Sodoma y Gomorra caribeñas
Desde la colonización por todos es conocido que las islas del Caribe son utilizadas como lenocinio, bajo la modalidad de turismo sexual, lo que se ha constituido es una especie de Sodoma y Gomorra contemporáneas. También, conocemos la historia de estas ciudades descritas en el libro del Génesis, por cuyas consecuencias pecaminosas Dios decidió calcinarlas, como realidad triste y terrible de la corrupción moral y espiritual en flagrancia abierta a lo dispuesto por Él: “todas mis palabras son acertadas, sin engaño, nada de torcido; el hombre inteligente comprobará que son exactas, y el que posee el saber le parecerán sinceras”. (Pro 6,8).
Ha sido tal nuestra indelicadeza e impertinencia que, quizá a cuenta de su misericordia de no justiciero ni vengativo, hemos pretendido tentarle confiando en su bondad, cuando Él no se deja chantajear ni sobornar como cualquier mortal del presente.
Quisimos usar y abusar de su naturaleza que puso a disposición nuestra para disfrute pleno de una calidad de vida extraordinaria. Pero, parece que la abundancia entorpece, a veces, y nos vamos por otros senderos, sin reparar en las consecuencias ni riesgos potenciales, tal y como experimentamos, hoy por hoy, las consecuencias de la crisis climática mediante fenómenos meteorológicos extremos y sus impactos sobre la salud pública, incluso. Con la notabilísima difrencia de de que su disgusto lo manifiesta a través de la climatología y fenómenos telúricos.
Tal razonamiento no se trata de un pensamiento infantiloide, pusilánime timorato o deciminónico, sino de una realidad muy palpable y obvia en virtud de los hechos y sus secuelas, cuyos daños se hacen proclives a alcanzar hasta un punto de no retorno poque no existe propósito alguno de rectificación.