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Universidad y «elecciones»

Antonio José Monagas

Cualquier apreciación de la Universidad venezolana en el marco de la especificidad política, resulta interesante. No sólo porque la Universidad responde a una realidad política propia de toda institución que apueste sus capacidades y potencialidades al desarrollo económico y social de la nación. Igualmente, porque la academia universitaria constituye un actor fundamental cuyo pensamiento aporta un valor inconfundible al proceso de afianzamiento del sistema político y social.

Tan singular condición invita a reflexionar sobre las funciones que corresponde a la Universidad adelantar. Particularmente, de cara a ingentes dificultades o realidades que afectan su discurrir. Su crisis de orientaciones, que arrastra tanto una crisis del tipo de planificación seguida para desarrollar docencia, investigación y extensión que se compadezca de las necesidades más inmediatas, como una crisis de los esquemas de organización y coordinación de sus propuestas, proyectos y programas académicos, es la expresión de un cuadro de difíciles realidades cuyas consecuencias pesan tanto como sus razones.

En este sentido, no es contradictorio hallar una Universidad que, a pesar de situarse en los albores de nuevos tiempos, estimulada por su apego a la búsqueda de la verdad y de los valores trascendentales del hombre, conlleva fuertes limitaciones, restricciones, deficiencias y confusiones que igualmente forman parte del funcionamiento de la sociedad nacional.

Justamente, en el contexto de las próximas elecciones nacionales, que sumarán el abanico de parlamentos regionales y concejos municipales, la Universidad debe evidenciar su fuerza moral para así denotar su condición de forjadora de libertades y sentimientos democráticos. Con seguridad, la institucionalidad universitaria volverá a salir fortalecida en medio de la diatriba que significará el conflicto propio entre factores del poder político nacional y regional.

No obstante, cabe considera que podrá verse estremecida por el impacto de absurdas realidades extrañamente celebradas –en buena parte– por quienes han egresado de sus aulas como resultado de un sistema de creación de conocimientos y de valores intelectuales para dirigir los destinos de la sociedad venezolana conforme a principios de justicia social, respeto, integridad, dignidad y honestidad. Pero que, sin embargo, estas personas, como egresados al fin, actúan supeditados por intereses vulgarmente mezquinos a instancias de posiciones de poder político. Tanto, que a pesar de su condición de aflorados de las aulas universitarias, desconocen su gentilicio académico asumiendo actitudes enteramente desconsideradas contra la Universidad.

En el plano de esta paradoja, cuadros profesionales humanos inhibidos de cualquier actividad creativa y cualquier actitud crítica, prestados o ganados al desmoronamiento de la sociedad a la cual se deben, la Universidad debe atender preocupadamente el problema. Aunque es consciente notar que tan dramática realidad no es del todo resultado de alguna indolencia universitaria que pueda sobrevenir derivada del clima de conflictividad que viene incitándose. Es circunstancia propia de la crisis social ante la cual la Universidad tiene una cuota importante de responsabilidad.

Aún así, la Universidad jamás dejará de ser objeto de controversia en medio de intereses ideológicos e inclinaciones políticas, pues como sujeto social es parte activa de un conglomerado humano que siempre ha de plantearse distintas soluciones ante triviales problemas. Es un tanto una opinión inspirada de una realidad que deja en claro la situación de análisis toda vez que pueda entenderse la relación que estaría dándose en el contexto Universidad y «elecciones».

“No por el hecho de considerar a la Universidad institución educativa, su semblanza no dejará jamás de afianzarse sobre la política. Porque dentro de sus paredes, se erigen las pautas de desarrollo que muchas veces orienta el destino de una nación”

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