¿Qué es eso de ser golpista?
Hace tiempo que no escribo. Pasé un tiempo por las tierras de mis antepasados galos, viendo, leyendo y oyendo en un clima de libertad que me llamaba a todo salvo a escribir.
De regreso a estas tierras de Indias me encuentro con que se sigue hablando de golpes de estado y golpistas. Por lo que he sabido a través de la historia, “golpe de estado” (coup d’état) es la usurpación del poder vigente y la violación y vulneración de la legalidad institucional vigente en un Estado por parte de un grupo de personas, generalmente fuerzas armadas sublevadas, instaurándose una dictadura. Es “golpista” el que da un golpe de estado o lo apoya.
Por lo general, los golpes de estado los dan militares rebelados en armas contra las autoridades constituidas. En la historia de América Latina se han dado muchos golpes de estado. Algunos han sido meras intentonas, otros han fracasado y otros han logrado su objetivo de tomar el poder. Ha habido golpes para instaurar dictaduras otros para restaurar la democracia —a pesar de que todo los golpistas, por lo general, declaran que se rebelan por la democracia.
La Venezuela de fines del siglo XX vivió, en 1992, el fracaso de dos intentos de golpe de estado de manos de militares que pretendían desconocer la Constitución y destituir un gobierno democrático, causando muerte y destrucción.
Por una de esas malas jugadas de la historia, debida, en gran parte a la ceguera y estupidez de quienes ejercían el poder constitucional y democráticamente, los golpistas de 1992 accedieron al poder por vía constitucional y democrática. Ahora, en el poder, pretenden cambiar la definición de golpe de estado y de golpista. Pretenden que lo de ellos no fue un intento de golpe de estado, que ellos no eran golpistas sino que actuaban para salvar la democracia. No importa que hayan causado muerte, piensan que el fin justifica los medios.
Ahora bien, para ellos, golpista no es sólo quien da un golpe de estado o lo apoya —como lo hicieron ellos— sino que golpista es todo quien disienta de ellos y de su gestión gubernamental. Para muestra, basta un botón: se califica a Radio Caracas televisión de golpista, porque en sus emisiones hay programas que critican duramente al gobierno, basándose en la libertad de información y de expresión consagrada por la Constitución. Como, bajo este nuevo concepto de lo que es golpista, Radio Caracas Televisión es “golpista”, hay que cerrarla, tal como se anunció públicamente ante quienes ejercen efectivamente el poder, los militares.
Si, como dice el gobierno, hay golpistas en Radio Caracas Televisión lo que procede, constitucionalmente, es abrir una averiguación a través del ministerio público y, si de esa averiguación se desprende que hay personas, dentro del personal de la estación televisora que han incurrido en hechos tipificados legalmente como golpe o intento de golpe, habría que enjuiciarlos pero no cerrar un medio de comunicación que le sirve a la democracia desde hace más de cincuenta años.
