Opinión Nacional

Venezuela, en cuenta regresiva (I)

Escribe el filósofo británico John Gray en su Black Mass. Apocalyptic Religion and the Dead of the Utopia que: «Las religiones políticas, tal vez rechacen el cristianismo, pero no pueden sobrevivir sin demonología». «Nunca son los defectos de la naturaleza humana los que bloquean el camino a la utopía: la culpa siempre es imputable a las fuerzas del mal». Fidel Castro y Hugo Chávez son los máximos representantes de la religión política de la extrema izquierda latinoamericana.

El primero se ganó el derecho de ser el «Papa» de esta corriente por sus cincuenta años de lucha contra el «demonio imperialista», y el segundo simplemente le compró la posición de «cardenal revolucionario» al primero.

En los años venideros seremos testigos de lo que serán los cambios políticos más trascendentales del presente siglo en nuestro continente. La utopía del socialismo cubano y su remedo venezolano, «el socialismo del siglo XXI», han entrado en una irreversible cuenta regresiva para retornar a la realidad. Están coincidiendo: la bancarrota económica y el advenimiento del cambio generacional en Cuba, con el inicio del declive político del presidente Hugo Chávez y su revolución bolivariana en Venezuela. A esto se ha sumado como factor fortuito la enfermedad de Chávez.

No parece haber en el horizonte un relevo de «Papa» o la fundación de una nueva iglesia izquierdista.

Sin duda, esta será una transición de implicaciones continentales, tal como lo afirmó Fidel Casto en una de sus reflexiones: «en lo inmediato, todos los latinoamericanos y Cuba, de modo especial, serán afectados por el proceso que tiene lugar en Venezuela».

Con mayor fuerza lo ha dicho el propio Chávez: «en Venezuela se libra una batalla de la cual depende en buena manera el futuro de la humanidad».

El chavismo es un fenómeno político de composición compleja que responde, en sentido más estricto, a la distribución que Chávez le dio a la renta petrolera. No hay un proyecto ideológico único en sus filas.

Pese al discurso izquierdista, entre sus seguidores hay de todo: ricos, pobres, clases medias, izquierda, derecha, oportunistas, militares conservadores y hasta extremistas armados. Dos factores los unifican: el carisma de Chávez y el acceso que éste les ha permitido a la renta petrolera; unos han sido beneficiarios de poder político, otros de programas sociales y otros se han vuelto millonarios. En alguna medida podemos ver dos procesos importantes: uno de inclusión e identidad política para sectores populares y otro de generación de nuevas elites. Sin embargo, la composición compleja en las filas chavistas genera tensiones y conflictos que no estallan porque el liderazgo de Chávez asegura la cohesión.

La pregunta principal es entonces: ¿qué ocurrirá en el chavismo sin Chávez o con éste débil, enfermo o electoralmente derrotado? UN IMAGINARIO DE PERMANENCIA Las religiones políticas construyen un imaginario de permanencia eterna en el poder y esta certidumbre contribuye a su cohesión. En Venezuela esa certidumbre está comenzando a ser afectada por dos factores: la posibilidad de una derrota electoral y el posible desenlace fatal de la enfermedad del presidente Chávez. Si a esto agregamos la composición heterogénea del chavismo, podemos concluir que viene un cambio de rumbo en Venezuela, sean cuales sean los resultados de las elecciones de octubre.

Chávez puede perder las elecciones porque es ahora un candidato débil que ha dejado de ser omnipresente y el factor compasión por su enfermedad ha perdido y seguirá perdiendo importancia entre los electores.

Además, ya no está invicto, ha perdido varias votaciones importantes.

Después de 13 años en el poder y con la represión sistemática a los opositores, el régimen transitó de víctima a victimario. Henrique Capriles, el candidato de la oposición, se ha convertido en un líder con carisma y arrastre que ha puesto en jaque al monopolio del liderazgo Chávez.

En cualquier caso, si Chávez ganara la elección, su incapacitación física o su muerte abrirían necesariamente un conflicto; no es igual el PSUV en el gobierno con Chávez que sin éste, e incluso, aún ganando la elección, la decadencia política del modelo bolivariano continuará invariablemente. Pero, por otro lado, si ganara la oposición, la gobernabilidad del país dependerá de la resistencia o de la cooperación que ésta encuentre en el chavismo. Por ello, en cualquier escenario postelectoral es previsible que se genere a corto o mediano plazo un conflicto en las filas del chavismo, sobre la continuación o no del llamado «Socialismo del Siglo XXI».

LA PRIMERA ALTERNATIVA Las preguntas principales son entonces: ¿quién ganará ese conflicto? y ¿hay riesgo de que éste sea violento? La primera alternativa de salida a este conflicto entre chavistas es que todo dependa de la correlación entre elites, poderes fácticos y cúpulas del PSUV; y la segunda es que utilicen mecanismos de consulta hacia las bases. Sin embargo, para que lo segundo fuera posible, el PSUV tendría que ser una institución partidaria sólida que funcionara con normas claramente establecidas y de esto no hay evidencias; por lo tanto, es poco probable que el rumbo del chavismo se defina en las bases. Lo más seguro entonces es que serán los poderes fácticos, los chavistas ricos y los militares, quienes decidirán ese rumbo.

El interés principal del sector enriquecido y de los militares es sin duda recuperar estabilidad, disfrutar su riqueza, hacer las paces con Estados Unidos, mantener espacios de poder y asumir su rol de nueva elite. No hay razones para que respalden una radicalización que los terminaría golpeando. En otras palabras, ya sea como gobierno o como oposición se puede iniciar un giro moderado en las filas del chavismo. Obviamente esto guardará relación con los espacios de entendimiento que encuentre con los actuales opositores.

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