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Verdugos

Acabo de leer un libro, “Stalin y sus verdugos”. Su autor es Donald Raysfield. Todo tirano tiene sus verdugos  a quienes utiliza durante algún tiempo.  Stalin tuvo a Dzerzhinski, Yagoda, Beria y otros más. Hay verdugos grandes, importantes, y hay verduguillos y verduguitos. El aprendiz de tirano siempre tendrá quienes le hagan esos trabajos sucios e incómodos. Hitler y el General Gómez tenían sus verdugos. En el camino hacia la dictadura, Chávez ha tenido los suyos, de distinto signo y con variadas misiones.

A uno de ellos se le creó fama de experto petrolero. Así llegó a PDVSA y al Ministerio de Energía y Minas. Cuando el conflicto político-laboral con los trabajadores petroleros no vaciló en despedir a mas de 20.000 de ellos. Guardias Nacionales armados hasta los dientes respaldaban las valientes acciones  contra familias enteras. Es el mismo personaje que, parece sirve para todo, luego fue Canciller de la República y allí procedió a una razzia, eliminando funcionarios de carrera, diplomáticos experimentados para sustituirlos por activistas de la “revolución chavista”.

Otro, a quien se le tenía por buena persona, le encargan inhabilitar a destacados políticos para que no puedan ser candidatos en elección alguna. Mas de un centenar de adversarios del mandón resultaron víctimas del verdugo con poder. La operación la repite rufianescamente cuando viene una nueva elección. No faltará el servil que esté pensando en inhabilitar al gobernador de Lara, aunque éste haya obtenido mas votos que Chávez en su estado. Otro, no distinguido por su especial brillo, se le premia como Vicepresidente de la República, por haber casi destruido la producción agraria del país en una implacable persecución contra productores rurales. La Guardia armada lo acompaña en las invasiones de fundos.

Había que apoderarse de los medios de comunicación porque estos reflejan la realidad. El verdugo es otro, antes niño mimado del régimen en distintos cargos. Algunos le creyeron el delfín del mandamás. El teniente cierra, no una sino dos veces, la televisora más popular del país y mas de 40 emisoras de radio. Otras están bajo la amenaza del implacable verdugo.

Hay verdugos menores, pero verdugos al fin. Al Tte. Coronel se le ocurre que hay que castigar las disidencias parlamentarias, que diputados electos no pueden representar a conciencia a sus electores sino a él, al dictador. Rápidamente aparece el verduguillo preparando la futura ley que le quitará la representación parlamentaria a quien osara tomar una posición distinta al mandato de Miraflores. La verdugada estará siempre presente a las ordenes del jefe. Muy bien retratados en el libro de Donald Raysfield.

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