Opinión Nacional

¿Y ahora a gobernar?

Se escucha y se lee el reclamo para que el proponente de la fallida reforma se dedique a las funciones de gobierno. Pero luego de casi una década de fanfarria política, pugilato ideológico y despilfarro petrolero, no luce probable que Chávez se transmute en un mandatario gubernativo.

Al parecer, el mandamás miraflorino quiere seguir en lo mismo después de la derrota del 2-D. Al fin y al cabo, le ha echado la culpa a todo el mundo del fracaso referendario, y prácticamente ni una palabra de autocrítica se ha colado en sus largas, recientes y sonoras peroratas.

Y «lo mismo» no es otra cosa que modificar la Constitución para alargarse el período de mando, y expandir su «modelo revolucionario» por donde se pueda. Dos objetivos que de seguro ocuparán buena parte de su tiempo disponible en el futuro previsible.

Ni los fieles más empecinados de su entorno se lo imaginan presidiendo largas reuniones semanales del Consejo de Ministros, atendiendo cuentas rutinarias de sus 27 ministros y otros tantos altos funcionarios, dirigiendo equipos administrativos en áreas sectoriales de gobierno, atendiendo las solicitudes de gobernadores y alcaldes, dialogando con voceros y representantes de todo el país, y realizando giras de trabajo gubernamental por las distintas regiones.

Tampoco lo visualizan llamando al entendimiento y reconciliación nacional, tendiendo puentes con núcleos de oposición, amnistiando a los presos políticos, reconociendo la separación de poderes del Estado, invitando al sector privado a impulsar programas de desarrollo, dirigiendo una política exterior profesional y constructiva, y aceptando fallas endógenas para abrir una nueva etapa de gobernabilidad democrática.

Muy difícil que eso ocurra y menos ahora que el reloj apremia, porque mientras más pase el tiempo sin que la reelección continua esté «metida» en la Constitución de 1999, más erosión tenderá a sufrir su poder, incluso dentro de sus propios partidarios, y más cuesta arriba se volverá la pretensión de quedarse en Miraflores hasta que el cuerpo aguante.

Pero la situación envuelve una paradoja de dañinas consecuencias para la «revolución bolivariana», y es que el deterioro de las condiciones económicas y sociales de la vida cotidiana, a pesar del barril petrolero superando los 80 dólares, ahonda las razones y motivos que explican la derrota del «sí» y, por tanto, la creciente insatisfacción de densos sectores populares.

Todo lo cual se verá agravado con la «reconversión monetaria» de Rodrigo Cabezas, quizás, uno de los principales artífices de la victoria opositora del «no», sin menospreciar, desde luego, el papel estelar del ministro Elías Jaua, uno de los responsables más conspicuos de la escasez nacional.

Para dedicarse a gobernar en el sentido de políticas públicas armónicas, democráticas y progresistas, llevadas adelante con respeto al adversario y tratando de evitar el abuso de poder, el señor Chávez tendría que dejar de ser quien es. Y esa posibilidad de mutación no se observa en el horizonte.

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