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La enfermedad infantil del izquierdismo

Ese fue el diagnóstico de Vladimir Ilich Lenin hacia la conducta que calificó como aislacionista por parte de un sector del partido comunista alemán que se negaba a participar en las instituciones sindicales y parlamentarias como una manera de destruir el régimen burgués, denunciadas en su conocida obra «El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo» escrita en 1920.

Ochenta años después- ya enterrado el comunismo- el síndrome de la enfermedad sigue vigente y se presenta de manera crítica entre los conductores de la «Revolución bolivariana», reducida a permanentes lamentos por la pobreza y a la confrontación con la «oligarquía», sector en el cual incluye a la iglesia, los políticos, educadores, periodistas, medios de comunicación, humoristas y cualquier ente natural o jurídico que se exprese de manera crítica hacia su proceso.

Pero es en materia exterior donde más se evidencia esta particular sintomatología; retar innecesariamente a los Estados Unidos para demostrar la condición soberana, ha sido la principal demostración revolucionaria del gobierno, manifestada en la diplomacia de los últimos meses tanto en los efusivos abrazos con Saddam Hussein en la discutible gira al Medio Oriente, como en la especial connotación otorgada a la visita de Fidel Castro por encima de la de otros jefes de Estado firmantes del Acuerdo de Caracas, aceptando con beneplácito sus recurrentes violaciones al celosamente cuidado principio de no intervención en nuestra política interna, seguramente por tratarse de uno de los líderes fundamentales del «Eje revolucionario Continental».

Pero no basta con retar hacia el norte, el Eje que ambos mandatarios promocionaron durante la prolongada visita, incluye a la guerrilla colombiana, con lo cual se desafía también a nuestro principal vecino del lado occidental al colocar como socio al mayor agresor de la seguridad venezolana.

Mucho se ha hablado de los cambios en la política exterior norteamericana, debido no sólo a la desaparición del bloque socialista, sino también al aprendizaje sobre las inconveniencias de una confrontación que ayude a radicalizar los procesos políticos, pero también son muchos los ejemplos de las mutaciones que esa política ha operado para frenar los procesos cuando comienzan a constituirse en inconvenientes.

Una nueva modalidad de respuesta a las diferencias políticas consistente en fortalecer a nuestros vecinos, sometiendo a Venezuela a la debilidad y el aislamiento, pareciera vislumbrarse. La presencia de buques de guerra colombianos en el golfo de Venezuela por primera vez en 13 años, la formulación del plan Colombia, los permanentes intentos por parte de Guyana en torno al territorio en reclamación, llaman a preocupación.

Pero nuestro Presidente no se percata de los riesgos y con motivo de la despedida de Fidel Castro afirmó tener la seguridad de que no estamos en tiempos de imperialismo y que su envío de una «cremita para la irritación» hizo comprender a los gobernantes norteamericanos de su liderazgo en materia petrolera.

Recomendamos a nuestro Jefe de Estado la lectura del clásico leninista como de las complementarias enseñanzas de la madre de Al Gore reveladas en una entrevista con los Angeles Times citada en el Nacional del domingo 29 de octubre. «Durante toda mi vida – dice Pauline Gore- he tratado de enseñarle a Albert que no se debe tirar una piedra contra un muro sólo por el placer de oírla rebotar (…) Si no hay chance de ganar, entonces no tiene sentido arriesgarse».

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