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Un pueblo crucificado por un régimen criminal

La reciente desbandada de la moneda venezolana el bolívar digital frente al dólar era la crónica de una muerte anunciada por los expertos en la materia, al pronosticarse una vez más el despeñadero económico del nuevo signo monetario ante el optimismo de los voceros del régimen, quienes se ufanaban del resurgimiento de una Venezuela renacida donde todo se arregló bajo la imagen de un paraíso tropical. 

Tanto fue el jolgorio que hasta el propio Maduro reclamó para sí el premio Nóbel de Economía, algo inédito para un mandatario analfabeta en la materia, capaz de leer el periódico al revés como lo hacía el Benemérito Gómez al invocar el privilegio de ser presidente de la república. Ni mas ni menos fue lo presenciado durante las impenitentes cadenas del extinto Hugo Chávez y en las insoportables actuales.

Ha sido tanta la inclemencia del régimen contra la población postrada, que ésta se ha visto obligada a salir en estampida, para escapar de los desmanes de la peor gestión que haya vivido la nación durante su historia republicana, cuyos efectos son comparables a los de un ejército invasor, aun cuando el enemigo en nuestro caso no es ninguna armada extranjera, por el contrario, es el gobierno nacional y resto de poderes públicos.

En realidad, el estado fallido que padecemos no deja resquicio alguno, si los sindicatos acuden al TSJ para solicitar la nulidad del infame instructivo ONAPRE, éste sentencia con una precisión ontológica “la inexistencia” de la desafortunada normativa, que ha esquilmado en tiempo real los salarios de millones de trabajadores en el sector público, rematando la faena de paso al calificar de temerarios a los accionantes. 

En el mismo tenor los diputados de la truculenta Asamblea Nacional electa en 2020 se suman al coro defensor de “un gobierno que no tiene plata”, para luego pronunciarse la inquisidora agencia gubernamental CONATEL con el fin de prevenir a los medios de comunicación, de limitar la invitación solo a opinadores favorables a la versión maniquea de un “país en ascenso”.

Cuando se escriba alguna vez la historia de la maldad en Latinoamérica, capitulo Venezuela, tendremos un tomo aparte que relate los suplicios de un pueblo sometido durante décadas mediante la destrucción planificada de su condición de vida, a partir de un discurso oficialista manipulador de la miseria humana.

El pueblo venezolano ha sido víctima de una serie de operaciones monetarias, cuyos resultados han culminado en desastres monumentales que han pulverizado el salario y las esperanzas de trabajo decente, signado por el derroche de un barril petrolero que alcanzó en la primera década del siglo XXI los 110 dólares que no se tradujo en bienestar para la población. 

La disminución de los tres ceros en 2008 con el cambio de signo monetario del bolívar a la ilusión del bolívar fuerte, fue el primer golpe que arrasó con salarios y bienes, ese experimento se mantuvo hasta septiembre 2018 con el cambio del bolívar fuerte al bolívar soberano con efectos más letales aún, al ver reducidas a cenizas prestaciones sociales, salarios, jubilaciones, en fin el desmantelamiento de todo género de beneficios socioeconómicos labrados durante el siglo XX en las convenciones colectivas. 

Para luego asestar el tercer golpe en marzo 2022 con otra “creativa idea” para justificar la ruina producida por la política monetaria anterior, con la creación del bolívar digital hoy en ciernes, como antesala de la catástrofe que se avecina con un bolívar que en tan solo 6 meses se ha devaluado brutalmente frente al dólar, inició con 4.30 bs equivalente a 1 dólar y hoy sobrepasa los 8 bs. 1 dólar, proyectando que para diciembre puede sobrepasar los 12, 13 bolívares.

Ante tamaño despelote al tirano no le queda otra que desatar una razzia contra el «dólar criminal», obligando a los comerciantes de todo nivel a tasar los productos en base al dólar oficial calificándolos como culpables de la inflación, como si el termómetro fuera el culpable de la fiebre, cuando esta es producto de las leyes del mercado que la ignorancia económica pretende declarar “inexistente”.

Lo tragicómico del asunto es que para los áulicos del chavismo el único culpable es el “malvado imperio”, entre tanto del lado gubernamental no hay un solo señalado por tanto disparate y robo del salario de la población activa. Como consecuencia, de un lado mueren miles y del otro el boato, la burla y la sorna de un régimen criminal quien se cree dueño de un país como un botín de guerra.

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