Opinión Nacional

Violencia y represión selectiva

Todos los pueblos del mundo han sido violentos en determinados momentos y pacíficos en otros. Pero todos, incluido el venezolano, conocen épocas de violencia irracional y de las dificultades para convertirla en proceso racional que garantice la paz y la convivencia. Siempre los gobiernos han tenido la responsabilidad fundamental. Es el caso venezolano. Se impone una revolución castro-chavista a sangre y fuego. La violencia se apodera de todas las instancias institucionales, económicas, políticas y sociales que dependen del gobierno. Interferidas y manipuladas al servicio del régimen liquidan progresivamente el principio de la legalidad y con él muere el Estado de Derecho. La represión no es ya para prever o liquidar excesos de manifestaciones o jornadas de protesta pública sino para crear calculadamente el ambiente de temor necesario para garantizar la impunidad y evitar las acciones de rechazo. Aumentan los presos, los investigados, torturados, exilados, las agresiones físicas en la calle y las amenazas. También la represión física y económica contra medios de comunicación, líderes opositores y militares democráticos. Hugo Chávez empuja a Venezuela a una guerra que difícilmente podremos evitar. Hay que prepararse para librarla y ganarla, antes de que sea demasiado tarde para un país depauperado, en proceso de desintegración espiritual y material.

Todos sentimos una amenaza permanente, impersonal, aunque adquiere rostro y contenido cada tanto. Hay un nuevo y extraño resentimiento en el ambiente empujando a la confrontación. La gente apela de manera creciente a la violencia para responder a la violencia oficial, hasta para hacerse oír en los temas más elementales. Están superados todos los esquemas partidistas y agotados los caminos tradicionales.. Desgraciadamente muchos dirigentes políticos solo plantean la posibilidad de regresar al pasado reciente. Demuestran ambición personal desmedida, mucha ignorancia que los hace anacrónicos por el menosprecio frente a los problemas reales del ciudadano común. A este gobierno hay que enfrentarlo de manera radical, con todo lo que tengamos a nuestro alcance. No podemos permitir la destrucción del país ni que se paralice a la oposición dirigida por quienes se desestabilizan frente al peligro de la represión y las trampas que se están proponiendo. He dicho que estamos en un punto de quiebre histórico. De cruce de caminos. Hay que actuar porque la violencia es producto de la inseguridad latente, de las provocaciones, de la impunidad. Está en todos los espíritus. Hay que erradicar de la vida pública a quienes han hecho de la mentira su verdad para sobrevivir, liquidar el disimulo y respaldar con acciones los principios que se predican, las verdades que se denuncian. Basta de tanta deshonestidad intelectual. La democracia no es solo un andamiaje para ejercer el poder. Es también una ética irrenunciable. Hay muchos muertos de por medio.

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