Opinión Nacional

Sueldos, circo y cerco

Con los biyullos hemos topado Sancho. La discusión sobre los altos sueldos, dietas, bonos, y comisiones de los funcionarios de la nomenklatura oficialista, ilustra muy bien la falsa ética de la revolución chavista. ¿Cuántas veces no se ha quejado el teniente coronel de los altos sueldos de sus funcionarios? ¿No había invitado Chávez en una oportunidad a que se rebajaran las altas remuneraciones que recibían? ¿A quién pretende engañar Chávez cuando ahora aparenta sorprenderse porque muchos funcionarios del alto gobierno ganen más de 10 millones de bolívares? ¿Puede alguien creerle cuando manifiesta su supuesto desinterés al declarar a cuanto ascienden sus estipendios como jefe de Estado y de pensión como teniente coronel? ¿Acaso no sabemos los venezolanos que el Estado le provee de la vivienda y manutención en Palacio (sic), que además tiene asignada la residencia Presidencial La Casona y, como ha quedado plasmado en el presupuesto de este año las partidas para sus gastos personales y de vestido alcanza sumas exorbitantes? ¿Es creíble que alguien que se ufana de tener información de todo cuanto acontece en Venezuela, alguien que suele decir que conoce hasta donde los embajadores acreditados en el país se comen las arepas de reina pepeada, desconozca que su super ministro Ramírez gana 83 millones de bolívares mensuales y que los magistrados del TSJ y del CNE están por encima de los 40 millones de bolívares? ¿No está enterado el presidente de las protestas de los médicos porque sus sueldos apenas alcanzan el millón y medio de bolívares? Esto del lado de Chávez.

¿Por qué se habían hechos los locos en el Parlamento con el proyecto de ley de emolumentos que en su momento presentó el hoy execrado diputado cuyo apellido identifica la ominosa lista de exclusión, persecución e intimidación que ha dañado a tantos venezolanos? En cualquier caso el tema de los altos sueldos de los funcionarios públicos pareciera una nimiedad ante los escandalosos actos de corrupción denunciados, el dinero que viaja en maletines, la complicidad gubernamental y las solidaridades automáticas con quienes se identifican con el proceso (sic) y, muy particularmente, el ostentoso nivel de vida de muchos funcionarios, imposible de mantener con los sueldos que reciben, por muy altos que estos sean. Pero una revolución petrolera da para eso y más.

Valga la pena considerar hablando de ética revolucionaria que esta inesperada discusión sobre los salarios de los altos funcionarios públicos venezolanos no surge de ningún propósito de enmienda, ni de revisión o rectificación revolucionaria sino por el impulso que ocasiona la merma de los ingresos en las arcas oficiales. No se trata en verdad de una discusión ética ni de un intento de armonizar el discurso con una conducta sustentada en valores donde lo material ocupe un segundo plano. Se trata simplemente de escasez de biyullos y de circo para la galería: Chávez confiesa no conocer su sueldo ni mucho menos el de los otros poderes públicos, el diputado de la Asamblea tampoco conoce el monto de su salario integral, un ministro que ha rotado por todos los despachos ejecutivos ignora todo lo relativo a salarios oficiales. La farsa continúa con otras declaraciones que parecieran cómicas pero en realidad son patéticas. El diputado de marras afirma, para justificar los bonos de transporte que reciben los parlamentarios, que “tengo entendido que quienes ganan salario mínimo viven cerca de sus empleos”. El Contralor sostiene que los altos niveles de inseguridad hacen inconveniente la publicación de los salarios. Y uno no puede dejar de preguntarse ¿y la inseguridad no era una manipulación mediática?
El tema de los altos sueldos del gobierno ha puesto nuevamente de relieve las interferencias y opacidades en relación al libre acceso a la información pública consagrado en la Constitución y deja al desnudo el talante opresivo y autoritario de poderes públicos que en lugar de contribuir a la transparencia pretenden actuar contra periodistas y medios de comunicación.

Por curiosidad entre a la página web del Congreso español y hay allí un enlace donde puede leerse la norma que establece los salarios de los parlamentarios, el monto y la discriminación de las otras asignaciones por conceptos de bonos o dietas especiales. De igual forma en la página de la Asamblea Nacional en Francia se repite el mismo esquema de transparencia y libre y fácil acceso a esta información que es de interés público y, por cierto, no solo de periodistas o medios de comunicación.

La Asamblea Nacional de Venezuela no ofrece ninguna información al respecto. Por el contrario, por ahora, anuncian discutir una ley para estrechar el cerco a los medios de comunicación. “Con mis biyullos no se metan” tronan desde las curules.

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