Opinión Nacional

Usureros del poder

Hemos pisado la tecla nula, el punto g, el caos total. La sentencia de la Sala Electoral, incuestionable jurídicamente hasta para el más bruto ayacuchito, es abiertamente desacatada no sólo por los pataleadores triunviros del CNE sino también por sus propios colegas dizque magistrados de la Sala Constitucional que juegan cuadro cerrado con el régimen.

Esta es la prueba más clara de la abierta violación a la letra Constitucional, así como del servilismo tarifado de los poderes públicos hacia el poder ejecutivo que les moja la mano con los mismos dólares que niegan al país para salir de su debacle económica. Los militares corean como bufones los exabruptos del locutor frustrado, pero abren la boca cuan grande la tienen para que les atraviesen su arepa. A Chávez rogando y al pueblo plomo echando. La voracidad revolucionaria quiere echarle mano a las reservas internacionales para alimentar sus planes limosneros, esos que le dan votos con los más necesitados.

Usurero del poder, ya identificado en sus faltas contra los derechos constitucionales y humanos de los venezolanos, el gobierno de Hugo Chávez ha sido denunciado en el Tribunal Internacional de La Haya; la Comisión de Derechos Humanos de la OEA engrosa todos los días su expediente contra este régimen abyecto; los países amigos saben que esto deviene rápidamente en dictadura; el Senado colombiano pide la aplicación de la Carta Democrática Interamericana. Voces en todo el mundo, venezolanas o no, se alzan para pedir ayuda y detener la autocracia que consume el país.

Pero nada va a dar una solución rápida a esta crisis desesperada. La sociedad civil así lo entiende y desde aquel fatídico abril de 2002 no ha cesado en sus intentos de buscar una salida pacífica y electoral a la pesadilla chavista. Los venezolanos se juegan hasta la vida, buscando la salida de Miraflores de un Presidente apocalíptico en todos los malos sentidos. A esta oposición bravía sólo le ha faltado un líder que guíe certeramente, que imponga el peso moral de su autoridad, ése cuyo ascendiente obligue hasta a los corifeos del régimen a respetar el disentimiento. Hay muchos pequeños líderes, muchos hombres inteligentes, mujeres valientes, gobernadores con liderazgos regionales, jurisconsultos sabios y hasta políticos que han dado asombrosas muestras de desprendimiento en la lucha. Mas no el líder fundamental que aparte la paja del heno, que busque el justo término de las peticiones y ejerza una vocería incuestionable.

Esa ha sido la gran debilidad de la oposición, explotada hábilmente por Chávez y sus loros, que potencian en sus discursos las divergencias, la heterogeneidad, sin darse en absoluto por enterados que esa es la salsa base de una democracia. La diversidad es el punto de partida para la convivencia civilizada y la carencia de una voz líder no es mácula para ella. Cuando escucho las quejas sobre la falta de una línea única en las actuaciones de la oposición, cuando vemos los ataques y críticas hacia la Coordinadora Democrática, hacia el Bloque, o las ONG, organizaciones que también se caen a críticas entre ellas, celebramos la fortaleza de esa oposición que ha sido capaz de organizarse en multitud de agrupaciones y llevar acabo operativos que en ocasiones han tenido repercusiones nacionales. Pero lo que es saludable en una democracia resulta un problema en autocracia, cuando esa misma oposición diversa debe enfrentarse a un líder único, cuyos operadores son soldaditos de plomo, mentes de pollo, mantenidos y sanguijuelas que medran en los bolsillos del gobierno, sin honestidad alguna para discutir nada al ladrón que se ha apoderado del país.

Estamos en un momento crucial, cuando todas las caretas han caído. Hay un desacato constitucional del CNE a la Sala Electoral del TSJ; hay un llamado a reparos por parte del ente comicial; hay unas negociaciones políticamente justificables por parte de la Coordinadora, para llevar esos reparos en los términos más favorables posibles; pero hay un gran sector de la sociedad civil que se ha declarado en rebeldía ante cualquiera que se atribuya su representación para ir a reparar. Ellos dicen que repara quien está raspado e ir a ese proceso implica reconocer la mala fe que achaca el CNE a los firmantes. Pero la Coordinadora que negocia dice que en un país donde las instituciones están anuladas, difícilmente la Sala Electoral logre hacer acatar su sentencia.

Los reparos son un dudoso tecnicismo, una burda excusa para descartar firmas, con argumentos que están fuera del reglamento aprobado antes de los firmazos y consagran una retroactividad absolutamente ilegal. Aparte de que nadie está arrepentido de firmar, es innegable que el régimen ejerce toda clase de presiones contra militares, empleados públicos, contratados, contratistas, familiares y contra todo firmante que tiene derecho a sacar su cédula y su pasaporte. Así que ese reparo para muchos no será un acto libre, lo cual lo hace nulo. Sin embargo, una parte importante de la Coordinadora, formada sobre todo por operadores políticos curtidos en varias batallas, insisten en que, sin echar de lado la vía judicial, hay que negociar no las firmas sino las condiciones de los reparos. Esto le parece demasiado ingenuo a una oposición radicalizada y harta de que le mamen el gallo, así que no es descartable que aunque la Coordinadora logre un aceptable acuerdo de reparos, muchos de los firmantes no vayan a reparar las firmas, lo cual sería peor que la enfermedad.

Carecer de un gran líder no es suficiente obstáculo para que la oposición logre su fin último que es salir de esta dictadura constitucional. Para ello no debe perder de vista el blanco, que no es precisamente la Coordinadora sino Hugo Chávez. Hay que agotar todas las posibilidades para impedir su permanencia nefasta en la Presidencia de la República. La Constitución da el derecho de removerlo mediante un revocatorio y ninguna autoridad rebasa esa voluntad soberana. Aunque algunos no lo entiendan, así es y será.

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