¿Quién quiere vivir así?
En un país en el que la inseguridad ronda en cada esquina, en el que para comprar cualquier producto esencial hay que hacer largas colas, de horas, sin saber si terminará encontrándolo.
Donde los precios aumentan a un ritmo muchísimo más acelerado que los salarios. Y lo único a buen mercado es refugiarse en la moneda del imperio.
En el que enfermarse es grave ya que no se consiguen los medicamentos y en los hospitales y clínicas hay que, la mayoría de lasveces, ir con sus propios insumos.
En el que el agua y la electricidad son bienes escasos en la vida cotidiana de la mayor parte de la población.
En un país en el que se han perdido todos los referentes morales y en el que los propios gobernantes emplean un lenguaje escatológico y denigrante, más bien digno de azotes de barrio .
Y no queremos seguir enumerando las falencias de esta presunta revolución bonita que tiene a la mayoría de los venezolanos no enchufados al borde de una crisis nerviosa.
Tal vez la nomenclatura no siente lo mismo que el venezolano de a pie porque tiene quien haga las colas por ellos o se surten, los más poderosos, de productos traídos de Aruba o cualquier otra isla cercana. No no les preocupa salir a la calle porque tienen vehículos blindados y numerosas escoltas. Y seguro que no les falta ni la luz ni el agua y viven contentos en su burbuja con un enriquecimiento fácil y rápido que se obtiene por estar cobijados bajo la buena sombra del poder.
Pero, a pesar de sus comodidades, la pregunta que se le puede hacer a estos afortunados venezolanos es: ustedes, los más conocidos, ¿se atreven a pasear solos, sin escoltas, en los centros comerciales o en las calles principales de Caracas? Como lo hacen en Nueva York, París o Londres.
La conclusión debe ser que nadie quiere pasar sus días de esa manera. Sin embargo, pareciera que alguien, o algunos, desean que no tengamos más opción que vivir así.
