el
Drae, aun cuando tanto la escuchemos) rima, tristemente, con «mediocridad».

En la próxima entrega: el reglamento electoral o cómo importar política electorera.

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