Opinión Nacional

Vilpres

Habida cuenta de la más reciente gracia de los «hacedores» comunicacionales
del régimen, propongo que a Venpres pase a llamarse de ahora en más con un
nombre mucho más acorde con su nueva personalidad de marca. Creo que el
vocablo «Vilpres» resume con claridad la característica más relevante de
esta fabricadora de infamias. Pero les confieso que tengo sentimientos
encontrados con respecto a los ataques a Mingo, Ibéyise y Patricia. Por una
parte, ha caído en inevitable indignación. No puedo creer que se haya
llegado a este nivel de putrefacción, que hace palidecer cualquier bajeza de
aquellos lejanos tiempos de la Cuarta República. No alcanzo a entender – y
miren que lo intento – cómo se puede caer en semejante lodazal. Que de
Venpres se podía decir mucho ya. Que si había caído en indisimulable
competencia, que descuella por su ineficiencia, que tienen mala ortografía y
peor gramática, que sus textos son cursilones cual suspiritos de pastelería
de pueblo. Pero ya esto de comportarse como nido de víboras, Santa China
bendita, demasiado para este cuerpito.

Pero, por otra parte, reconozco que todo el «affaire» me produjo un
portentoso ataque de risa. Porque seamos sinceros, ¿en cuál acalorada cabeza
pudo caber la idea de acusar a Mingo, Ibéyise y Patricia de
«narcoperiodistas». Francamente, de Ripley. ¿Quién demonios pudo ser tan
estúpido como para concebir semejante estrategia? ¿Cómo pudo siquiera
ocurrírseles tamaña sandez (porque imagino que fueron varios)? En honor a la
verdad, poco importa conocer los nombres y apellidos de estos fabricantes de
basura. No es necesario tener acceso al registro de sus crestas papilares.

Basta con saber que están sentaditos y agarrando fresco en oficinas del
régimen, cerquita de Miracapullos. Estas son truculencias de esbirros, que
cuentan con el aval, la dirección y el beneplácito de los más altos niveles
gubernamentales. Huele a policía echado a perder, a mente dañada, a dedos
perversos.

Montesinos no vino en vano. Dejó su huella, su enseñanza de catedrático en
las artes de la maledicencia. Pero nadie se traga este cuento tan mal
echado. Y la estrategia les juega en contra, pues lo único que han logrado
es reforzar la buena apreciación que la gente tiene de mis tres colegas. Lo
dicho tantas veces: estos babiecas de cuarta categoría trabajan para uno.

De cualquier manera, la cosa sirve para – una vez más – poner en evidencia
la calidad de la gente que nos está gobernando. Yo creo que caen en
paroxismo cuando cometen una maluquería de esta magnitud. Y los imagino
deprimiditos cuando luego se percatan que cada metida de pata es
infinitamente peor que la anterior.

El país está enfurecido. Los ciudadanos no se prestan más a participar en
esta farsa de medio pelo. En buen Castellano, se llama hastío, hartazgo,
atroz tedio. Todo cansa, todo aburre, todo aleja. Las chequeras están
anoréxicas. Ya la gente no come más novelitas mal escritas, nos e traga más
indigestas cobas. Los nuevos ministros son – si posible – peores que los
anteriores , y los diputados oficialistas han agotado el repertorio de
necedades.

Y los medios crecen, la sociedad civil se fortalece, los partidos políticos
han reflexionado.

Nada es eterno, pero si fuese posible comparar eternidades, éste será el
gobierno menos eterno. Y eso y no otra cosa dirá la historia.

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