Opinión Nacional

Votar o no votar

Es el dilema que pretende vendernos el oficialismo, es, sin embargo, una trampa. ¿Cuál es el propósito? Conseguir la mayor abstención (que ya es alta) de gente no comprometida con «el proceso». Lograr el 95% de una población pírrica, independientemente del tamaño del universo de votantes. De esta manera se podría argumentar, a posteriori, que la “mayoría” apoya la revolución bonita.

La «Oposición», y parte de la base de los «Chavistas» también, están desencantados ante tanta manipulación y posibilidades reales de fraude. Pero por otra parte las misiones han cumplido mal que bien con el propósito de arrimar la brasa a la sardina del oficialismo (con cualquier cantidad de recursos), lo que ha incidido en una mejoría de la percepción del Presidente ¿60% de popularidad? Si le damos crédito a las encuestas podríamos inferir que aún cuando la propuesta de la abstención tuviera un apoyo del 100% ésta quedaría circunscrita al grupo abstencionista (los grupos comprometidos con el Régimen seguro que van a votar) por lo que sería difícil cumplir con el desideratum «… para que se vean las soledades…». Ahora bien, ¿qué podemos hacer? Por de pronto seguir las orientaciones de SÚMATE: continuar denunciando y exigir que se cumplan las disposiciones legales (aún a sabiendas que el oficialismo quiere saltarse a la torera los procedimientos). Luego, ya veremos, pero si de antemano nos encasillamos en la actitud de «no votar» ello nos coloca en una posición un tanto cómoda, lo cual es sumamente peligroso.

Llegado el día de las votaciones, y es aquí donde la puerca tuerce el rabo, entonces es el momento de decidir si ir a votar o no; si se han dado las condiciones para unas elecciones limpias. Pero, aún cuando no se hubieran dado tales condiciones de transparencia una de las preguntas que me haría, en caso de ser votante, por ejemplo, en Chacao o Baruta, es si conviene dejar a Leopoldo López o a Enrique Capriles atado de manos con un Concejo de oposición oficialista. Si nos abstenemos de votar en estas circunscripciones electorales no le estaríamos brindando ningún beneficio a esas alcaldías y nos estaríamos auto flagelando. En caso de ser elector en otra circunscripción electoral en el que el “Oficialismo” o la “Oposición” no lo estuviese haciendo bien, y me abstenga de votar, no quedaría ningún registro de mi rechazo, y la oportunidad de defenderlo.

Eso de encerrarme en la casa para expresar mi inconformidad es de una ingenuidad mayúscula, inaceptable en políticos tan avezados como Antonio Ledezma, Oswaldo Álvarez Paz, Carlos Blanco y otros. Otra opción que se nos presenta es la «abstención activa» que propician algunas ONG y un sinnúmero de personalidades; tomar la calle, posición muy romántica pero sin consecuencias jurídicas, a menos que las demostraciones en la calle fueran de tal magnitud que hiciera ingobernable el país y fuese necesaria la intervención de la FA. La interrogante es si ante una demostración masiva de la “Oposición” el “Oficialismo” se va a quedar de brazos cruzados.

Siguiendo con el mismo tema y para no dejar cabos sueltos, el símil de «votar es como ahorrar» utilizado por Unai Amenábar en su artículo de El Universal el 6 de julio me parece desafortunado; en el caso de toparme con algún banquero «inescrupuloso», que los hay, tendría la opción de colocar mis ahorros en otro banco. En caso de que todos fuesen poco confiables a nadie que se le pasaría por la mente guardar sus churupos bajo el colchón. Eso sucedía en la época de Gómez, y antes también, cuando el circulante estaba constituido por monedas de oro. Ante esta situación hay varias salidas que se me vienen a la mente: convertirlos en divisas, comprar joyas, obras de arte, invertirlos en bienes muebles o inmuebles, adquirir equipos, insumos, letras del tesoro, etc. y en última instancia contaríamos con FOGADE. El caso, pues, es que cuando nos referimos al ahorro existen múltiples opciones, lo cual no sucede con el voto. La primera opción que se nos presenta en las próximas elecciones es: votar o no votar.

Para concluir, considero que las denuncias no se deben interrumpir: ni antes, ni durante, ni después de las elecciones, y a menos que haya una manifestación unánime de todo el electorado (muy poco probable) conviene ir a votar. Las motivaciones pueden diferir: algunos tienen la aspiración de ganar espacios, otros de no perderlos, y habrá quienes difieran de éstos. Sería un signo de madurez política separándonos del “más de lo mismo”.

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