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Pacto de Punto Fijo: Gran Ejemplo Histórico

» ! BOCHINCHE, ! BOCHINCHE !. Esta gente no sabe más que de bochinche”.

Fueron palabras del Generalísimo Sebastián Francisco de Miranda, Precursor de la Independencia Americana. Sucedió  cuando fue capturado y tildado de traidor por las fuerzas patriotas, entre ellos, incluso, por el propio Libertador, Simón Bolívar. Se había perdido la Plaza de Puerto Cabello el 30 de junio de  1812. Había razones para que hubiera respuestas y acusaciones.

Al pensar en este trance histórico, lo que ocurre es inevitable que una frase de dicho calibre no se ignore:  ¿Será que Francisco de Miranda supo definir a los venezolanos, porque definitivamente eran bochincheros?. Es decir,  «todo en broma y nada en serio». El hecho, por supuesto, obliga a reflexionar sobre esto.

Cuando se medita sobre la complicadísima situación venezolana, se hace muy difícil entender lo obvio: ¿cómo es que un país que cuenta con todas las herramientas y riquezas necesarias -además de con la gente preparada- para conducirla por el camino del éxito, pudo haber caído en el desastre de hoy?.

¿Qué es hoy realmente Venezuela?. Integralmente,  el país es un caos socio político. Es un país con hambre, que perdió casi 5 millones de habitantes, y la población continúa emigrando. Es sinónimo de miseria crítica. Pero, además, es el reflejo de un país que pocos se eximen de catalogarlo como una de las naciones asiento de mayor  delincuencia y más inseguridad del Continente  Americano.

Hace dos décadas  que  el pueblo venezolano inició una férrea lucha. Lo hizo para no perder a su país. Pero esa ha sido una lucha impregnada de intereses mezquinos de parte algunos dirigentes. Ellos han desviado al Gobierno y a la numerosa oposición del objetivo principal de rescatar el país. La población en general, apática e indololente, ha sido distraída y se ha dejado distraer. Lo grave es que dicha conformación ha abierto puertas de lado a lado, para terminar conformándose con ofrecimientos, dádivas y  cantos de sirena.

Subsidios públicos de alimentos como el sistema Clap, de paso, fue una referencia de alimentos que pasó a ser una excusa administrativa y operativa para constructores y buscadores de negocios internacionales. Y el trueque con China, por otra parte, terminó convirtiéndose en una forma fácil de colocar productos electrodomésticos asiáticos en el equipamiento de la Gran Misión Vivienda que, para variar, pasó a  servir de puente para una serie de gobiernos amigos, siempre dispuestos  a obedecer en el desarrollo de todo aquello que se asignaba a dedo, mientras que a las empresas venezolanas se les colocaba en el rincón.

La abundancia del dinero proveniente del petróleo, sin embargo, quedó en el camino. Se acabó. Los amigos que ayer estuvieron prestos y listos para seguir apoyando y ayudando al amigo, sin embargo, recogieron sus trastes y su fueron, al igual que aquellos que, siempre a dedo, participaron seleccionados en la colocación de un verdadero “montón” de primeras piedras  que, al final, terminaron en eso: el inicio de lo que nada fue. De obras públicas que terminaron convirtiéndose en caricaturas

¿Eran acaso como esos ejemplos a los que se refería Miranda cuando hablada de “bochinche y más bochinche”, o todo se  debe a actos premonitorios del Percursor?.  Nadie lo sabe. Aunque lo que sí es cierto es que, al final, para lo que todo y en todo ha terminado, es que la hiperinflación terminó convirtiéndose  en el motor activador de una serie de fondos convertidos en bonos que se hacen presente ante la aproximación de cualquier regalo, templete popular, fiesta electoral, parranda nacional y asueto por cualquier motivo que lo justifique.

Los venezolanos tenemos que sacar al país de la diatriba internacional. Hay que hacerlo  como trofeo al ganador del pleito, o como premio de consolación. Pero hay que hacerlo. Y eso implica  asumir  responsablemente la solución de conflictos y diferencias.

No es creíble admitir calladamente que los organismos internacionales y su verdadero interés es exclusivamente por la justicia y la defensa de los derechos humanos. Basta con hacer un pequeño repaso sobre los innumerables conflictos a nivel mundial, y se aprecia que, en el fondo, todos se relacionan con violaciones a los derechos humanos, hambre, miseria y muerte. Y en su seno únicamente se discuten y se dan grandes discursos, pero no se soluciona nada, a menos que el caso implique algún dividendo.

Sí es verdad,  el país tiene grandes problemas, conflictos y diferencias. Pero los venezolanos permitimos que vengan de afuera a resolver nuestras diferencias, el costo va a ser muy alto para Venezuela. Los tributos de guerra nunca han dejado hueso sano y siempre dejan las raíces del odio muy bien arraigadas en el sentimiento de los caídos.

El problema es nuestro. Y es a los venezolanos a quienes  corresponde resolverlo. Ciertamente, al actual Gobierno, al que políticamente alguien denominó de la V República para libertarlo del lastre de  obedecer a una tendencia, orientación y fundamentación comunista que terminó heredando el trato de socialismo, ha cometido muchos errores y ha llevado al país a la ruina y la desesperanza de millones de venezolanos que han tenido que abandonar el país. Sin embargo, la expresión  opositora, la otra cara de la moneda, la de él o los identificados gobiernos de la IV República, fueron los culpables de que los primeros llegaran al poder y se apoderaran de la Nación.

A 1998, esa misma ciudadanía llegó  a un país sufriendo la inclemencia de muchos problemas. No de la magnitud de hoy, pero sí registrando una economía comprometida, una inflación elevada y dañina. Por su parte, los partidos políticos pasaron a referencia de desprestigio, y, en desbandada, un alto grado de inseguridad y gran parte de su desesperanza habría de pasar luego la ciudadanía  sumida en elevados índices de pobreza.

Hay que trabajar para lograr que reine la sensatez, la cordura y la lógica. No hay que seguir llorando o alimentando quejas, a la vez que apreciamos  el porvenir  en el espejo retrovisor. Hay que mirar hacia el futuro, ser optimistas y cultivar la esperanza. A golpes, no lo lograremos, y pretendiendo solucionar el conflicto con un todo o nada, obviamente, tampoco se saldría del sitio en donde hemos culminado.

El tema no es quién tiene o no la razón, sino  cómo resolvemos. De igual manera,   quien lo hizo, no es el tema. El tema debe ser, hoy y siempre, cómo lo vamos a solucionar.  Hay que descartar intereses, egoísmos o conveniencias personales. El objetivo es beneficiar a la ciudadanía, cómo recuperar a la Nación entera con sus motivaciones y sus potencialidades.

Es un sueño, es verdad: no más diáspora. Pero hay que trabajar para lograr que nuestros connacionales, familiares y amigos regresen a la Patria y que triunfen. 

En otro tiempo, el 31 de octubre de 1958 se firmó «El Pacto de Punto Fijo». Así se formalizó  un Acuerdo de Gobernabilidad entre las corrientes políticas de esos tiempos. Entonces, se logró restaurar la paz y la Democracia en la República. ¿Por qué no hoy?

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