Opinión Nacional

Venezuela: Chávez se va quedando solo

(AIPE)- Una reciente decisión del Tribunal Supremo de Justicia determinó que, en principio, no existían méritos para enjuiciar por rebelión a los altos jefes militares que el 11 de abril pasado decidieron desconocer la autoridad del presidente Hugo Chávez. Tal cosa sucedió cuando éste ordenó la salida de las tropas a la calle para detener una enorme manifestación pacífica que, a la postre, fue detenida a balazos por los adictos al chavismo. La decisión del tribunal, si bien sujeta a un proceso que podría modificarla en las próximas semanas, constituye sin embargo un hito importante en la continua declinación de la autoridad y del poder efectivo de Hugo Chávez.

Hasta ahora -en esta Venezuela manejada como una republiqueta del siglo XIX por quienes pretenden imponer un régimen socialista autoritario- todas las decisiones de los poderes públicos habían favorecido, sin recato alguno, al presidente y sus seguidores. Pero ahora, con una mayoría de 12 contra 8, los magistrados han mostrado que la erosión del régimen es tan grande que ya no soporta más descaradas mentiras y el uso arbitrario de las leyes para mantenerlo a flote. Una ventana de esperanza se abre entonces para encontrar una solución pacífica, más o menos institucional, a la profunda crisis de gobernabilidad que soportamos desde hace más de seis meses.

El día anterior, y como para mostrar que lo sucedido en el Tribunal Supremo no es un hecho aislado, el chavismo no había podido lograr mayoría en el congreso para aprobar un proyecto que aumenta el IVA al 16% y elimina casi todas las exenciones vigentes. Una buena cantidad de los diputados oficialistas se negó a votar por la propuesta, quedando así diferida cualquier definición sobre este importante punto, en medio de una crisis económica que se caracteriza por la alta inflación, la devaluación del bolívar y el mayor desempleo conocido en la historia del país.

La situación para el gobierno es, por lo tanto, casi desesperada. Las encuestas muestran la sistemática declinación de su apoyo, la oposición controla la calle con imponentes manifestaciones que llegan a convocar –a veces- hasta un millón de personas, y ahora los poderes públicos comienzan a mostrar que irán abandonando al caudillo izquierdista poco a poco, quizás en un proceso demasiado lento, pero que ahora parece más seguro: cada vez son menos los dirigentes que están dispuestos a jugar su futuro político para salvar a un régimen al que pocos asignan posibilidades de supervivencia más allá de este año.

La ingobernabilidad del país, sin embargo, está muy lejos de haberse superado. El régimen cuenta con el apoyo de algunos miles de seguidores exaltados capaces de recurrir a la violencia, posee todavía los recursos de la renta petrolera y controla aún importantes factores de poder, como la Fiscalía General y el Consejo Nacional Electoral. Su capacidad de gobernar, de proponer nuevas acciones políticas y aún de mantener la marcha regular de los asuntos rutinarios del estado, es hoy, en la práctica, verdaderamente nula. El país está paralizado, sin respuesta ante los graves problemas que lo agobian, pero eso no significa que Chávez no pueda resistir, apelando a todos los resortes del poder, para durar algunos meses más, para sobrevivir como pueda hasta un mañana cada vez más confuso y carente de respaldos.

Triste destino éste para un proyecto que se presentó como una revolución pacífica y radical, que nos prometió una nueva república y que ahora, como todos los inútiles populismos latinoamericanos, naufraga en medio de la corrupción, la pobreza, la inseguridad y el más absoluto desprecio a las instituciones y al estado de derecho.

* Corresponsal de la agencia AIPE.

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