Vida con estilo

Miami Marine Stadium: la lucha por recuperar el esplendor pasado

El icónico Miami Marine Stadium, levantado en 1963, es hoy una estructura de hormigón abandonada, cargada de grafitis como sombras de un tiempo en que los conciertos de rock y las carreras de lanchas fueraborda alborotaban sus gradas.

La estructura maciza parece escapar de sí misma hacia el mar, hacia esa bella manga marina de un kilómetro que enfila como en un circo romano frente al anfiteatro y los mudos vítores pasados.

En el año 2002 el estadio marino, construido en cayo Virginia, estuvo a punto de sucumbir a la piqueta y las grúas de demolición.

Fuertes intereses económicos codiciaban esta lengua de tierra y mar. El ayuntamiento de Miami, entonces, era quizá por sus maltrechas arcas blanco fácil de las razones y la sensatez del dinero.

Al fin y al cabo, ya poca gente se acordaba del Miami Marine Stadium cerrado en 1992 con el dudoso argumento de que el paso del devastador huracán Andrew por el sureste de Florida, precisamente hace ahora 24 años, había afectado a los cimientos y la estructura.

«Querían tumbar este histórico lugar. Luchamos mucho para impedirlo, para salvar el estadio, nosotros y 21 organizaciones comunitarias más. La comunidad lo ha vuelto a revivir», dice a EFE con tono emocionado y grave Horacio Candela, el arquitecto cubano-estadounidense que, con 28 años, en 1962, diseñó el estadio de traza modernista.

Candela se convierte por una hora en guía por el interior del estadio marino, entre hileras destartaladas de sillas y abandono; más que explicarlo, le habla.

«El estadio y yo tenemos una especie de conversación rápida siempre, cada vez que me desvío hasta aquí o entro con el coche en la explanada y paro, y le hablo», confiesa.

Cuando se le pregunta qué le dice al estadio, responde: «Le miro y le digo: ‘¡Cómo te tratan!’. Y nuestras conversaciones terminan siempre más o menos yo diciéndole ‘las cosas se van a resolver’. Y el estadio me responde: ‘Yo voy a volver y tener mi gloria'».

El estadio de superficies geométricas tiene capacidad para 6.600 personas, mide 91,5 metros de largo y da sombra con su enorme alero tipo origami a casi toda la grada. Se trata de una construcción escultural singular, hasta el punto que la Fundación Getty donó 160.000 dólares en 2014 para su preservación.

Candela tuvo muy claro desde el principio que el «reto de su construcción era extraordinario, que no era otro proyecto más de orden utilitario. Podía ser fantástico y un hito para la ciudad», explica al evocar el momento en que, pese a su juventud entonces, la firma de arquitectos para la que trabajaba le entregó la dirección del diseño del estadio.

El primer paso, relata, fue drenar una franja de tierra para «crear esta pista de mar de unos 3.000 pies (915 metros) de largo y unos ocho pies (2,44 metros) de profundidad frente al estadio», que sirviera como vía marina para las competiciones de lanchas fueraborda.

Una de las originalidades de la construcción radica en que el jovencísimo arquitecto que era entonces Candela decidió «rodar parte del estadio hacia el agua, en vez de levantarlo todo sobre tierra»; así, describe, conseguíamos reducir la altura general de la estructura respecto de la ciudad y «celebrábamos la relación entre el agua y la tierra, el punto donde se besan ambos».

Tras superar las muchas desconfianzas y negativas del departamento de ingenieros del ayuntamiento de Miami al diseño de un estadio puramente de cemento, en lugar de acero, Candela logró el visto bueno para su edificación.

«Me negué a aceptar las amenazas del ingeniero responsable de la ciudad. Tuve una fajazón con él. Él quería una estructura que no fuera de cemento», pero las disputas se zanjaron cuando Candela le dijo de manera inconsciente, reconoce, que, si no podía atenerse a lo presupuestado, entonces «lo haríamos de nuevo, en acero, y no le cobraríamos nada».

El coste final de la construcción del Miami Marine Stadium, hoy lugar histórico protegido, fue de 998.000 dólares, para una cantidad presupuestada de un millón de dólares.

Desde su inauguración el estadio cosechó un gran éxito. A las carreras de embarcaciones, motivo primero de su construcción, le siguieron la celebración sobre una plataforma flotante de conciertos de música clásica, ópera, veladas de boxeo y hasta actos políticos como el que tuvo lugar en 1972 durante una campaña republicana en Miami, en la que Sammy Davis Junior abrazó al futuro presidente de EE.UU. Richard Nixon.

Los legendarios The Who, Ray Charles, Boston Pops o Jimmy Buffett han sido algunos clásicos del rock que han llenado de ritmos y canciones el Miami Marine Stadium, que pronto, asegura Candela, comenzará a recuperar su esplendor pasado.

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