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El nuevo salario mínimo, en una economía enferma

El nuevo incremento del salario mínimo decretado por el Gobierno,

enciende nuevamente las alarmas en materia de crisis económica, pues no se presentan soluciones a los problemas de la oferta, vale decir, no se ven salidas al problema de la producción y de las importaciones, pues se persiste en mantener la errada política cambiaria.

Por ninguna parte se ven signos de reactivación económica que apunte a solucionar el desaliento general de la población. Las distorsiones asociadas a los factores de la oferta mantienen un importante número de gente sin empleo fijo, esto último es importante tomarlo en cuenta por cuanto el Instituto Nacional de Estadística (INE) en su informe correspondiente en el mes de Septiembre del 2014 informo que; “13. 309. 587 personas estaban empleadas en el país. De ellas 7.924.988 personas formaban parte del sector formal, contra 5.384.599 dedicadas a la informalidad”, es decir, si tomamos sólo estas cifras y no le sumamos el incremento del desempleo que debió haber ocurrido entre los años 2015 y 2016 dada la crítica situación de recesión económica que padecemos, tendríamos entonces que, 5.384.599 personas no recibirían el beneficio del nuevo incremento salarial.

Quisiéramos creer que el gobierno de “los pobres” toma en cuenta el desempleo y la precarización laboral que contribuyen al empobrecimiento y al deterioro de la calidad de vida de los venezolanos y entonces debido ello, procede al incremento salarial. Aun cuando conocemos que la política del incremento de salarios mínimos por sí sola, no contribuye a eliminar la pobreza y asegurarle la satisfacción de las necesidades básicas a los asalariados, ello para no mencionar a los desempleados.

Lo elemental sugiere que cuando se toma la decisión de aumentar el salario mínimo de los asalariados, sea cual sea la forma que se aplique, la decisión debe corresponderse con un análisis previo de estadísticas fiables y oportunas donde se revisen eventos periódicos sobre los ingresos, los salarios, los precios y las características de los asalariados. El problema en Venezuela consiste, en que el BCV que preside el matemático Nelson Merentes, hace ya algunos años que no publica estadísticas, por lo que las mismas deben estar

desactualizadas y por tanto, se desconocen las necesidades básicas de los asalariados y sus familias, el nivel general de los salarios del país, el costo de vida y sus variaciones, el nivel de vida relativo de otros grupos sociales, así como otros factores económicos como el crecimiento económico o la productividad etc.

No se trata de que el BCV que preside el matemático Nelson Merentes, nos diga de acuerdo a la Ley de Okun la relación que existe entre las variaciones del PIB real y la tasa de desempleo, se trata simplemente de que nos informe cual fue la tasa de desempleo en el 2016, por citar solamente el ejercicio fiscal del último año donde se produjeron tres (3) aumentos del salario mínimo y que por favor, nos informe en cuanto disminuyo la pobreza en este mismo año gracias al incremento del salario mínimo.

Obviamos pedirle al matemático Merentes otras cifras tales como:

1. El incremento del sector informal

2. El nivel de desaliento de los que perdieron su trabajo debido a los tres aumento de salarios mínimo, los cuales se suman al componente cíclico del desempleo producto de la recesión y las distorsiones asociadas a los factores de oferta

3. A cuanto alcanzo el nivel de inflación, no vaya hacer que se le ocurra llamarnos desestabilizadores.

La idea de los aumentos de salario mínimo, pudieran enmarcarse bajo el esquema de lo que Keynes refirió como la Ilusión monetaria, es decir, la impresión que tienen los agentes económicos, pero fundamentalmente los asalariados, cuando ven incrementado su salario nominal, sin reparar el nivel de inflación que afecta su capacidad de adquisición real.

Los incrementos salariales y las misiones, fueron un fuerte atractivo para el discurso de la lucha de los pobres contra los ricos que tan buenos resultados políticos le dio a Hugo Chávez. Pero el actual nivel de inflación y los disparates económicos de la administración de Nicolás Maduro son tan bestiales (500%-600%, de inflación, desequilibrio cambiario, disminución de las importaciones, desabastecimiento de materias primas y productos y un largo etc.) que de nada le ha valido la “ilusión monetaria” de los incrementos del salario minino, mientras que paralelamente la Curva de Phillips se haya en estos tiempos muy desprestigiada, pues las grandes inyecciones de liquidez no sólo nos ha conducido a mayor inflación, sino también a aun mayor desempleo.

La macroeconomía nos enseña que una economía se haya en recesión, cuando el PIB tiene un crecimiento negativo durante un año o más. Pero si este crecimiento negativo del PIB está acompañado de un nivel importante de inflación, entonces estaremos en presencia de una estanflación, mientras que a una situación continuada de recesión, se le conoce como depresión. Como vemos pues, cualquiera que sea el diagnostico que apliquemos, el resultado es el mismo, es decir, estamos en presencia de una economía enferma que no se recupera con analgésico, antiinflamatorios y antibióticos (incremento de salario mínimo, los claps, cestas ticket), pues los mismos pueden producir reacciones alérgicas, dificultar la respiración y provocar un paro cardiorrespiratorio y esto en un país donde la economía sufre de una bestial inflación que hace que los gastos médicos se incrementen y la calidad de la asistencia medica desmejore por falta de medicamentos e insumos, iremos irremediablemente a la muerte y no habrá analgésico, antiinflamatorio o antibiótico que nos salve, sino intervenimos al paciente, vale decir, la economía.

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