Opinión Nacional

Ya no hay tiempo

Recordando mis  primeros años de padre cuando  mis hijas estaban apenas dando sus primeros balbuceos y uno quería ser y estar  pero todo a la vez, para conquistar y modificar el mundo, ese espacio particular  donde crear y soñar se confundía con el vivir la realidad de la subsistencia diaria.

En esos años había una angustia en mi,  quizás porque venia  galopando la propia conciencia de mi existencia y la de los Otros (mis hijas)  y esas angustias las fueron superando otras angustia.  Aunque debo decirles que si existen  pequeños antídotos. Estos suele ser tan  sútiles como el propio reconocimiento de nuestra existencia.  Las angustias de un creador y soñador son como las agujas del reloj. Estas también marcan  nuestra propia existencia y tenemos la manía de negarnos tanto que olvidamos que cuando usted como yo pensamos  lo que vamos hacer es que ya lo estamos  haciendo y eso es la angustia de la propia  vida.

El venezolano ha aprendido a negarse tanto, que muchos aún  no reconocemos el espantoso  desequilibrio mundial que vivimos.  Es como si el mundo que observamos por internet o la Tv es un mundo paralelo que no nos afecta. Estamos tan globalizado e interdependiente que los puntos y rayas de los mapas se borraron y tan sólo hay brechas culturales.

La oposición en Venezuela aparte de oponerse al gobierno, no ofrece nada y se quejan porque Chávez aún ofrece todo. Nuestra nación es como un ser que posee un alma  herida y estas  personas suelen estar completamente solas y esta soledad forma parte fundamental del propio proceso y este posee un lenguaje  que  entiende tan sólo las personas que lo han aprendido igual que el lenguaje del amor.

El amor igual que los procesos sociales son como  batallas, que suelen ser  ofensivos o defensivos. Lo que jamás puede ser es inertes. Los procesos sociales como el amor no saben de equilibrio  son  insaciables hasta ignorantes, algunos generosos o tacaños. Estos se pueden volver  en una exquisita y exótica mezcla de alegría y pena. Cuando hay conciencia del Otro, esos procesos cómo el amor: son  fructíferos como creativos a la vez, cuando no hay conciencia del otro  se trasforman en las fuerzas más destructoras.

 En los procesos sociales igual que en el amor,  la fascinación puede agotarse  y también puede surgir el desamor, ¿Entonces qué hacemos? Nos tragaremos la vida. ¿Acaso ya no hay tiempo?

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