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El aguante venezolano

L a palabra «aguante» en Venezuela expresa la capacidad para tolerar lo
intolerable, capacidad que es rasgo insoslayable de la vida nacional y
tiene que ver con el desprecio por las reglas del juego. Al no
acomodarnos a éstas o al no saber modificarlas democráticamente se
impone la ley del «más»: la del que tiene más poder político, militar,
económico o simplemente laboral, la del que pega más duro, está armado
o grita más alto. Se trata de la ley del más arrecho, máxima selvática
y machista que revela en la cotidianeidad nuestra miseria como
sociedad. Dada esta forma de relacionarnos, estamos encerrados en
nuestra débil individualidad cual infante víctima de los abusos de un
adulto, y nos «calamos», como dice el argot popular, situaciones que
en otros países serían inconcebibles. Así, hay fiscales de tránsito
que le tienen miedo a los motorizados y policías que se lo tienen a
los delincuentes, siendo ellos mismos objeto de temor o desprecio.

Cientos de vecinos aceptan que cuatro borrachines pongan música a todo
volumen y no los dejen dormir, y esos borrachines quizás algún día se
calen que otro beodo les parta una botella en la cabeza.

Nos quedamos inermes cuando le roban la cartera a una mujer en pleno
día, tan inermes como se quedará el ladrón en la cárcel cuando lo
violen o golpeen. Callamos frente a los funcionarios públicos y
privados que nos dicen «no sé», «venga otro día», «tiene que volver a
hacerlo», «no se sabe quién fue» «¿cuánto hay pa eso». Ya nadie se
asombra de que un puñado de malandros mantenga en jaque a cientos o
miles de personas en los barrios populares, ni de que la gente joven
que trabaja en las oficinas gubernamentales no se avergüence de ganar
más que sus padres y viajar al exterior por hacer cuatro pendejadas a
favor de la propaganda gubernamental mientras son testigos de tanta
corrupción e ineficiencia. Los profesores comenzamos a trabajar en la
Universidad Central de Venezuela y el primer año no cobramos,
entrenamiento que sirve para conformarse con los sueldos de hambre y
las malas condiciones de trabajo. Cerramos los ojos ante los
privilegios de ciertos empleados públicos, como éstos los cierran
frente a Hugo Chávez que los humilla y arrastra como coletos cuando se
molesta. Total, el presidente Chávez actúa así con el país porque es
el más arrecho de los venezolanos, el que tiene, sin duda, más
influencia económica, política y militar. Cuántas veces habremos dicho
estas frases: ¿Y qué se puede hacer? ¿Quieres que te maten, te golpeen
o te violen? ¿Y si el funcionario pierde tus papeles a propósito y no
puedes hacer el trámite? ¿No ves que Chávez tiene todo el poder? ¿Para
qué vas a reclamar? Estas frases revelan el triunfo del autoritarismo
más burdo, aquel que hace que cada ciudadano, como decía la gran
filósofa Hanna Arendt, se sienta íngrimo ante el poder. Por eso cuando
se proclama que el venezolano es democrático y alzado, a mí sólo me
provoca sonreír pero me aguanto y no lo hago por si acaso…

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