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Ya no hay excusas

Ciertamente, ya no hay excusas. Ya no hay excusas para seguir creyendo las tonterías que inyecta el totalitarismo para mantenerse en el poder. O que manifiesta quien no se atreve a enfrentar la verdad. Situación ésta que es lugar común en quienes buscan evadir la responsabilidad que la realidad despliega.

En el quehacer político, es frecuente la excusa para quedar bien parado ante el compromiso vulnerado. Aunque la excusa podría ser causada por el desconocimiento que se tiene de la situación afrontada. Y dicha situación puede animar a evitar responsabilidades no calculadas. Sin embargo, las realidades, no siempre se topan con esos vacíos que representan una falsificación creada a instancia del desaliento, postración o cansancio. Es lo que afecta a cualquier individuo que presuma de escapista del infortunio.

La ignorancia no es excusa. Tampoco, el desconocimiento de la ley es razón para incumplirla. O infringirla. Por eso se ha determinado que “la ignorancia de la ley, no es excusa para nadie” (Thomas Hobbes)

El ejercicio de la política suele permitir, muchas veces, contradicciones que revelan la perversidad que en su ámbito es costumbre emplear. Es ahí cuando la deshonestidad cunde cual infección cualquier organismo saturado de impúdicos vicios.

En tierra de vicios, abusivos e indecentes

Es el caso de regímenes políticos, gobernantes u operadores políticos que no consiguen justificaciones para sortear otro camino que pueda evitar ser sorprendido con la mentira al descubierto. Y es que ocurren situaciones en las que hasta las justificaciones se agotan. Ese el problema es usual en política. Es la causa de los desenfrenos en contextos políticos.

Por ahí podría rastrearse el origen del populismo y de aquellos vicios que han corrompido el ejercicio de la política.

Sin duda alguna, esas son las realidades donde se reivindican las excusas. Cualquiera que calce con la situación de crisis en curso. Pero, son excusas empleadas para perder para lo cual el actor comprometido se vale de justificaciones que se tienen a la mano o escondidas bajo la manga. Es la situación que aprovechan quienes no son capaces de imponerse en terrenos en que se aducen promesas. Generalmente, de mediano e inmediato alcance.

Por eso, en política, perder la apuesta lanzada obliga a echarle la culpa a otro. O a una decisión equivocada. Y esto ocurre antes que aflore la incapacidad del agente político. Asimismo, previo al momento que luce la ocasión para señalarlo de incompetente en el manejo de las oportunidades que prometió aprovechar en el curso de los hechos a vivir.

De manera que no es extraño ver cómo en el ejercicio de la política, cualquier oportunidad es utilizada para evadir la verdad, la justicia, la solidaridad, la moralidad y la ética. O para actuar con premeditación, alevosía, odio y resentimiento.  Son situaciones que evidencian la cobardía empleada como ventaja. De esa forma se hace fácil inventar la mejor excusa que evite al politiquero tomar decisiones que están construidas alrededor de responsabilidades en medio de terrenos de confrontación política. A ese politiquero, la pluralidad humana le resulta “una piedra en el zapato”.

A manera de epílogo

Esos problemas, agobian el desarrollo humano. En contrario con aquellos procesos que se construyen a partir de la honestidad, la transparencia y la decencia. Además, quienes incitan tan abrumadoras situaciones, son quienes, por dejarse hundir en el fango de las excusas, se retratan como politiqueros gravemente carentes de vergüenza. Esos personajes viven atrapados en sus debilidades disculpando cualquier maldad cometida. Por eso vale organizar el ejercicio de la política, en un ambiente donde pueda asegurarse el desarrollo humano tal como ha sido estimado.

Y eso significa, hacer política en escenarios donde sea posible abolir la demagogia. Lo cual podría lograrse actuando con transparencia y sumergido en el conocimiento a cabalidad del devenir de la política. Al margen de la impudicia y la corrupción que busca envolverla para hacerla su cómplice. Y desde luego, teniendo seguridad, mientras se actúa a conciencia de los problemas que ocurren a diario. Así habrán reflotado condiciones políticas, personales y sociales. Podría decirse que, en el ejercicio de la política, ya no hay excusas.

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