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Izquierda y derecha en Cuba, discursos y realidades

No es el discurso lo que determina si una perspectiva política es de izquierda o derecha, sino la posición respecto a los derechos políticos y civiles de las mayorías, a la soberanía popular.

Los conceptos izquierda y derecha aparecieron específicamente en la votación realizada por la Asamblea Nacional Constituyente, surgida de la Revolución Francesa en 1879, cuando se discutía si se incluía en la Constitución el veto del rey a las leyes aprobadas por la futura Asamblea Legislativa.

Los diputados que estaban a favor del veto, -de hecho, el mantenimiento del poder absoluto del monarca-, se situaron a la derecha del presidente de la Asamblea. Los que estaban en contra, y por tanto a favor de la soberanía de la Asamblea sobre la autoridad real, se situaron a la izquierda.

Así, tales nociones quedaron asociadas a las luchas a favor o en contra de los derechos civiles y políticos de las mayorías, de la igualdad ante la ley, de la democracia, de la soberanía popular o la centralización del poder.

Por eso, el término derecha ha sido apropiado para calificar a los gobiernos dictatoriales que han suprimido el estado de derecho, los derechos ciudadanos, las elecciones y procesos democráticos, las constituciones democráticas, los parlamentos y han gobernados por leyes impuestas sin aprobación popular.

En la mayoría de los países, más y menos desarrollados, en la actualidad la distinción entre izquierda y derecha se hace transparente por las grandes diferencias sociales y económicas y por el control del poder político por las minorías de los grandes intereses capitalistas.

Cada cual puede acomodar esos criterios tradicionales a la situación en Cuba, como bien le parezca, para identificar dónde están la izquierda y la derecha.

Desde mi punto de vista, en nuestro país las diferencias tienden a nublarse por el discurso revolucionario y antimperialista del poder y el hecho real de que la Constitución vigente fue aprobada por una amplia mayoría del pueblo. Pero habría que recordar que eso fue hace casi 40 años y en otras condiciones nacionales e internacionales.

Además la aplicación práctica de esa Constitución ha resultado en una alta concentración del poder político y económico en manos de una  élite tradicional, sin alternancia, resistente a cambios verdaderamente democráticos en el sistema político cubano.

Echada a un lado la fraseología del poder y sus medios, al trasladar aquellos  conceptos a la realidad cubana de hoy día, encontraríamos la izquierda en los que luchan a favor de la descentralización, la democratización y socialización del poder político y económico, y porque se respeten los derechos políticos, civiles, económicos y sociales de todos los cubanos.

En fin, por cambios que  favorezcan a las mayorías marginadas o limitadas en su participación en la política y la economía, por el alto nivel de centralización y monopolización de las mismas.

Hoy, en Cuba, la derecha, en términos políticos heredados de la Revolución Francesa, pues estaría claramente representada en quienes se aferran al poder político y económico centralizado y monopolizado por la elite que se considera ella misma única heredera de la revolución popular y democrática de 1959.

Una minoría que excluye de las decisiones de todo tipo a las grandes mayorías del pueblo cubano, en nombre de un “socialismo” que ha encubierto un capitalismo monopolista de estado administrado por esa élite y del “marxismo-leninismo”, reconocido disfraz  del neo estalinismo.

Si a eso le agregamos las políticas económicas de corte neoliberal aplicadas por el gobierno como el cierre de empresas y fábricas, la racionalización de miles de empleos, el estímulo a la explotación asalariada por privados y la apertura amplia al capital internacional, en quien cifra las esperanzas para salir de la crisis, marginando y limitando las posibilidades de las fuerzas productivas de los propios cubanos, entonces ya no quedarían dudas.

Pero, para evitar confusiones, habría que hablar de una Nueva Derecha Cubana en el poder y no confundirla con la vieja derecha desplazada del control de la nación, por la revolución política de 1959, asentada desde entonces en EEUU que, tampoco, representaba ni defendía ayer, ni hoy representa ni defiende, los intereses de las mayorías excluidas de participar en el poder político y económico, interesada solo en recuperarlo para sí.

De manera que cuando se habla de la Nueva Derecha Cubana en el poder, se está haciendo honor a aquella noción política de la revolución francesa, pues al final de cuentas no es el discurso lo que califica si una perspectiva política es de izquierda o derecha, sino la posición respecto a los derechos políticos y civiles de las mayorías, a la soberanía popular.

Hoy, en Cuba una izquierda, diversa, -que iría desde anarquistas y socialistas de distintas corrientes, hasta demócratas y liberales-, demanda la democratización del poder político y económico y  la liberación de la economía de los controles monopólicos estatales, a fin de que se respeten los derechos humanos, civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de todos los cubanos y puedan florecer las llamadas -por los estatalistas- formas “no estatales” de producción.

Un lenguaje revolucionario en sus esencias, sin la fraseología “izquierdista” de la Nueva Derecha en el poder que, por mucho camuflaje, se identifica con la elite minoritaria que todo decide, poseedora del poder político y económico, el cual no está dispuesto a compartir con las mayorías.

Y, aunque parezca paradójico, encontramos defendiendo posiciones de izquierda, como son los derechos civiles y políticos de las mayorías desposeídas y explotadas, a grupos que el gobierno “socialista” califica de “contrarrevolucionarios al servicio del imperialismo”.

Es la dialéctica de la historia, de la lucha que se desata cuando sectores minoritarios se apropian del poder y tratan de excluir a otros, mayoritarios o no.

Para solucionar las contradicciones sociales sin grandes conflictos, el poder político y económico debe estar compartido entre todos los ciudadanos, quienes deben decidir en referendos y procesos renovados las leyes que a todos atañen, elegir democráticamente por el voto directo y secreto los cargos públicos en alternancia, aprobar y controlar los presupuestos participativos y administrar directamente sus negocios en forma individual o colectiva, lo cual debe quedar claramente establecido en la ley de leyes, la Constitución.

A fin de promover el diálogo inclusivo de todos los cubanos que nos ayude a salir del actual laberinto y encontrar ese camino, esa Amplia Izquierda Cubana debería echar a un lado sus otras diferencias y tratar de coordinar sus proyectos y acciones pacíficas y democráticas.

Por una sociedad de trabajadores libres.

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