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Discursos que humillan

En política, son muchas y variadas las concepciones sobre lo que significa el término “gobierno”. Desde consideraciones que rayan en la apología de la filosofía política, hasta aquellas que ironizan la vida toda vez que presumen situaciones que exageran o exacerban implicaciones propias de la política. No obstante, las realidades son inexorables. Como dice el buen refrán: “no se puede tapar el sol con un dedo”. Aún así,  hay quienes pretenden encubrir verdades no sólo inocultables, sino también contundentes en virtud del impacto social y económico que traen sus efectos.

Muchos de los problemas caracterizados por situaciones que comprometen difíciles realidades, son causados por la carencia de una cultura política que permita al individuo discernir ante condiciones que, incluso, son manipuladas como parte de la demagogia y del populismo en que se debaten las correspondientes realidades políticas.

De hecho, Venezuela se convirtió en escenario forzosamente favorable al opaco propósito de usurpar derechos fundamentales por los cuales, quienes gobiernan, se permiten azuzar u hostigar condiciones desde las cuales puedan ganar espacios políticos que afiancen, aunque ilegítimamente, la detentación del poder. El caso de la Asamblea Nacional “Constituyente”, es un patético ejemplo de tanto abuso político ensayado por este régimen autoritario. Sobre todo, luego de ordenar elecciones nacionales fuera de condiciones, tiempo y contexto.

Para lograr tan pérfidos objetivos, en nombre de ideologías, principios, valores  y hasta de la misma historia, estos gobernantes asumen posturas contradictorias que chocan con preceptos constitucionales, tanto como con leyes orgánicas que rigen materia político–administrativa. En consecuencia, las crudas realidades que se otean en el país dan cuenta de decisiones de gobierno y comportamientos de altos funcionarios que resultan reprensibles en virtud de ser atentatorios contra el Estado de Democrático y Social de Derecho y de Justicia que aduce la Carta Magna.

En caso dos décadas de gobierno “revolucionario”, mucha agua ha corrido por debajo del puente. Así puede parafrasearse la variedad de situaciones que han determinado el devenir de Venezuela. Devenir éste que ha ocurrido en medio de una permanente agitación. De amenazas se hace fácil pasar a discursos cargados de promesas o de espectaculares anuncios que no terminan en nada. La vida nacional ha venido siendo atiborrada de meras intenciones pero escasa de realizaciones.

Mientras la dinámica política gubernamental le imprime tal grado de incertidumbre al país, la población sigue a la expectativa de concreciones acordes con el declarado desarrollo que acucia la revolución.

Sin embargo, el gobierno persiste en imponer un estilo que apenas sirve para etiquetar el rumbo nacional lo cual hace que precarios esfuerzos se esfumen para entonces imponerse las improvisaciones por la fuerza de hechos desordenados que incita la propia acción gubernamental. Esto hace que al final de todo, simplemente el país sigue transitando desnivelado. Pero sobre todo, cansado de chácharas insolentes e infundadas, groseras amenazas y promesas populistas. O sea, hastiado de discursos que humillan

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