Opinión Nacional

Simón Bolívar: asesinado por la CIA?

Hace un año Hugo Chávez creó una comisión presidencial, encabezada por el
vicepresidente, Ramón Carrizález, e integrada por los ministros de la
Presidencia, Jesse Chacón; Interior y Justicia, Ramón Rodríguez Chacín;
Relaciones Exteriores, Nicolás Maduro; Finanzas, Rafael Isea; Defensa,
Gustavo Rangel Briceño; Educación Superior, Luis Acuña; Educación, Adán
Chávez; Salud, Jesús María Mantilla; Ciencia y Tecnología, Héctor Navarro;
Cultura, Francisco Sesto; la fiscal general de la República, Luisa Ortega
Díaz; y el presidente del Instituto de Patrimonio Cultural, José Manuel
Rodríguez, para establecer la autoría del asesinato de Simón Bolívar, el cuál se piensa fue llevado a cabo por orden de los Estados Unidos y ejecutado por la CIA de aquella época. Hugo Chávez está convencido de que Bolívar no murió por causa natural sino envenenada y le dio instrucciones a la citada comisión para que averiguara lo sucedido, siempre y cuando lleguen a la conclusión que concrete sus sospechas.

Nos dice la aguda cronista Milagros Socorro que el texto del decreto establecía: “que es de gran valor histórico y cultural para la nación, despejar las importantes dudas que se tejen en torno a su muerte, a través de una investigación científica e histórica exhaustiva». Y
Chávez daba por hecho que la comisión, que se instalaría dentro de los siguientes
cinco días, «velará porque los organismos competentes realicen sus funciones
de forma eficaz y eficientemente, sin dilación»; y rendirá cuentas al
Presidente a través de informes mensuales”.

Desde luego, el decreto contemplaba la obligatoriedad de contar «con la
asesoría de aquellas instituciones públicas o privadas que considere
conveniente, y en particular de las universidades nacionales y los
investigadores y científicos expertos en el área», El costo no importa, añadió Chávez, quien pensaba que los miembros de la comisión tendrían que viajar por todos los confines del planeta, buscando los indicios necesarios.

Un año después el silencio de la comisión echa por tierra la instrucción de “eficacia sin dilación” contenida en el decreto. Todavía el país, angustiado, no sabe quien asesinó a Bolívar. En impaciente espera del dictamen las Fuerzas Armadas Revolucionarias Chavistas, FARCh, están preparadas para la invasión del imperio, tan pronto se constate lo que ya sabe el hombre indispensable. Los rifles Kalishnikov están aceitados, los tanques chinos vestidos, los cazas “Sukhoi” en cabeza de pista y los misiles iraníes apuntando hacia el norte. Todo lo que esté más allá de Santiago de Cuba estará bien, ya que hasta el rabo es chicharrón, dice el General Muller Rojas, Jefe de la Primera Brigada Gerontológica “Ramses II”.

La proclama de Chávez al pisar suelo de Florida ya está en imprenta. Está llena de frases recogidas de próceres como Zamora, Cipriano Castro y Marcos Pérez Jiménez. De Zamora recoge el odio contra los ricos y contra todos quienes sepan que 8×7 son 56. De Cipriano Castro adopta la cursilería que produjo aquello de “la planta insolente del extranjero”y de Pérez Jiménez incorpora su teoría del “Nuevo Ideal Nacional”y de la marchas obligatorias de sus seguidores, esta vez vestidos y vestidas de rojo.

Ante la inminencia de la invasión el éxodo estadounidense hacia sitios más seguros como La Habana, Managua y hasta tan distantes como La Paz, ya ha comenzado.

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